Viernes 8 de Enero de 2021 – Evangelio según San Marcos 6,34-44

martes, 5 de enero de
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Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer”. El respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Ellos le dijeron: “Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos”. Jesús preguntó: “¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver”. Después de averiguarlo, dijeron: “Cinco panes y dos pescados”. El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta. Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente. Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres.

 

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Ya estamos terminando este tiempo de Navidad; tiempo en el que la Iglesia nos ha invitado a profundizar en el significado de este niño que ha nacido en pobreza y que es Dios mismo que viene a compartir nuestra vida y nuestra historia, para salvarnos por medio del amor.

En el Evangelio de hoy, nos encontramos a Jesús atendiendo a la gente que acudía a él; a pesar de la necesidad de descanso, ya que ni Él ni los apóstoles no tenían tiempo ni para comer, porque era una multitud que iba a buscarlo.

Podemos contemplar a Jesús amando; mirando a las personas en profundidad, sintiendo compasión de la gente porque están como desorientados, como ovejas que no tienen pastor, y respondiendo mediante el servicio a las necesidades de las personas.

También, nos encontramos a Jesús como fuente de amor, que nos invita a involucrarnos en su acción por el bien del prójimo, nos interpela en nuestros criterios de eficacia, nos desacomoda de nuestros refugios de seguridad y nos invita a ponernos en sus manos depositando en él nuestra confianza.

Ante una multitud hambrienta, Jesús no transó con el consejo de sus discípulos de despedir a la gente; no se achicó frente a la irónica objeción de no tener el dinero necesario para responder a tanta necesidad; pero tampoco, el Señor, actuó solo, sin contar con los demás. No, no lo hizo así.

Les pidió a sus amigos que les den ellos de comer, y valoró la poca cantidad de alimentos con los que contaban, cinco panes y dos pescados. Qué es esto para dar de comer a tantas personas?… nada, muy poca cosa; sin embargo, era todo lo que tenían, y que había que arriesgar a ponerlo en las manos de Jesús, para que el Señor alimente a los demás.

Y así fue, pudieron entrar en esta dinámica del amor, que toma lo que somos, que lo bendice, que lo parte y lo reparte, y que sorprendentemente, lleva el consuelo y alimenta la vida de la multitud que espera del Señor una respuesta.
¿Qué podemos aprender? Quizás, volviendo a aquel niño recién nacido, necesitado de todo, en medio de tanta pobreza, que lo reconocemos como el Salvador y la respuesta de Dios a tanta necesidad del ser humano; en el Evangelio de hoy, es esta misma paradójica desproporción, la que nos involucra en la respuesta del amor de Dios.

Hoy, somos nosotros los llamados a formar parte del mismo torrente de amor que nace del Corazón de Cristo; y con todo nuestro ser, pobre y frágil, hermoso y lleno de dones, ponemos nuestra vida en las manos del Señor para actuar en servicio de la humanidad entera, de la defensa de la vida y de la promoción de la dignidad humana.

No te achiques, y ponete en las manos del Señor, El hará que tu vida sea una aporte precioso para la construcción del Reino. Que Dios los bendiga y los fortalezca.