16/09/2019 – En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus, el Papa Francisco, recordando las tres parábolas de Jesús, la de la oveja, la moneda pérdidas y la del hijo pródigo, hizo referencia al infinito amor y misericordia de Dios. El Papa aseguro que «nadie puede reemplazarnos en el corazón de Dios, somos valiosos para Dios”.
El Papa retomó el Evangelio del día, que comienza diciendo que algunos criticaban a Jesús, por estar con recaudadores de impuestos y pecadores. Francisco recordó que, en cada misa, en cada iglesia, Jesús da la bienvenida a los pecadores y come con ellos, es feliz de recibirlos en su mesa, donde se ofrece por nosotros.
En el Evangelio, Jesús les responde con tres parábolas: la de la oveja y la moneda pérdidas y la del hijo pródigo. Sobre estas parábolas, el Papa dijo que Dios no se resigna, a él realmente importamos.
“A él realmente le importas tú, que aún no conoces la belleza de su amor, tú que aún no has recibido a Jesús en el centro de tu vida, tú que no puedes vencer tu pecado”.
Nadie puede reemplazarnos en el corazón de Dios, somos valiosos para Dios. Dios nos espera, no se cansa ni se desanima, cada uno de nosotros es aquel hijo que vuelve a abrazar. Y aunque hayamos cometido demasiados errores, el Papa nos animó diciendo que no tenemos que tener miedo, Dios nos ama y sabe que solo su amor puede cambiar nuestras vidas.
Dios no es un dios riguroso que “derrota al mal con el poder en lugar del perdón, dijo más adelante el Pontífice, Dios salva con misericordia, con amor no con la fuerza, se propone sin imponerse.
Para perdonar es necesario dejar de lado la pretensión de creernos justos, y que los malos son los demás. Es necesario, dijo el Papa, sentir la necesidad de ir al Señor, que nos está esperando para perdonarnos.
“Muchas veces nos equivocamos cuando creemos que tenemos razón, y pensamos que los malos son los demás. El Papa aseveró: “No nos creamos buenos, porque solos, sin la ayuda de Dios que es bueno, no sabemos cómo vencer el mal”. El mal se vence aceptando el perdón de Dios.”
Sucede cada vez que vamos a confesarnos: allí recibimos el amor del Padre que vence nuestro pecado: no hay más, Dios lo olvida. No como nosotros, afirmó Francisco, que después de decir «no pasa nada», en la primera oportunidad nos recordamos con los intereses de las faltas sufridas. No, Dios cancela el mal, nos hace nuevos por dentro y nos trae alegría. Ánimo, con Dios ningún pecado tiene la última palabra.
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