Diego Fares: la Cuaresma, los “misterios” de la vida, y la redención

viernes, 22 de marzo de 2019
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15/3/2019 – En diálogo con Radio María, el sacerdote jesuita, maestro en espiritualidad, reflexionó sobre los misterios de Dios que se ponen en juego en la Cuaresma y en la Pascua de Resurrección, para poder vivir y amar al Señor y a los demás con más intensidad.

La vida de fe y Dios mismo están rodeado de misterios. Pero no se trata de “enigmas” por “descubrir”, sino de misterios de amor para vivir. Y, para el padre Diego Fares, “cuánto más valioso es un ser, más custodiado está su misterio”. Y “cada ser tiene un misterio de amor en su intimidad para dar”.

Según Fares, los misterios más profundos son tres: “El primero, que estemos siendo creados. El misterio de la vida, de la creación, de que exista este mundo maravilloso, terrible, dramático.  Hay misterio en las cosas de Dios: por qué nos creó, para qué, pero es misterio de amor, no una clase de ‘enigma’. El segundo, es de la redención: el misterio es que nos ame tanto, no solo como para darnos la vida sino para dar la suya a cambio de la nuestra. Y, tercero, el misterio de la santificación: cómo se las arregla el Espíritu Santo para irme guiando en mi vida de manera que me vaya encontrando con Jesús cada tanto y pueda relacionarme con Él sinceramente, libremente, por mi propia elección”.

¿Qué hay que hacer para vivir con conciencia y plenitud los misterios del amor de Jesús? “Hay que escuchar a los testigos -respondió el padre Diego-. Hay que ponérseles al lado y trabajar con ellos para que, en la práctica de las obras de misericordia, se vaya trasluciendo el espíritu de las bienaventuranzas. Esta dimensión del misterio es esencial: te lo tiene que predicar otro. Pero otro que se viene a quedar con vos, que te viene a acompañar en tu vida”. Y agregó: “El misterio de Dios es siempre un misterio de a tres: vos, otro -que te predica o al que servís- y Dios”.

Misterio de Redención

Según el sacerdote jesuita que vive en Roma, “toda la vida de Cristo es Misterio de Redención. Todo en Jesús redime, salva, es aplicable a la vida, da fruto. La Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz, pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo”.

Cuando le preguntamos de qué manera actúa, respondió: “En su Encarnación, haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza; en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su sometimiento; en su palabra que purifica a sus oyentes; en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales ‘Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades’; en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica”.

Y agregó: “Toda la vida de Cristo es Misterio de Recapitulación. Todo lo que Jesús hizo, dijo y sufrió, tuvo como finalidad restablecer al hombre caído en su vocación primera: cuando se encarnó y se hizo hombre, recapituló en sí mismo la larga historia de la humanidad procurándonos en su propia historia la salvación de todos, de suerte que lo que perdimos en Adán, es decir, el ser imagen y semejanza de Dios, lo recuperamos en Cristo Jesús”.

Consultado acerca de las personas que no han sido remididas, este jesuita que es discípulo de bergoglio, señaló: “Redimidos hemos sido todos. Dios quiso por Jesús «reconciliar todas las cosas consigo, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos» (Col 1, 15-22). Redimir significa «re-comprar». Pagar el rescate por un secuestro, recomprar a un esclavo para darle la libertad. San Pablo nos dice que todos hemos sido comprados al precio de la sangre de Cristo”.

Y cuando le preguntamos cómo vive un redimido, explicó: “Vivir como redimido implica vivir como un esclavo que ha sido liberado, como un enfermo terminal que ha sido curado, como un inmigrante que ha sido acogido, integrado e invitado a trabajar en el nuevo país, como un hijo pródigo al que lo reciben con un abrazo y le ofrecen un banquete, como un obrero de la última hora al que le pagaron igual que a los demás… Vivir como un redimido significa vivir agradecido, humildemente considerándose como el último y servidor de todos y tratando de reparar lo que no se hizo bien. El Papa hace notar la conciencia del tiempo que nos da la Pascua, que nos saca de la lógica de «devorarlo todo» para pasa a la lógica de «sufrir por amor», porque cuando uno ama, sufre con el otro y por el otro, ya que siempre hay alguien a quién ayudar”.