Día de Nuestra Señora de Luján

lunes, 8 de mayo de 2017
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Cada 8 de mayo celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina.

Todo comenzó en el siglo XVII cuando Antonio Farías Saa, un hacendado portugués afincado en Sumampa, le escribió a un amigo suyo de Brasil para que le enviara una imagen de la Virgen en cuyo honor quería levantar una ermita. En Mayo del año 1630 una caravana de carretas, sale de Buenos Aires rumbo al norte llevando dos imágenes. Las que hoy conocemos como ‘de Luján’ y ‘de Sumampa’ respectivamente. La primera representa a la Inmaculada y la segunda a la Madre de Dios con el niño en los brazos tal como Virgen de la Consolación. Inmediatamente ambas imágenes emprendieron un largo viaje en carreta con la intención de llegar hasta Sumampa.

 

Virgen de Luján, Negrito Manuel, rezo

La Virgen decide quedarse

La imagen, llevada en carreta de Buenos Aires a Santiago del Estero, se detuvo inexplicablemente a las orillas del río Luján (a 67 km de Buenos Aires), cerca de la casa de Don Rosendo Oramas. Se cambiaron los bueyes y se bajó la carga, pero sin resultado. Los bueyes rehusaban cruzar el río.

Conversando sobre tan extraña novedad, se supone que el negro Manuel, movido por la gracia de Dios dijo: “Señor, saque del carretón uno de los cajones, y observemos si camina”. Así se hizo, pero en vano. “Cambien los cajones, veamos si hay en esto algún misterio”, replicó Manuel.

Los bueyes insinuaron moverse en cuanto se bajó esa caja del carro. Entonces, pensando que todo estaba resuelto, la volvieron a subir. El resultado: el carruaje volvió a quedarse como estacado al piso.

Cuando volvieron a bajar la caja, los bueyes se movieron sin dificultad alguna. Dijo entonces el negro Manuel: “Esto indica que la imagen de la Virgen encerrada en este cajón debe quedarse aquí”. Abrieron el cajón y encontraron una bella imagen de la Virgen en su advocación de la Purísima Concepción.

De inmediato los arrieros la veneraron y luego, en devota procesión, llevaron la imagen a la casa de la estancia de Rosendo donde sus dueños le levantaron un humilde altar. Desde luego los arrieros entendieron que era una particular disposición del Cielo que la imagen de la Virgen encerrada en tal cajón se quedase en aquel paraje, como en efecto se quedó.

La otra imagen prosiguió viaje a su destino en Sumampa, donde se la consagró en la capilla de la estancia de Farías de Saa, en Santiago del Estero, donde dio origen a la devoción de Nuestra Séñora de la Consolación de Sumampa. Pronto la noticia se propagó y llegaban numerosos peregrinos a la capilla primitiva donde se veneró a Nuestra Señora durante cuarenta años.

El negro Manuel, un esclavo negro, fue el testigo privilegiado de toda esa maravilla. Viendo sus patrones el intenso amor que demostraba a la Virgen, lo destinaron al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos.

La tradición nos dice que Manuel, recibió el don de curación con el sebo de las velas de la capilla. Y relataba a los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar consuelo a los afligidos.

Millones de Argentinos llegan a la Basílica de la Virgen de Luján en peregrinación cada año ofreciendo sacrificios, pidiendo gracias y en agradecimiento por dones recibidos.

Rezamos por inundados (2)

 

Fuente: foro de la Virgen