Viernes 29 de Mayo del 2020 – Evangelio según San Juan 21,15-19

miércoles, 27 de mayo de
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Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”. El le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. El le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”.

Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”.

Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”.

De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”.

 

Palabra de Dios

 

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

En el Evangelio de hoy, podemos contemplar el proceso que hace Jesús con Pedro, y desde él, intuir la propuesta de amistad que nos invita a vivir a cada uno de nosotros.

Jesús llama aparte a su amigo, dedicándole un tiempo especial, un tiempo para la reconciliación y la autenticidad, un tiempo para valorar la importancia y la gratuidad de la misión.

Recordemos que al inicio de la pasión, Pedro lo había negado por 3 veces; y ahora, resucitado, en el seno de este encuentro personal, Jesús, viene a sanarlo, a reconciliar y a renovar una misión, que solo se fundamenta en el amor.

Me gusta pensar que en la primera pregunta que el Señor le hace a Pedro: ¿me amas más que éstos? Jesús señala ese amor comparativo y competitivo, que, como en Pedro, también ha estado presente en nuestras vidas. Ese amor que convive con nuestros rasgos egocéntricos, que se va haciendo lugar en nuestro crecimiento como discípulos. Pedro, desde ahí, contesta afirmativamente con seguridad e impulsividad… Y Jesús le da la misión.

En la segunda pregunta, Jesús, ya no apela a lo comparativo. ¿Pedro, me amas? Y el discípulo responde rápidamente que sí; quizás, repasando todas las cosas positivas que ha hecho… que son para él mismo pruebas de ese amor verdadero. Cómo si nosotros le dijéramos a Jesús, como no te voy a amar si yo he hecho esto y esto otro por ti. Tal vez, presentando pruebas, tal vez subiéndonos a un pedestal. Y desde aquí, Jesús también le da la misión.

Pero, Jesús, pregunta por tercera vez: ¿Pedro me amas? Entonces, el discípulo tiene que entrar más íntimamente en sí mismo, y reconocer con autenticidad, y con algo de tristeza, quién es; la tercer pregunta lo hace humilde… lo hace comprenderse más completamente… Ya no contesta desde su seguridad, sino desde el reconocimiento humilde de sus más y sus menos, y sobre todo, desde el amor que Jesús le tiene: Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero.

Que hermoso caer en la cuenta de que Jesús nos invita a este proceso de transparencia y de autenticidad, propios de una amistad verdadera, y también desde aquí, a Pedro, el Señor lo confirma en la misión.

Así como el Señor hizo un proceso de sinceridad con Pedro, hoy lo hace con nosotros, sin buscar perfecciones, sino proponiéndonos una relación sana, que nos haga hermanos y amigos, desde la verdad.

Y así la misión se va haciendo más plena, sin poner la seguridad en nosotros mismos, sino en el amor del Señor, que impulsa y asiste mediante el Espíritu Santo, el que nos envía en Pentecostés para hacernos Testigos del amor de Dios por la humanidad entera.