13/10/2017- El 12 de octubre en Argentina se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultura, y en el nuevo Ciclo de Pastoral Aborigen del programa Donde Quiero Estar, el Padre Horacio Saravia dialogó sobre lo que verdaderamente significa.
“Sería como una gran equivocación o una ausencia dolorosa no tocar lo que significa el 12 de Octubre” comenzó la charla el Padre Saravia ya que está de acuerdo en como “han resignificado el día de la Diversidad Cultural pero que “sería bueno que ninguna resignificación pueda servir al encubrimiento”.
“¿Encubrir qué? Todo lo que sucedió. Donde hubo una conquista, donde hubo un avasallamiento, donde hubo un genocidio” explicó y que “se discute mucho pero que fue claramente un genocidio y un etnocidio, es decir, un genocidio cultural”. También que “sería hipócrita pretender perfumar y disfrazar una historia que ha producido mucho dolor y lágrimas”.
Al Padre le gusta hablar de un ” Día por la diversidad, pero sin encubrimiento, expresado como el Evangelio” porque “la diversidad no nos pide permiso para exisitir o no existir, ahí está, es parte de la realidad”.
“Qusiera dar un mensaje: las cosas han cambiado y la realidad ha cambiado, pero no puedo hacerlo porque creo que todavía hay mucho abuso, en todos los ámbitos” comentó sobre la situación de hoy de los pueblos originarios, cuya lucha que tiene un mensaje muy claro: “No pedimos que nos den una mano, sino que nos saquen la mano de encima”.
En una primera parte nos contó sobre el Fraile Antonio de Montesinos, quien cuando no había pasado ni 20 años del descubrimiento, dio una homilía bastante controversial alrededor de 1511 en la Iglesia de Santo Domingo en la ciudad fundada por Cristobal Colón.
Toda La Española, antiguo nombre con el que se llamaba la ciudad de Santo Domingo, se encontraba en esa misa: Diego Colón (hijo de Cristóbal), los encomenderos más notables, Bartolomé De Las Casas, el Virrey y los indios que se habían convertido. ¿Qué dijo Antonio? Elaboró junto con los otros frailes un mensaje colectivo.
Antonio de Montesino se paró en el pulpito y dijo: “Yo soy la voz de Cristo que clama en el desierto de estas islas, y he venido a deciros que todos estais en pecado mortal. En el vivís y en el morís. ¿Por que teneís en guerra a esta gente que vivía pacíficamente? ¿Por qué no la cristianizais? ¿No son hombres? ¿No tienen alma? ¿No estais obligados a amaros como a vos mismos? Tened por cierto que en el estado que estais no os podreís salvaros más que los moros y los turcos”.
“Fue un grito profético que sacudió. Hubo gente que comprendió el mensaje y abrió el corazón y otros comprendiendo el mensaje, apuntaron contra el fraile. Antonio de Montesinos luego de esa misa fue encarcelado en Santa Elena” contó el Padre Saravia.
“Y no solo fue él”. Según la historia y el Padre Saravia “después otros tomaron la bandera de este profetismo”.
Antonio de Valdivieso era obispo de Nicaragua y fue el primer mártir. “Un hombre sereno y conservador” lo describió Saravia, pero que “comienza a tener problemas porque su mensaje era claro para con los encomendores: que no olviden el Evangelio, quiénes tengan a su cargo aborígenes, les amen pero de verdad. Que haya una conversión en esa forma de relacionar”.
En una asamblea que organizaba el gobernador Contreras, también se encontraban los más famosos explotadores de indígenas. El Obispo presidió una predicación “llamando a la conversión, para que cambien la actitud ante el aborígen” y “verlos a ellos como a Jesús”. Cuando salió del templo, Valdivieso pretendía ingresar a la casa Episcopal, pero dos mercenarios lo apuñalaron por la espalda y lo asesinaron, con todos los presentes como testigos.
“Un cristiano que comprendió que debía poner en práctica el evangelio” y que fue nombrado como un “luchador incansable por la Verdad” por Juan Pablo II.
Otro caso fue en Bolivia, en lo que sería la Ciudad de Sucre hoy. Allí se encontraba el Obispo de Santo Tomás, en las minas de Potosí donde existía “un gran conflicto con los encomenderos por la explotación que se hacía y el genocidio”. Fray Francisco de la Cruz aceptó ser veedor del Virrey de Colombia sobre esta situación. Primero escuchó la versión de los encomenderos sobre el Obispo de Santo Tomás, quien era considerado un “buscapleitos” . Cuando se reúne con el Obispo, “este le dice que no hay que hablar, hay que ver”. Cuando Francisco de la Cruz vió la situación de explotación de las minas, que los encomenderos no pudieron ocultar, se puso a favor del Obispo. Sin embargo, antes de volver De la Cruz fue envenenado, y su asesinato fue encubierto como un “problema de indigestión”.
Además de ellos, en épocas más recientes sucedió lo mismo. En 1980 Óscar Arnulfo Romero fue asesinado a la luz del día en El Salvador por “la bala de los cipayos, de los que se beneficiaban de la explotación de la gente”. También, un caso que nos toca más de cerca fue el asesintato a golpes de Monseñor Enrique Agelelli, que “hicieron pasar su martirio como accidente”.
“Esta historia nos debería enorgullecer” dijo el Padre Saravia y agregó que “lo que hace creíble a la Iglesia, es esta capacidad de profetismo y de martirio, es esta actitud de amor de dar la vida por la gente. El mismo Jesús lo dijo: no hay amor más grande que el que da la vida por los amigos”.
“Siempre, en cualquier proceso donde haya opresión, es el profetismo y el martirio lo que hacen creíbles a la Iglesia” aclaró el Padre.
“¿Ha sido cómplice la Iglesia? Mucha gente me diría que si que claro que sí” dijo el Padre Saravia como conclusión del día, y que para él “hubo de las dos cosas”.
“Hubo gente de Iglesia que estuvo involucrada en este genocidio, en este avasallamiento cultural, en esta explotación. Gente que habiendo venido con la misión de anunciar el evangelio, terminó envuelta en la ambición, en la complicidad en lo que es anti evangelio. No debo negar eso. Porque eso existió”.
Pero aclaró que “no sólo eso existió. Hubo también gente convencida del Evangelio, que terminó dando su vida. Incluso españoles del siglo XVI” y que por eso está seguro que “la responsabilidad de aquellos que cometieron barbarie no puede ser justificada por el perspectivismo histórico y por aquella coyuntura que se dio con el encontronazo de estos dos mundos: Europa y América”.
¿Por qué no? “Estos mártires contradicen esa respuesta. Sí se podía pensar distinto. Podía condicionar el momento histórico pero no lo determinaba porque el Evangelio tiene una verdad ayer, hoy y mañana”.
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