Jueves Santo: Dios nos entrega su Amor

jueves, 1 de abril de 2021
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Lo que celebramos hoy es el prólogo y la síntesis anticipada del Misterio pascual y la prueba más patente del amor de Dios al hombre. Un amor manifestado en cada uno de los gestos y de las palabras de nuestro Redentor.

Hoy conmemoramos especialmente la institución de la Eucaristía, memorial perfecto del sacrificio de Cristo en la cruz, sacramento admirable de su presencia en medio de nosotros, fuente de gracia en esta vida y alimento para la vida eterna. Y con la Eucaristía evocamos también la institución del sacerdocio cristiano que tiene como finalidad primera el asegurar a lo largo de los siglos este santo sacrificio y sacramento. En este día santo se recuerdan así mismo el lavatorio de los pies a los discípulos y el “mandamiento nuevo” del amor fraterno (cf. Jn 13, 35).

Todos estos acontecimientos tuvieron lugar en el marco de la fiesta judía de la Pascua, establecida por Moisés y centrada en el sacrificio y en la cena de un cordero. Por eso la última cena de Jesús con sus discípulos no fue una casualidad o una circunstancia meramente fortuita sino fruto de una decisión especial y, como tal, convenientemente preparada (cf. Mc 14,12-16 ).

Los cuatro evangelistas y toda la tradición cristiana posterior dan fe de ello a la vez que resaltan el cumplimiento del significado de la pascua antigua en Jesús, señalado expresamente por Juan el Bautista como el verdadero “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29.36). Por eso la liturgia del Jueves Santo hace referencia también a la pascua establecida por Moisés, para que comprendamos mejor que lo antiguo ha pasado y que ahora es Cristo “nuestra víctima pascual inmolada” (1 Cor 5,7b).

Mediante estos gestos y palabras, a los que siguió el mandato de reiterarlos en memoria suya, Jesús anticipó el sacrificio de la cruz y manifestó su intención de perpetuar su presencia entre los discípulos precisamente  bajo aquellos mismos signos del pan y del vino (cf. Lc 22,19; 1 Cor 11, 24.25). Desde entonces la Iglesia nunca ha dejado de reunirse, especialmente al llegar el domingo, para conmemorar la muerte y resurrección del Señor leyendo cuanto se refiere a él en toda la Escritura y para reconocerlo presente en la Eucaristía con su cuerpo inmolado y con su sangre derramada.

Pero, además de manifestar su amor hacia los discípulos, Jesús promulgó el mandamiento nuevo ( Jn 13, 34-35) y lo acompañó con el gesto del lavatorio de los pies. El mismo Jesús había afirmado en una ocasión: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10, 45). Ahora lo vuelve a recordar, pero predicando con el ejemplo. Porque, aunque es el Maestro y Señor, quiso ser el primero también en el servicio para que nosotros sus discípulos le imitemos ( Jn 13, 13-17).

El servicio a los demás, para nosotros los cristianos, significa imitar a Cristo en el amor. Nuestra vocación es el amor. Pero el amor sin el servicio, el amor de palabra pero sin la puesta en práctica de lo que significa, es un amor vacío, no es auténtico.