María, aurora del mundo nuevo, Madre de los vivientes, a Ti confiamosla causa de la vida: mira, Madre, el número inmenso de niños a quienes se impide nacer, de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creemos en tu Hijo sepamos anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzanos la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda nuestra existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. Amén.
San Juan Pablo II. 25 de marzo de 1995