“El trabajo infantil es una verdadera esclavitud”

miércoles, 12 de junio de 2013
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El Papa Francisco hizo un llamado contra "la explotación de los niños en el trabajo doméstico", un "fenómeno lamentable en constante aumento", sobre todo en los países pobres, que afecta en particular a las niñas. "Hay millones de menores, en su mayoría niñas pequeñas, que son víctimas de esta forma oculta de explotación que con frecuencia incluye abusos sexuales, malos tratos y discriminaciones", lamentó el Papa en su audiencia general ante unas 60.000 personas congregadas en la plaza de San Pedro.

El Papa, que hizo estas declaraciones con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, espera que "la comunidad internacional pueda tomar medidas cada vez más eficaces para combatir esta verdadera plaga". "¡Es una verdadera esclavitud!", exclamó.

"Todos los niños deben poder jugar, estudiar, rezar y crecer en sus propias familias, en un entorno armonioso, de amor y de serenidad: es su derecho y es nuestro deber", afirmó con vehemencia. Insistió en que "una infancia serena permite a los niños mirar con confianza la vida y el futuro". Refiriéndose a la presencia del demonio en el mundo, como suele hacer, el Papa pidió en dos ocasiones a la muchedumbre que repitiera con él "Dios es el más fuerte". "¡Por favor diganló en voz alta, conmigo!" afirmó.

El Obispo de Roma invitó a los peregrinos a "recibir la llamada de Dios a pertenecer a su pueblo; a hacer crecer la fe que recibimos en el bautismo; a vivir la ley de la caridad; a proclamar con convicción que Dios es más fuerte que el mal y que juntos podemos iluminar el mundo, si nuestra vida refleja a Cristo y vivimos en comunión con Él". Francisco hizo esta invitación después de reflexionar sobre el significado del término "Pueblo de Dios" del Concilio Vaticano II referido a la Iglesia.

Afirmó que "Dios no es propiedad de ningún pueblo. Más bien es Él quien llama a todos, sin distinción, y en Él todos somos uno". Explicó después que el nuevo nacimiento por el bautismo en la fe nos da la pertenencia a este "Pueblo de Dios": "Entramos a formar parte de este pueblo por un nuevo nacimiento, el bautismo, y a través de la fe, que es don de Dios que siempre debemos cultivar".

Y dijo que la ley de este pueblo es ciertamente el amor "que significa reconocer a Dios como nuestro único Señor y al prójimo como un verdadero hermano". Para concluir con la misión y el fin propio: "La misión de este pueblo es llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios y ser signo de su amor por todos. Su fin es el Reino de Dios, que Él ya ha comenzado en la tierra, pero que debe dilatarse hasta su consumación, cuando se manifieste Cristo, vida nuestra".