Viernes 5 de Junio del 2020 – Evangelio según San Marcos 12,35-37

jueves, 4 de junio de
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Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David?. El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿Cómo puede ser hijo suyo?”. La multitud escuchaba a Jesús con agrado.

 

Palabra de Dios

 

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Hoy deseo comenzar esta homilía con una de las peticiones que San Ignacio nos invita a dirigir a Dios durante la Segunda Semana de los Ejercicios Espirituales. Se trata de pedir conocimiento interno del Señor, para más amarlo y seguirlo.

De hecho, el conocimiento del otro nos abre a un amor más completo. Y el conocer más profundamente a Jesús, nos llevará a amarlo más y desde ese amor se desprenderá el seguimiento.

Conocer a Jesús implica un proceso que va afectando la vida; no sigue la dinámica consumista de quien quiere todo ya, tan rápido como superficial, para saciar vacíos y descartarlo ni bien se encuentre otro punto de atracción.

El conocimiento que pedimos de Jesús, y el que el Señor mismo nos invita a vivir, es fundamentalmente una gracia, y nos implica disponernos para estar con Él, y buscar conocer su vida, su obra, su modo de mirar al Padre, al mundo, a las personas, y desear sentir, fundamentalmente, con sus sentimientos.

En el Evangelio de hoy, Jesús, se va dando a conocer, poco a poco, cuestionando las imágenes congeladas que muchos podían tener del Salvador, y lo hace acercando a la gente a un conocimiento más claro de las Escrituras. Y es así, la Palabra de Dios es la fuente privilegiada que tenemos para ese conocimiento interno de Jesús y de su misión. Zambullirnos en la Palabra, contemplar al Señor buscando hacernos presente en los distintos momentos de su vida, para conocerlo más, amarlo más y seguirlo mejor.

Proceso de gracia al que nos podemos exponer cuando lo deseemos, teniendo en cuenta que este conocimiento íntimo del Señor, si lo dejamos afectar nuestra vida, nos moverá el esqueleto, renovará nuestra disponibilidad y fortalecerá nuestra libertad, para orientarnos a la búsqueda de la voluntad de Dios. Nuestra vida en clave vocacional: ¿qué me invitas, Señor, a vivir?

Dice el Evangelio que una multitud numerosa lo escuchaba con gusto. Y por otro lado, sabemos que a otros les molestaba lo que Jesús decía. Esto nos da una pista fundamental: Jesús no se impone, se da a conocer respetando nuestra libertad, y esto es una nota clave del modo de amarnos que tiene el Señor. Tendremos que estar atentos a lo que Él suscita en nuestro corazón para reconocerlo, acogerlo y elegirlo. Así nuestro seguimiento se dará en el seno de la amistad con Cristo, esa amistad que Él mismo nos invita a vivir.

Inspirándonos en la “Invocación a Jesucristo Modelo” del P. Arrupe, SJ, culminemos diciéndole al Señor: “Quisiera conocerte como eres: tu imagen sobre mí bastará para cambiarme.”