Viernes 3 de Enero del 2019 – Evangelio según San Juan 1,29-34

jueves, 2 de enero de
image_pdfimage_print

Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”.

Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.

Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo’.

Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.

 

 

Palabra de Dios


Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Avanzamos en este tiempo de Navidad y el testimonio de Juan el Bautista nos sale al paso, iluminándonos y también interpelándonos.

Juan, que había dicho de sí mismo que no era el Cristo, y que su misión era la de preparar el camino del Señor, ahora viendo venir a Jesús, da testimonio de Él, lo presenta como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” y lo identifica como el objeto de su misión. Como si dijera, señalando a Jesús: a Él he venido a anunciar… a Él tienen que conocer… a Él tienen que seguir.

Dar testimonio no es cosa que pueda hacerse solo de palabra, sino que implica la vida; y el testimonio de Juan, la coherencia entre lo que dice y lo que hace, su modo de hablar del Señor, presentarlo como Hijo de Dios, hará que Juan se defina a sí mismo como servidor de la misión de Jesús, hará que sus propios discípulos sigan al Señor, y le hará con humildad reubicarse ante la presencia de Jesús, sabiendo ponerse detrás de ÉL.

El testimonio de Juan nos ilumina: nos muestra quién es Jesús y cuál es su misión; nos hace mirar nuevamente a nuestro mundo tan necesitado de salvación, mendigo de amor y de perdón, y nos señala a Jesús como el enviado de Dios para quitar el pecado del mundo, para salvar, para reconciliar y fundamentalmente para amarnos hasta el extremo. Esta misión de Jesús, será la que restaure el corazón del ser humano, para que podamos llamarnos y ser hijos de Dios.

El testimonio de Juan también nos interpela: podemos preguntarnos por nuestra propia experiencia de Jesús, y si nos preocupamos por hacer un camino de conocimiento profundo de Cristo, para poder amarlo más y seguirlo cada vez más de cerca. Podemos pensar en este año que comienza y preguntarnos lo que podemos hacer para dedicar tiempo a conocer a Jesús más íntimamente, y animarnos a ser creativos, audaces y humildes para buscar ayuda en este camino.

Podemos también preguntarnos por nuestro testimonio, ya que la fe nos hace testigos de Jesús. Así que podemos dejarnos interpelar por el Bautista y mirar qué decimos con nuestra vida y con nuestras palabras acerca de Jesús.

El testimonio de Juan el Bautista nos invita también a reubicarnos en la misión, para que sea a Cristo a quien anunciemos, y estemos atentos a las trampas que hacen que nos centremos en nosotros mismos. El seguimiento de Jesús, vivido como servidores de su misión, nos hace vivir nuestro camino descentrados y con una gran libertad, así, como la de Juan.