El Papa besó el brazo de una sobreviviente de Auschwitz

viernes, 28 de mayo de 2021
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28/05/2021 – Una mujer polaca de origen bielorruso que sobrevivió a los campos de concentración nazis y a los experimentos de Mengele, mostró  al Papa Francisco, en la audiencia general, el número de su deportación al campo de concentración tatuado en su brazo.

“70072”. Cuando Lidia Maksymowicz, una mujer polaca de origen bielorruso que sobrevivió a los campos de concentración nazis, dejó su brazo al descubierto hoy en la audiencia general, mostrando su tatuaje de ex prisionera de Auschwitz, el Papa Francisco la miró durante unos instantes. Luego se inclinó y le dio un beso en ese mismo número que después de 76 años le recuerda a diario el horror que vivió.

Sin palabras, como ya hizo el Pontífice en aquella visita a Auschwitzal en 2016, sólo un gesto espontáneo, instintivo y afectuoso. Un gesto que, explicó Lidia a Vatican News, mientras su voz (entre el cansancio y la emoción) se apaga ligeramente, “me ha fortalecido y me ha reconciliado con el mundo”.

“Con el Santo Padre nos entendimos con los ojos, no tuvimos que decirnos nada, no hacían falta las palabras”, explicó la mujer, una de las últimas supervivientes en Europa, que ahora vive en Cracovia, y que actualmente se encuentra en Italia como invitada de la asociación “La Memoria Viva de Castellamonte” (Turín) para contar a los jóvenes su testimonio, ahora recogido en un documental dedicado a ella, “La niña que no sabía odiar”.

Tres regalos para el Pontífice: memoria, esperanza y oración
En esos pocos instantes al final de la audiencia, Lidia no pudo contarle al Papa toda su historia, pero le entregó tres regalos que simbolizan lo que ahora son las piedras angulares de su vida: la memoria, la esperanza, la oración. La memoria, representada por el pañuelo con una franja azul y blanca con la letra “P” de Polonia, sobre un fondo triangular rojo, que todos los prisioneros polacos utilizan en las ceremonias de conmemoración.

Esperanza, con un cuadro pintado por su asistente Renata Rechlik que la retrata de niña, de la mano de su madre, mientras observan de lejos desde las vías la entrada al campo de Birkenau, símbolo del principio del fin para millones de judíos y otros prisioneros. Por último, la oración: en las manos del Pontífice, Lidia colocó un rosario con la imagen de San Juan Pablo II, bendecido por su ahijado el sacerdote Padre Dariusz. “Es el que uso cada día para rezar”, añadió.