Crucificados con Cristo, resucitados con Él

viernes, 2 de junio de 2017
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cruz
02/06/2017 – En la Catequesis de hoy nos centramos en el misterio central de nuestra fe,  la muerte y resurrección del Señor.

“Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes”.

Lucas 22,17-20

¿Qué sucedió en la Última Cena?

Jesús lavó los pies a sus discípulos la víspera de su muerte; instituyó la Eucaristía e inauguró el sacerdocio de la Nueva Alianza. [610­611]

En el contexto de esa cena, entre comida, cantos y oraciones recordando la liberación del pueblo de Israel, mientras todo eso acontece Jesús mostró su amor hasta el extremo de tres maneras: lavó los pies a sus discípulos y mostró que está entre nosotros como el que sirve (cf. Lc 22,27). Anticipó simbólicamente su muerte redentora, pronunciando sobre los dones del pan y del vino estas palabras: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes” (Lc 22,19s). De este modo instituyó la Sagrada Eucaristía. Y al mandar a sus apóstoles: “Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11,24b), los convirtió en sacerdotes de la Nueva Alianza. 208-223. 

Después de este clima enrarecido de gozo y alegría, junto con la traición, el Señor se va al huerto.

¿Tuvo Jesús miedo ante la muerte en el Huerto de los Olivos, la noche antes de morir?

Puesto que Jesús era verdaderamente hombre, experimentó en el Huerto de los Olivos verdaderamente el miedo humano ante la muerte. [612]

Con las mismas fuerzas humanas que tenemos todos nosotros Jesús tuvo que luchar por su asentimiento interior a la voluntad del Padre de dar su vida para la vida del mundo. En su hora más difícil, abandonado por todo el mundo e incluso por sus amigos, Jesús se decidió finalmente por un sí. “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt 26,42) 476

¿Por qué tuvo Jesús que redimirnos precisamente en la Cruz?

La Cruz, en la que Jesús inocente fue ajusticiado cruelmente, es el lugar de la máxima humillación y abandono. Cristo, nuestro Redentor, eligió la Cruz para cargar con la culpa del mundo y sufrir el dolor del mundo. De este modo, mediante su amor perfecto, ha conducido de nuevo el mundo a Dios. [613­617,622623]

Dios no nos podía mostrar su amor de un modo más penetrante que dejándose clavar en la Cruz en la persona del Hijo. La cruz era el instrumento de ejecución más vergonzoso y más cruel de la Antigüedad. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados por grandes que hubieran sido sus culpas. De este modo Dios penetra en lo más profundo del dolor humano. Desde entonces ya nadie puede decir: “Dios no sabe lo que yo sufro”. Es un Dios cercano, hecho uno de los nuestros, se embarró y se hizo pecado para liberarnos.

¿Por qué debemos nosotros también aceptar el sufrimiento en nuestra vida y así “cargar con la cruz” y con ello seguir a Jesús?

Nosotros somos invitados con el Señor a aceptar nuestra cruz, como quien tiene la fuerza en Cristo para no sólo resistir sino vencer. No tenemos que buscar el dolor, porque ya está, forma parte de nuestra vida. Es cómo lo vivimos y lo hacemos nuestro, lo que marca la diferencia entre sufrir sin sentido y sufrir con el corazón puesto en Dios. Nuestro sufrimiento no es estéril, vivído en Dios, da mucho fruto. “El que quiera seguirme que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”. El Señor nos pide que le entreguemos nuestra propia debilidad, y ahí el Señor lo convertirá en redentora.

Los cristianos tienen la tarea de mitigar el dolor en el mundo. Sin embargo, siempre habrá dolor. En la fe podemos aceptar nuestro propio dolor y compartir el ajeno. De este modo el dolor humano se hace uno con el amor redentor de Cristo y con ello se hace parte de la fuerza divina que transforma el mundo hacia el bien.

¿Murió Jesús realmente o quizás pudo resucitar precisamente porque sólo había sufrido la muerte en apariencia?

Jesús murió realmente en la Cruz; su cuerpo fue enterrado. Esto lo atestiguan todas las fuentes. [627]

En Jn 19,33 ss los soldados comprueban expresamente la muerte de Jesús: abren el costado de Jesús muerto con una lanza y ven que salen sangre yagua. Además se dice que a los crucificados con él les quebraron las piernas, una medida para acelerar el proceso de la muerte; esta medida ya no era necesaria en el caso de Jesús en el momento en cuestión, porque él ya estaba muerto.

Sabe que el Padre no lo va a dejar sólo, aunque siente humanamente la ausencia del Padre. Siente que no siente la cercanía del Padre porque está en el infierno, que es la eterna ausencia de Dios. Jesús está en ese lugar enfrentando el pecado, y siente como todos los condenados la ausencia de Dios. Desde ahí clama. El Padre lo sostiene y lo va a resucitar.

¿Se puede ser cristiano sin creer en la Resurrección de Cristo?

No. “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe” (1 Cor 15,14). [631,638,651]

¿Cómo llegaron a creer los discípulos que Jesús había resucitado?

Los discípulos, que antes habían perdido toda esperanza, llegaron a creer en la Resurrección de Jesús porque lo vieron de formas diferentes después de su muerte, hablaron con él y experimentaron que estaba vivo. [640644,656]

Los acontecimientos de la Pascua, que ocurrieron hacia el año 30 en Jerusalén, no son ninguna historia inventada. Bajo la impresión de la muerte de Jesús y de la derrota de su causa común, los discípulos huyeron (“Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel”, Lc 24,21) o se refugiaron tras las puertas cerradas. Sólo el encuentro con Cristo resucitado los liberó de su espanto y los llenó de una fe entusiasta en Jesucristo, el Señor de la vida y de la muerte.

Vos también sos parte de la experiencia de la resurrección, con tu testimonio de cómo pudo más la vida que la muerte en tu vida. 

¿Hay pruebas de la Resurrección de Jesús?

No hay pruebas de su Resurrección en el sentido de las ciencias positivas. Pero, como hecho histórico y trascendente a la vez, dio lugar a testimonios individuales y colectivos muy poderosos, por parte de un gran número de testigos de los acontecimientos de Jerusalén. [639­644,647,656­657]

El testimonio escrito más antiguo de la Resurrección es una carta que escribió san Pablo a los Corintios aproximadamente veinte años después de la muerte de Cristo: “Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto” (1 Cor 15,3-6). Pablo informa aquí de una tradición viva, que él se encontró en la comunidad primitiva, cuando uno o dos años después de la Muerte y Resurrección de Jesús llegó él mismo a ser cristiano a causa de su propio encuentro deslumbrante con el Señor resucitado. Como primer indicio de la realidad de la Resurrección entendieron los discípulos el hecho de la tumba vacía (Lc 24,5-6). y precisamente fueron mujeres, que según el derecho entonces vigente no eran testigos válidos, las que la descubrieron. Aunque se dice del Apóstol Juan, ya ante la tumba vacía, que “vio y creyó” (Jn 20,8b), la certeza de que Jesús estaba vivo sólo se afianzó por medio de gran número de apariciones. La multitud de encuentros con el Resucitado acabaron con la Ascensión de Cristo a los cielos. Sin embargo hubo después y hay hoy encuentros con el Señor resucitado: Cristo vive.

¿Volvió Jesús por la Resurrección al estado corporal que tenía durante su vida terrena?

¿Cómo es que resucitó el Señor?. El Señor resucitado se dejó tocar por sus discípulos, comió con ellos y les enseñó las heridas de la Pasión. Sin embargo, su cuerpo ya no pertenece únicamente a la tierra, sino al ámbito divino del Padre [645­646]. Es un cuerpo material, pero glorioso. Por eso puede atravesar las paredes y las puertas, comer, estar y a la vez desaparecer.

Cristo resucitado, que lleva las heridas del Crucificado, ya no está ligado al tiempo y al espacio. Podía pasar a través de puertas cerradas y aparecerse en lugares diferentes y bajo una forma en la que no lo reconocían inmediatamente. La Resurrección de Cristo no fue por tanto un retorno a la vida terrena normal, sino la entrada en un nuevo modo de ser: “Pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6,9). No es como la hija de Jairo o Lázaro que volvieron a la vida; Jesús resucitó y ya no muere más. 

¿Qué ha cambiado en el mundo por la Resurrección?

Puesto que ya no todo termina con la muerte, la alegría y la esperanza han entrado en el mundo. Después de que la muerte “ya no tiene dominio” (Rom 6,9) sobre Jesús, no tiene ya tampoco poder sobre nosotros, que pertenecemos a Jesús. [655,658] La muerte ya no tiene la última palabra.

¿Qué quiere decir que Jesús ascendido a los cielos?

Con Jesús uno de nosotros ha llegado junto a Dios y está allí para siempre. En Cristo la carne humana ha llegado al trono del Padre. En su Hijo, Dios está humanamente cercano a nosotros los hombres. Además Jesús dice en el evangelio de san Juan: “y cuando yo sea elevado. sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). [659­667] Con la ascensión del Señor celebramos que ahora estamos en lo alto y por lo tanto, no podemos ocuparnos de bajezas, sino permitir que por el poder del Espíritu Santo venza nuestra debilidad pecadora y la lleve a lo alto.

En el NUEVO TESTAMENTO, la Ascensión de Cristo a los cielos marca el final de una cercanía especial del Resucitado con sus discípulos a lo largo de cuarenta días. Acabado este tiempo, Jesús entra con toda su humanidad en la gloria de Dios. La Sagrada Escritura expresa esto mediante los símbolos de la “nube” y el “cielo”. “El hombre”, dice el papa Benedicto XVI, “encuentra sitio en Dios”. Jesucristo está ahora junto al Padre, de donde vendrá un día “a juzgar a los vivos y a los muertos”. La Ascensión significa que Jesús ya no está en la tierra de forma visible, aunque está presente y está aquí.

Padre Javier Soteras

Material elaborado en base al Catecismo de la Iglesia Católica