Argentinos, a estudiar

lunes, 2 de marzo de 2015

Tiza

02/03/2015 – Hacia el comienzo del ciclo lectivo 2015, en la mayoría de las provincias argentinas, compartimos una reflexión de Monseñor Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

 

Empieza el mes de marzo, y con él las clases en todo el país, aunque con unos pocos días de diferencia según los distritos, y conforme se desarrollen algunos conflictos. 

La escuela es un gran espacio para el bien común. Allí se aprende la propia lengua para ser escrita y leída, para enriquecer el vocabulario, y con ello las posibilidades de expresar ideas, sentimientos, anhelos. Allí también –en la escuela– conocemos la propia cultura y nos abrimos a palpar algo de la humanidad en su conjunto. Adquirimos saberes y herramientas para insertarnos en la sociedad. Cierto que no es suficiente ni lo único necesario. Pero es un condición sin la cual no damos esos primeros pasos de integración. 

En el aula, los patios, los pasillos, crecemos además en los vínculos sociales. Aprendemos a convivir con los que tienen diversas historias familiares. Algunos niños que no tienen hermanos aprenden a ser-con-otros y compartir desde juguetes a tiempos, desde comidas a dedicación docente, desde la mesa a las canciones… 

Cuando fui Párroco estuve a cargo de la Escuela, y recuerdo las emociones familiares del primer día en el Jardín y en la Primaria, cargado de sentimientos contradictorios. Alegría por la nueva etapa, y angustias en algunos por dejar lo conocido. También es especial comenzar al último año, sea del nivel que toque. 

Cada etapa tiene sus desafíos. Cómo no pensar en el Colegio como el momento de grandes amistades. Se hacen las primeras experiencias de fidelidades y traiciones, de generosidades y egoísmos, de tiempos aprovechados y de los perdidos inútilmente. Se despliegan afectos, noviazgos, proyectos de vida a largo plazo, sueños de un mundo mejor. Las opciones vocacionales suelen madurar en la adolescencia y juventud. 

El año pasado, el Papa recibió en Roma a los miembros de la Pontificia Comisión para América Latina que habían dedicado varias jornadas a analizar la situación de emergencia educativa en el Continente. Francisco les habló diciendo: “Un joven sin utopías es un viejo adelantado, envejeció antes de tiempo. ¿Cómo hago para que esta ilusión que tiene el chico, esta utopía, lo lleve al encuentro con Jesucristo?”.  Y completaba diciendo: “Cuando la utopía cae en el desencanto, ¿cuál es nuestro aporte? La utopía de un joven entusiasta, hoy día está resbalando hacia el desencanto. Jóvenes desencantados a los cuales hay que darles fe y esperanza”. 

Es una tarea artesanal. Como cuidar la vida que emerge y necesita ser alentada, incentivada y fortalecida. ¿Te acordás de la canción “El reparador de sueños”?: “Siempre, / llega el enanito/ con sus herramientas/ de aflojar los odios/ y apretar amores”. 

La educación es un derecho del niño y de su familia. Todos tienen derecho a recibir una educación conforme a sus ideales, y principios éticos y religiosos. La educación de gestión privada no es un privilegio de unos pocos, sino un derecho de las familias. 

A su vez, debemos afirmar que las familias tienen la obligación de educar a sus hijos. Ello es no solo un bien para los alumnos, sino también para la sociedad en su conjunto. Cuanto más alto es el promedio de años de escolarización, mayores son las condiciones para el desarrollo de la sociedad, menores la cantidad de delitos, se reduce la marginación y exclusión social. 

Quisiera que consideremos algunos desafíos que tenemos en el país: 

  • La repitencia que, por reiterada, provoca en muchos desaliento y abandono de los estudios.
  • La calidad educativa; unos cuantos lo notan cuando ingresan a la universidad y perciben las grandes lagunas y las faltas de hábitos de estudio y comprensión de textos.
  • La educación sexual integral, que ayude a brindar espacios de diálogo y conocimiento para una vida afectiva madura.
  • La renovación de la alianza entre familia, escuela, padres y docentes.

Dediquemos una oración particular por los docentes, los alumnos y familias. 

Mons. Jorge E. Lozano, obispo de Gualeguaychú

28 de febrero 2015