29/01/2019 – El verano suele ser el tiempo del descanso y el ocio para muchos. Los jóvenes, al no tener clases, cuentan con la mayor parte del día libre para hacer sin fin de actividades.
Muchos de ellos, invierten su tiempo libre, para ponerse al servicio de los demás. Como Sofía Rivera, que desde el 19 de enero y hasta el 1º de febrero, está participando como voluntaria de la Semana Oratoriana Salesiana en Fontana, una localidad de 30 mil habitantes de la provincia de Chaco.
Junto a Sofi que llega desde el Oratorio Miguel Magone de Salta, hay voluntarios de la Comunidad de animadores del oratorio Anunciación, de Rosario, Santa Fe, ciudad de Córdoba, Río Tercero, Posadas, Paraná y Resistencia. “Estamos repartidos entre los ocho oratorios que se hacen en diferentes capillas en los barrios de Fontana y, durante esta experiencia, pasamos las tardes con juegos y taller con los pibes acompañados de las buenas tardes (una pequeña reflexión) y el tan esperado cocido con tortas fritas. Después cerramos el día con todos los animadores que se suman a la Semana Oratoriana Salesiana, con formaciones y espacios para compartir y vivir como familia oratoriana.
“El voluntariado te va transformando” Para mí, ser voluntaria es un camino lleno de procesos que te van transformando y atraviesan tu vida de distintas maneras. El -salir- te desestructura y todo es un constante “dejate sorprender” por Dios que te lleva a ir cuestionandote y movilizarte a seguir dando lo que sos y amando. El por qué de todo esto es encontrarlo a Dios cerquita estando en especial sintonía con él, en la comunidad que vas formando, en los chicos del Ora, en lo de todos los días, en lo concreto y también en los detalles que son un pedacito de cielo. Después de una experiencia de voluntariado el año pasado, tenía muchas ganas de vivir algo parecido, aunque mucho no conocía de lo que me esperaba. Llegué a Chaco con muchas ganas de compartir y aprender. Acá pudimos formar una linda comunidad entre los voluntarios y voluntarias de las distintas provincias; estamos en casa y entre todos nos ayudamos y sostenemos. Algo que me llamó la atención es la gran cantidad de colaboradores (adolescentes entre 13 y 14 años) que dan vida al patio con sus ganas de animar y también los asesores (adultos mayores de 25, en su mayoría cooperadores) que prestan su asistencia con cariño de padres y acompañan a los animadores y niños. Esto de renunciar al “descanso” te llevan a ganar un corazón lleno de rostros y nombres, en dónde te topas con una realidad distinta a la tuya (o quizás, no tanto) que te ayuda a que no se te haga rutina o cotidiano situaciones y circunstancias que impactan y te permiten cuestionar(te), de alguna manera, te “despertás” y tratas de hacer algo porque te importa y sos parte. El servicio que se presta en el voluntariado es ofrecer lo que -sos-, así tal cual, con tus dones, aciertos y desaciertos para los demás aunque a veces sea un poco complicado. Estás en la cancha, pisas el barro, te involucras y ya no sos indiferente a las cosas con las que te encontrás y eso te ayuda a abrir la cabeza y entregar el corazón. Si bien estos días tienen una fecha de cierre, en el regreso a casa trabajas para intentar llevar un poquito de todo lo que viviste durante este tiempo a tu grupo y familia para seguir creciendo y nutriéndonos siendo consciente de que ya no podés quedarte mirando desde afuera esa realidad que también es tuya y sos protagonista.
Para mí, ser voluntaria es un camino lleno de procesos que te van transformando y atraviesan tu vida de distintas maneras. El -salir- te desestructura y todo es un constante “dejate sorprender” por Dios que te lleva a ir cuestionandote y movilizarte a seguir dando lo que sos y amando.
El por qué de todo esto es encontrarlo a Dios cerquita estando en especial sintonía con él, en la comunidad que vas formando, en los chicos del Ora, en lo de todos los días, en lo concreto y también en los detalles que son un pedacito de cielo.
Después de una experiencia de voluntariado el año pasado, tenía muchas ganas de vivir algo parecido, aunque mucho no conocía de lo que me esperaba. Llegué a Chaco con muchas ganas de compartir y aprender. Acá pudimos formar una linda comunidad entre los voluntarios y voluntarias de las distintas provincias; estamos en casa y entre todos nos ayudamos y sostenemos.
Algo que me llamó la atención es la gran cantidad de colaboradores (adolescentes entre 13 y 14 años) que dan vida al patio con sus ganas de animar y también los asesores (adultos mayores de 25, en su mayoría cooperadores) que prestan su asistencia con cariño de padres y acompañan a los animadores y niños.
Esto de renunciar al “descanso” te llevan a ganar un corazón lleno de rostros y nombres, en dónde te topas con una realidad distinta a la tuya (o quizás, no tanto) que te ayuda a que no se te haga rutina o cotidiano situaciones y circunstancias que impactan y te permiten cuestionar(te), de alguna manera, te “despertás” y tratas de hacer algo porque te importa y sos parte.
El servicio que se presta en el voluntariado es ofrecer lo que -sos-, así tal cual, con tus dones, aciertos y desaciertos para los demás aunque a veces sea un poco complicado. Estás en la cancha, pisas el barro, te involucras y ya no sos indiferente a las cosas con las que te encontrás y eso te ayuda a abrir la cabeza y entregar el corazón.
Si bien estos días tienen una fecha de cierre, en el regreso a casa trabajas para intentar llevar un poquito de todo lo que viviste durante este tiempo a tu grupo y familia para seguir creciendo y nutriéndonos siendo consciente de que ya no podés quedarte mirando desde afuera esa realidad que también es tuya y sos protagonista.
Comunidad de animadores del oratorio Anunciación