Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: “Ten piedad de nosotros, Hijo de David”.
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: “¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?”. Ellos le respondieron: “Sí, Señor”.
Jesús les tocó los ojos, diciendo: “Que suceda como ustedes han creído”.
Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: “¡Cuidado! Que nadie lo sepa”.
Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Estamos transitando el tiempo del adviento, tiempo de esperanza y tiempo de promesas, y una de las figuras centrales en la liturgia, en las lecturas de este tiempo, es Isaías y sus promesas, sus profecías. Hermoso descubrir cómo la profecía de Isaías nos habla de una nueva vida, de una esperanza: el desierto se transformara en un vergel, en un bosque… oirán los sordos, verán los ciegos, serán liberados los oprimidos y serán colmados los pobres.
El mismo pasaje del evangelio de hoy, que nos narra la curación que hace Jesús de dos ciegos que le piden que tenga compasión de ellos y la fe de los ciegos posibilita el milagro de Jesús. Que vivamos este tiempo, de adviento en la esperanza de que la promesa de Jesús se nos quiere hacer presente en nuestras vidas. Ver un modo nuevo, escuchar de un modo nuevo, ser más libres todos los días para construir el reino de Dios. Que tengas un hermoso fin de semana.
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