“Francisco tiene un sexto sentido”, dijo el ceremoniero del Papa

miércoles, 12 de marzo de 2014
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12/03/2014 – “Francisco tiene un sexto sentido. Es capaz de identificar a un enfermo o un necesitado en medio de miles de personas. Es una gracia especial, la siente en su corazón”, afirmó el Padre Guillermo Karcher, uno de los más cercanos colaboradores del Papa. Este sacerdote santiagueño contó detalles de su relación con el Santo Padre en una entrevista con un medio italiano.

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¿Cómo recuerdas aquel 13 de marzo de hace un año, cuando fue elegido el Papa?

Minutos antes de su elección tuve una percepción muy grande, una presencia de la Virgen de los Desatanudos. Me fui a rezar y sentí el aplauso, era el momento en que había sido elegido. En el fondo del corazón pensé: Acá hay algo relacionado con Bergoglio. Todavía no se habían abierto las puertas de la Capilla Sixtina. Fue una premonición, una experiencia mística, llamémosla como sea, pero yo no soy devoto de la Desatanudos, es su devoción. A mi no me tocaba tener el micrófono sino el libro de las bendiciones, pero le dije a otro ceremoniero: “Si sale Bergoglio, ¿me das el micrófono?”. Eso me aseguraba que iba a estar en todo momento junto al nuevo Papa incluso para darle una mano, si le fallaba el italiano iba a tener a alguien que le ayudara.

Cuando se abrieron las puertas tendía dentro una sensación de mucha serenidad y luz. Cuando salimos al balcón, él iba a tomar el micrófono y yo lo aferré fuerte. Habrá pensado: “Quién se atreve a tanto”. Entonces, me vio y dijo: “Ahhh, sos vos”. Le respondí, bajito: “Hable tranquilo”. De ahí en más fue mi admiración por ver a una persona que se mostraba al mundo con tanta seguridad, con palabras tranquilas que conquistaron al mundo.

¿Qué es lo que más te ha impactado de este año? ¿Hay un cambio en él, una evolución?

Me llama la atención la continuidad en su forma de ser, sigue siendo el Bergoglio sencillo, profundo, coherente. Sí, noto que ha sido revestido de un carisma especial, llamémoslo petrino, como Obispo de Roma pero con una misión universal, con mucha seguridad en el Señor. Se lo ve tranquilo en las decisiones que va tomando, en el discernimiento que va haciendo.

Quienes lo conocen bien aseguran que no sonreía tanto, ¿era más reflexivo antes?

Él estaba preparando su retiro, ya había llegado el tiempo de su jubilación, estaba cerrando el ciclo de su vida ministerial. De buenas a primeras se encontró con la confianza de Dios puesta nuevamente en su persona. Este mandato apostólico le ha dado un nuevo entusiasmo.

¿Cómo es la jornada del Papa?

Es muy metódico, algo característico de su formación jesuita. Se levanta tempranísimo, entre las 4.30 y 5.00. Lleva adelante la jornada en la cual existe espacio para todo y para todos. Eso le da una mayor capacidad de darse a los demás. Por la mañana él celebra la misa en Santa Marta. Antes prepara la misa, las homilías.

¿Reza ahí, en su habitación?

Sí claro, hasta que baja a la misa. Eso también es muy jesuita, ellos rezan el breviario solos. Después de la misa recibe a todos los que participaron y los saluda. Desayuna en el comedor de Santa Marta. Al terminar sube al segundo piso, donde vive, para preparar las cosas del día. Yo llegó a las nueve, hablamos un rato, le pregunto siempre como está porque esa es mi preocupación, lo veo como un padre. Es una relación de familiaridad y confianza. Ahí empieza a recibir gente, incluso los martes. Él no sabe hacer paréntesis, se vio en las vacaciones de verano y se ve en esto. Le gusta trabajar siempre, estar activo.

Recibe toda la mañana, cuando son visitas oficiales va al Palacio Apostólico. A la una almuerza y luego toma un descanso de no más de 45 minutos. A las tres y media comienza a recibir de nuevo en Santa Marta. Le gusta mucho el contacto con la gente, es lo que llama “la teología del encuentro”. Eso lo vive, es fundamental en el magisterio de Bergoglio. A las siete termina de recibir, reza el Rosario y las vísperas, después se va a cenar. Se acuesta a las 10, más o menos.

¿No trabaja demasiado? Da la impresión de que va a un ritmo distinto.

Es verdad, va a un ritmo distinto. Pero quien conoce a los argentinos sabe que nosotros trabajamos mucho, la gente y claro, los sacerdotes, se levantan muy temprano. Para mi no es excesivo, porque conozco a la gente allá. No creo que se esté excediendo.

¿Cómo vive él la “franciscomanía”?

Eso lo relativiza, no lo busca. Pero lo acepta porque sabe que es un personaje público. Esa energía que recibe de la gente él la devuelve.

¿Algo le ha quitado la sonrisa y preocupado?

Él lleva la espiritualidad de Santa Teresita, la sonrisa le viene de ella. Una sonrisa permanente, sincera, que conserva incluso en momentos de grandes reflexiones e importantes decisiones. A veces le he preguntado si no se preocupa, pero él sigue con su serenidad.

¿Ni siquiera le afectan las críticas que le hacen?

Una característica de Bergoglio es la libertad de espíritu, él se mueve convencido de lo que hace. Afronta todo con esta serenidad porque lo ha rezado y madurado.

¿Cómo es su relación con Argentina?

No tiene una nostalgia enfermiza, pero eso también es típico de los argentinos que tenemos tantas raíces familiares en Europa. Nosotros nos sentimos muy identificados con estas tierras, entonces para él estar aquí es sentirse relativamente lejos. Sabe que los argentinos vienen, los recibe especialmente y con ellos él se divierte, goza, habla en lenguaje porteño.

Eso lo hace ver muy humano, pero algunos se preocupan porque quisieran un Papa más “sagrado”. ¿Esta es una actitud espontánea o él quiere insistir en esta dimensión suya?

Es natural. Repito, la teología del encuentro él la vive. En Buenos Aires pasaba horas con la gente, por ejemplo en la fiesta de San Cayetano. Saludaba uno a uno a la gente que pasaba la noche en las calles. Iba a las villas y se sumergía, tomaba mate como lo vemos tomar mate aquí, de cualquiera. No tiene problema.

¿No les preocupa que alguien use el mate para hacerle daño?

No, mi preocupación es que le caiga mal. Que no sea un mate frío que podría sentarle fatal al estómago.

¿Qué lado desconocido descubriste de Bergoglio en este año?

En una ocasión entre el público había un parapléjico y él detuvo el papamóvil, bajó, lo saludó y lo bendijo. Al día siguiente yo le pregunté cómo había advertido en medio de la multitud la presencia de esta persona necesitada del contacto con Pedro. Él me respondió: “Yo lo siento”. Cuando me lo dijo di un paso atrás porque pensé: “Acá estoy ante Su Santidad”. Para descubrir la necesidad en medio de miles de personas se necesita de un “sexto sentido”, hay algo más.

Ayer, en la tercera jornada de los Ejercicios Espirituales que el Papa Francisco y la Curia Romana están realizando en la casa Divino Maestro de Ariccia, el predicador Monseñor Angelo De Donatis destacó que “el hombre es como una granada: en su interior tiene muchas semillas pequeñas y carnosas, como los elementos de la creación. Dios los puso allí, todos juntos, en una masa, sobre la que infundió el soplo de la vida. Mientras Monseñor De Donatis ofrecía esta imagen de la creación del hombre, mostró justamente una granada, para dar a entender mejor la idea de la belleza de la criatura humana. “Pero se trata de una belleza, que está destinada a deshacerse si se impide artificialmente que el soplo de Dios, es decir su amor misericordioso, penetre profundamente. Entonces sucede que cada una de las pequeñas semillas, con un afán de autoafirmación, trata de expandirse en una confrontación despótica con los demás hasta provocar una explosión y, consecuentemente, la desintegración del fruto mismo”, sostuvo Monseñor De Donatis. El predicador ya dedicó la meditación del lunes por la tarde a la relación entre las obras del hombre y la gracia de Dios. Dijo, en particular, que “la tarea del hombre no es la de hacer ver al mundo qué hace la Iglesia, qué hacen los sacerdotes, qué hacen los cristianos, sino hacer ver qué hace Dios a través de nosotros”.

Vatican Insider / Rome Reports