Viernes 7 de Agosto del 2020 – Evangelio según San Mateo 16,24-28

jueves, 6 de agosto de
image_pdfimage_print

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.

Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino”.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Claramente, todos experimentamos en nuestro interior sentimientos y deseos que nos mueven a caminar en sentidos contrarios. A grandes rasgos podríamos decir que unos nos llevan a encerrarnos en nuestro egoísmo, en los que tendemos a mirar nuestro propio ombligo; los otros, se abren a un nosotros grande, y buscan construir fraternidad, nos invitan a vivir en clave generosa buscando la plenitud en la donación propia del amor.

Estas tendencias están presentes en todos nosotros y, quien quiera hacerse responsable de su vida, tendrá que reconocerlas y, a su vez, tendrá que poner en juego su libertad. Parece ser que el que no elige, fácilmente se deja comer el corazón y su acción, por la primera dinámica, aquella que termina centrándolo en sí mismo. Porque vivir la vida en clave de amor, implicará siempre un camino exigente de libertad, de salir de sí mismo, de acoger los límites y fragilidades, y desde la propia realidad buscar construir la fraternidad que nos hace plenos.

Jesús nos dice que todo lo que nos encierra en el egoísmo hace daño, tanto a nosotros mismos como a los demás, esa es la dinámica del pecado. Y nos plantea una pregunta fundamental para que realmente la consideremos a conciencia: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? O podríamos decirlo con otras palabras, ¿de qué nos sirve vivir para nosotros mismos, si esto termina entristeciendo la vida?… quizá buscando seguridades en lo que no da seguridad, quizás, queriendo saciar nuestras necesidades más hondas en respuestas superficiales.

¿Qué podemos hacer con nuestra vida? Jesús nos presenta una vida verdadera frente a las trampas y engaños que llevan a la ambición, al aparentar, al orgullo. La clave que nos da el Señor es su propia vida, y nos invita a contemplarlo, a conocerlo íntimamente, para que podamos identificarnos con él y largarnos a amar, como único modo de plenificar la vida.

Seguir a Jesús implica una decisión en libertad, porque nos lleva a optar por el camino del amor, y esto siempre significará cargar con la cruz de cada día.

Contemplando esta vida verdadera de Jesús nos planteamos nuestra decisión de seguirlo en libertad. Y acertaremos más, cuanto más salgamos de nuestra propio amor, querer e interés en clave egoísta.

Jesús, al que queremos seguir, también tuvo que elegir su manera de vivir la vida, y esta decisión le llevó a concebir su vida como alimento para los demás, a buscar amigos y amigas para vivir esta misión de la salvación de la humanidad; lo llevó a vivir la vida con sentido, libremente, amando hasta el extremo, hasta morir en la cruz. Y este mismo Jesús, a quien queremos seguir, está vivo, resucitado, diciéndonos de mil modos que vale la pena que nos identifiquemos con él en el camino del amor.