Cada 25 de julio, recordamos el martirio del beato Wenceslao Pedernera, un hombre que amó al prójimo y a la tierra, en la construcción de la vida cotidiana y amó a Dios, hasta entregar su vida por el proyecto del Evangelio.
Wenceslao se casó con “Coca” (Marta Cornejo), tuvieron tres hijas. Él no frecuentaba la iglesia pero lentamente comenzó su acercamiento a Dios, por el testimonio y las reiteradas invitaciones de su esposa a participar de la novena en honor a la Virgen de la Carrodilla. Un día de la novena, en el año 1968, se acercó a la capilla del lugar y quedó impactado con la Palabra de Dios y la predicación del sacerdote y desde este día comenzó a participar de formar periódica en la celebración de la Eucaristía. Coca recuerda: “A partir de eso Wenceslao se entusiasmó mucho, y no le importó más nada. Lo único que le interesaba era Cristo y la Iglesia”.
Estas palabras se confirman al conocer la vida de este campesino que se entregó por los demás siguiendo las enseñanzas del Evangelio.
Junto a su esposa Coca y otros matrimonios, compartían la lectura del Evangelio y desde este encuentro con la Palabra de Dios surgía una vida animada por el Espíritu Santo y por la propuesta pastoral de Monseñor Enrique Angelelli, inspirada en el Concilio Vaticano II.
Cabe destacar que Wenceslao no fue un hombre de muchas palabras, pero sí de muchas obras, hablaba con sus gestos:
Colaboraba en los proyectos de la comisión pro templo de la comunidad ofreciendo su fuerza y sus conocimientos, participaba en las misiones populares para ayudar a los más necesitados y abría las puertas de su hogar para recibir a sus vecinos y así escuchar juntos la misa dominical que se transmitía por radio y era presidida por Monseñor Angelelli.
En el año 1972 participó junto a su esposa de unos encuentros de formación para consolidar el movimiento rural diocesano, una experiencia de vida donde se compartía la fe y el trabajo de la tierra, en una opción preferencial por los más pobres, buscando una vida digna para todos. Por su compromiso y disponibilidad fue elegido como coordinador de este movimiento para la Región de Cuyo. Sus compañeros del Movimiento lo recuerdan como un hombre pacífico: “cuando se producían discusiones o enfrentamientos internos prefería evitar estos conflictos, contribuyendo con una conducta de armonía y buscando el diálogo entre las partes”
Algunos testimonios afirman que su experiencia de fe estaba marcada por una gran confianza en Dios, tenía la certeza de la compañía de Dio en cada paso de la vida cotidiana.
Wenceslao fue un gran animador del trabajo cooperativo de los campesinos, enseñaba a arar, a sembrar, a hacer acequias y a cosechar. Intentó llevar a la practica el mensaje del Evangelio en una opción por los más débiles y se comprometió con la defensa de los derechos de los trabajadores rurales que en su época sufrían la explotación de los terratenientes que pagaban a sus peones con migajas, muy poco dinero, y a veces con una pequeña parte de la cosecha, después de largas jornadas de trabajo.
En esta época de la dictadura militar en Argentina, quienes estaban a favor del cooperativismo eran señalados como subversivos y por este motivo Wenceslao y su esposa sufrieron amenazas. Estas amenazas se concretaron en la madrugada del 25 de Julio de 1976, cuando fue acribillado en la puerta de su hogar. En sus ultima hora dijo a su esposa e hijas: “No odien, perdonen”.
En este testimonio de vida encontramos una gran experiencia de fe, un compromiso con el Evangelio transformado en obras de caridad para con los más necesitados y el compromiso con sus derechos hasta las últimas consecuencias.
En resumen, Wenceslao Pedernera nos enseña el valor de la Fe, el trabajo, la solidaridad y el amor por la tierra, obra creada por Dios.
“Mientras «labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza. Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras.”
(Francisco, “Laudato Si” N° 67)
Nació el 28 de septiembre de 1936 en la Provincia de San Luis. En 1961 se radicó en Mendoza. Trabajo como peón en las fincas de las bodegas “Gargantini”. En Marzo del año 1962 se casó con Ramona Cornejo (“Coca”) y tuvieron tres hijas, María Rosa, Susana Beatriz y Estela Marta. En 1968 se produce el acercamiento de Wenceslao a la Iglesia con ocasión de la novena de la Virgen de la Carrodilla. En 1972, Wenceslao y Coca participaron de dos cursos de formación, en la diócesis de La Rioja. Por su compromiso y disponibilidad, fue nombrado en la coordinación del Movimiento Rural de la Acción Católica Argentina para la Región Cuyo, a fines de 1973. En 1974 se integran en la experiencia de Parcela de “La Buena Estrella”. Hasta que Mons. Angelelli les pide que se vayan por cuestiones de seguridad. Se muda junto a su familia a un terreno, en cercanías de la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria de Sañogasta. Wenceslao junto a Coca, eran catequistas en “La Puntilla”, a las afueras de Sañogasta y juntaban ropa para repartir entre los más necesitados. Wenceslao continúa trabajando de forma cooperativa con los vecinos de Sañogasta. Es allí donde comienza a recibir amenazas. Siendo la madrugada del 25 de Julio de 1976, a las 02.45 horas, golpearon la puerta de su casa. Asustada Coca le pide que no atienda, a lo que Wenceslao responde que podría ser alguien que necesitara un favor. Abre la puerta y cuatro hombres encapuchados descargaron sus armas en él, frente a su esposa e hijas. Sabemos por testigos presenciales que entre sus últimas palabras dijo a sus hijas: “No odien, perdonen.”
El 27 de abril del año 2019 fue beatificado junto a los mártires Mons. Enrique Angelelli, P. Gabriel Longueville y Fr. Carlos de Dios Murias