Viernes 3 de Abril del 2020 – Evangelio según San Juan 10,31-42

jueves, 2 de abril de
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Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.

Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?”.

Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.

Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”?

Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre”.

Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.

Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”.

Y en ese lugar muchos creyeron en él.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

A las puertas de la Semana Santa nos encontramos con este texto del Evangelio de Juan. Quieren apedrear a Jesús porque se llama a sí mismo Hijo de Dios. Es que Jesús se refiere a Dios llamándolo Padre o, más familiarmente, Papá.

Dice Jesús: “Si no hago las obras de mi Padre no me crean, pero si las hago aunque no me crean a mí créanle a las obras, para que comprendan y sepan que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.”

Las obras que Jesús realiza lo manifiestan como Hijo de Dios, y esa filiación se define en una unidad solo posible en el amor pleno: Él está en el Padre y el Padre en Él. Hermoso es recorrer el Evangelio de Juan para encontrar como se va dibujando la teología Trinitaria. Jesús se define a sí mismo como el enviado del Padre y nos dice que su alimento es hacer la voluntad del Padre que lo envió. En el prólogo del Cuarto Evangelio, Juan dirá: “A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado”. Y es así, solo conociendo a Cristo podremos conocer más fielmente el rostro y el corazón del Padre.

Pero hoy, en este pequeño comentario, me gustaría subrayar que son las obras que realiza Jesús las que dan razón de quién es. Jesús nos enseña que la verdad se juega en la vida, en lo objetivo. Algo así como que si querés conocer a alguien mirá su modo de vivir y su obrar, y no tanto en lo que dice. Desde esta convicción quisiera invitarte a dos cosas:

La primera es preguntarte qué dicen tus obras de vos mismo; y animarte a vivir un proceso de libertad profunda para que puedas elegir y vivir tu identificación con Jesús. Que tus obras puedan expresar tu deseo de vivir cristianamente. Sabemos de nuestra fragilidad y nuestro pecado, pero también sabemos que contamos con la gracia que siempre nos da una nueva oportunidad y nos impulsa a caminos de reconciliación y de seguimiento.

La segunda es la de abrirte a la contemplación. En esta Semana Santa contemplaremos al amor más grande del mundo en acción. La entrega libre, generosa y definitiva de Cristo por amor al Padre y a la humanidad entera. Y al contemplarlo, pedí la gracia de reconocer a través de sus obras, cómo es el amor del Padre por todos nosotros, y cómo podés sumarte a este torrente de amor que brota del corazón de Cristo y abraza a toda la humanidad… y que en este tiempo de coronavirus, la contemplación del Señor nos anime a ser creativos para expresar con obras el amor que estamos invitados a vivir.