Cuidar el corazón como madre

jueves, 27 de agosto de 2015
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27/08/2015 – Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?

Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor, que piensa: ‘Mi señor tardará’, y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

Mt 24, 42-51

¡Bienvenidos a la Catequesis! Hoy junto al P. Alejandro Puiggari desde el Seminario de Buenos Aires ¿Cómo podemos cuidar nuestro corazón para que sea fuente de ternura?

Posted by Radio María Argentina on Jueves, 27 de agosto de 2015

 

Hoy, día de Santa Mónica (mamá de San Agustín), de alguna manera es el día de la madre, de tantas mamás que lloran por sus hijos, que los acompañan y los cuidan prologando el parto a toda la vida. Y en el evangelio se nos invita a estar prevenidos, “porque no sabemos que días viene el Señor”.

Prevención supone algo previo, evitar que venga. Entonces lo que tenemos que hacer para cuidar el corazón, es en el buen sentido, bloquearlo para que el enemigo no entre. Para eso hay 3 caminos: la oración. El demonio no soporta que los corazones sean centros de la Santísima Trinidad. La oración fortalece el corazón y cierra cualquier puerta o ventana al mal. Segundo, con el pecado y el demonio no se dialoga, porque cuando le dejás una rendija ingresa. En tercer lugar, un corazón mariano. La que se asoció como nadie a su hijo Jesús para que el ladrón no pueda arrebatar a sus ovejas. Es bueno preguntarse hoy, ¿cómo cuido la oración?. Cada uno tiene modos y tiempos distintos.

Por otra parte, dice el texto, “nadie sabe el día que vendrá el Señor”. Nadie sabe cuándo va a morir, y sin embargo el Señor nos regala cada día un nuevo día. Cuando uno se levanta al comenzar el día tenemos que darle gracias. Y a la vez somos conscientes que algún día ya no nos despertaremos más. Casi nadie sabe cuándo es ese día, y más de las 2/3 mueren sin imaginárselo. A mí me apasiona saber que el Señor hoy me regala el hoy. ¿Y si yo me muriera hoy?. Lo cierto es que hoy es el día más lindo del mundo porque el Señor me lo regala para poder vivir con intensidad, me regala el hoy para poder amar. Por eso no desgastes tu día, vivílo intensamente amando y dejándote amar, y descubrí que el Señor te lo regala como tierra fecunda. El vivir el hoy con intensidad te aleja de toda rutina, aunque mañana hagas lo mismo. Nos hace bien pensar éstas cosas.

En la Parroquia, celebro algunos días esa misa casi no rezada, la misa por el “buen morir”. Que lindo morir habiendo vivído con intensidad. Necesitamos cuidar el corazón, de ahí surge lo más lindo y también lo que nos hace daño.

Para cuidar bien el corazón, para administrar bien los talentos que el Señor nos da tenemos que aprender a desacelerar un poco la vida, a ser pacientes. Necesitamos cuidar el corazón todos los días. “El demonio no se descorazona jamás. Tiene paciencia, incluso hasta el final de la vida” dice el Papa Francisco. Por eso todos los días le decimos a la Virgen, “cuidanos siempre, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Por eso también Jesús experimentó esta realidad, el demonio lo tentó en el comienzo de su misión, y hasta llegar a la cruz “si eres el Hijo de Dios sálvate”. Por eso tenemos que cuidar el tesoro del corazón. Lo cuidamos nosotros, y se lo confiamos al Espíritu Santo para que Él vele por nosotros. No somos nosotros los luchadores que venceremos al enemigo, sino el Espíritu Santo, que es llave segura, que cuida el corazón y lo llena del fuego del amor donde no hay lugar para la mezquindad ni para el enemigo. El Espíritu Santo es el centinela de nuestro corazón. ¿Lo recibimos o lo tenemos arrinconado?. ¡Qué importante es que el Espíritu Santo nos ayude! “Ven Espíritu Santo”, y allí asume, abraza y cuida todo lo que hay en nuestro corazón. Un corazón lleno del Espíritu Santo es un corazón que descubre la fiesta de la comunión, entonces un signo de que ese corazón está bien custodiado es la amabilidad, la alegría, la magnanimidad… un corazón que gusta de la fiesta de los hermanos.

 

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Ser el rostro materno de Dios

La vocación de todo corazón es el amor. Cuando decimos un corazón que ama, quizás la primera experiencia, es la del amor de nuestras mamás. Le pedimos al Señor que nos ayude a cuidar nuestro corazón para poder amar con ternura, para que hagamos de la Iglesia un corazón de madre, para que todos podamos cuidar y custodiar la vida.

La madre engendra vida y lo lleva dentro suyo 9 meses, lo cuida y lo protege, pero cuando ese hijo sale al mundo no lo deja sólo sino que lo sigue acompañando… al principio más de cerca, y después dando algunas libertades hasta que puede volar.

La madre sigue siendo madre siempre, nunca se jubilan. La madre es incondicional, porque no sólo se limita a dar la vida, sino que ayuda a crecer con sus atenciones, con sus gestos y con su amor, pero también, y es el momento más difícil, entiende que el hijo no es una extensión suya sino que tiene que hacer su camino propio, aunque se equivoque. La madre sufre, por eso acompaña el crecimiento de sus hijos desde el sufrimiento y desde la oración. Eso lo hemos visto tan fuerte en Santa Mónica.

Hoy damos gracias a nuestras madres, que también nos siguen cuidado desde el cielo. También pedirle a la Iglesia que sea madre. El Papa insiste en que la Iglesia sea madre, y por eso cuando no tenemos a la Iglesia como madre estamos “guachos” sin madre. Sepamos reconocer que hay fallas, intentemos poner nuestro aporte, pero lo hagamos con mucho amor.