Las cosas más valiosas de la vida son gratis

miércoles, 27 de mayo de 2015
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Abrazo (6)

27/05/2015 – Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: “Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará”.

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. El les respondió: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”. Ellos le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”.

Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?”. “Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.

En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados”. Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.

Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.

Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.

Mc 10,32-45

Servir en gratuidad implica hacernos uno con el amor de Cristo lo cual es solo posible por el camino de la entrega y del amor que siempre se multiplica. Tan inclusivo es el amor de Dios que también incluye a los enemigos, a los agresivos y a los enemistados; ellos merecen nuestro gesto de amor, no porque esté en nuestra naturaleza sino porque eso nos asemeja a Dios y Él nos da su gracia. Es el Padre Dios el que nos da esa posibilidad, el que hace salir el sol sobre buenos y malos, hacer caer la lluvia sobre justos e injustos.

Madre Teresa nos ha dejado un gran legado en el amor. Ha sido una fuerza inspiradora que encontró en ella la presencia del amor que cambia la vida. Su presencia desde India, con gestos de sencillo amor fue cambiando el rostro de la pobreza, haciendo salir de lo profundo del corazón del pobre al mismo Cristo escondido. El gesto con el más sufriente hace que salga a la luz el Cristo escondido.

Todo el capítulo 25 de Mateo ha sido su testamento “Porque tuve hambre, y me distes de comer; tuve sed, y me distes de beber; fui forastero, y me recogiste; estuve desnudo, y me cubriste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a verme. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De verdad les digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hiciste”. El Señor está escondido allí con los más débiles, pobres y sufrientes a donde nos invita a servirlo y a encontrarlo en el signo del amor.

Hay lugares de la indigencia y de la humanidad sufriente que se convierten en una llamada donde Cristo nos espera para hablarnos al corazón.

En el mundo del mercado pareciera que toda la felicidad tiene el precio de lo que valen. Pero la felicidad no tiene precio, no se compra ni se vende. Las lógicas de Dios son otras y por lo pronto es importante diferenciarse de las lógicas de poder que nos transmite el dinero. El dinero es el gran señor que cree poderlo todo y sin embargo es una gran mentira. Hay muchas cosas que se compran con dinero, pero hay otras que no tienen precio, y no podemos adquirirlas con todo el oro del mundo. 

Con dinero podemos comprar la Biblia, pero no podemos comprar la fe.
Con dinero se puede comprar el mundo, la voluntad de las personas, pero a un amigo no se lo puede comprar.
Con dinero podemos comprar armas y bombas, pero no se compra la paz con dinero.
Con dinero se puede comprar un crucifijo, pero no podemos comprar al Salvador. El Salvador no se vende, se ofrece, se nos da.
Con dinero podemos comprar diversión, pero la felicidad no se vende.
Con dinero se puede comprar medicina, pero la salud no se compra.
Con dinero podemos comprar una casa, pero un hogar no es un montón de ladrillos, es el calor, el afecto, el cariño entre las personas que viven bajo un mismo techo.
Con dinero se pueden comprar adornos, pero la belleza es otra cosa, que no se compra ni se vende, es un don del cielo.
Con dinero podemos comprar libros, pero la sabiduría viene por otro camino.
Con dinero se puede comprar una cama, pero los sueños… los sueños nacen desde otro lugar.
Con dinero podemos comprar placer, pero el humor es mucho más que el placer y la felicidad no se compra ni con todo el oro del mundo.

Hay cosas que no tienen precio, que vienen dadas y que desde la gratitud hay una parte importante de lo que tenemos para transformar la sociedad.  Dios, que es Padre, en la gratuidad nos regala a su hijo Jesús, el mayor de los regalos. Seguramente de la mano de la gratuidad podamos empezar a vivir con otra lógica. 

Por el camino de la gratuidad Dios nos bendice. En el territorio de la pobreza queremos encontrarnos con el Dios escondido que quiere hablarnos y mostrarnos su rostro.

Padre Javier Soteras