Viernes 6 de Septiembre del 2019 – Evangelio según San Lucas 5,33-39

jueves, 5 de septiembre de
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En aquel tiempo, los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben”.

Jesús les contestó: “¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar”.

Les hizo además esta comparación: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos! Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor”.

Palabra de Dios

 Padre Javier Soteras  director de Radio María Argentina

 Hoy Jesús en el evangelio nos plantea: ¡A vinos nuevos, odres nuevos!. Jesús nos está invitando a hacer un cambio interior, una conversión desde la raíz, una transformación profunda, de mente y de corazón para poder ser revestidos de su presencia, de su gracia.  Para configurarnos a Él, como dice Pablo, “hasta tener los mismos sentimientos de Cristo, Jesús”, hasta tener el corazón de Cristo. Aquello que en Ezequiel se profetiza: “les daré un corazón nuevo, les infundiré un corazón nuevo. Arrancaré de ustedes el corazón de piedra, les daré un corazón de carne”.

Es la carne de Jesús la única capaz de transformar nuestras vidas. El contacto con la carne de Jesús transforma nuestra vida. Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Iglesia en América nos recordaba una verdad esencial: El encuentro con Jesús vivo, la carne de Cristo, nos mueve a la conversión profunda, conduce a la conversión permanente. También nos ha recordado que la meta del camino de conversión, no es cualquier meta, es la santidad, es decir, llegar al estado del “hombre perfecto”, a la madurez de la plenitud en Cristo.

Todos estamos llamados a ser santos. Esta vocación universal no es una novedad. Ya el apóstol Pedro, el primer Papa, exhortaba a los primeros cristianos a responder a su vocación, a la santidad, poniendo todo empeño en asumir una conducta digna de su nueva condición.

Como hijos obedientes: “No se amolden a las apetencias de antes, del tiempo de nuestra ignorancia, más bien, así como el que nos ha llamado es Santo, así también ustedes sean santos en toda su conducta, como dice la palabra: sean santos, porque Yo soy santo ”.

El vino nuevo, que supone odres nuevos, trae la novedad. No es que hay que transformar el odre para que el vino llegue, si no que el vino mismo es el que convoca a la transformación de nuestras vidas para que sea contenida en toda su plenitud.

Que tengas una hermosa jornada y que el evangelio de Jesucristo, la novedad que El trae para la vida nueva sea la parte esencial de tu camino por estas horas.