El Papa a carmelitas descalzas: Tomen decisiones audaces basadas en el Evangelio

jueves, 18 de abril de 2024
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18/04/2024 – Francisco recibió a las monjas contemplativas comprometidas en estos días en la revisión de sus constituciones: elegir la vida monástica no significa refugiarse “en una consolación espiritual intimista o en una oración alejada de la realidad”, sino que “alimenta el apostolado y el servicio a la Iglesia”.

“Encontrar nuevos lenguajes, nuevos caminos y nuevos instrumentos” para dar más impulso a la vida contemplativa: es la invitación que Francisco dirige a las monjas carmelitas descalzas, en estos días reunidas para reflexionar y trabajar en la revisión de sus constituciones. A las monjas recibidas en audiencia en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, el Papa les habla en español y les recuerda que “la vocación contemplativa no lleva a custodiar cenizas, sino a alimentar un fuego que arde de manera siempre nueva y pueda dar calor a la Iglesia y al mundo”, lo que ha madurado en las Constituciones a lo largo de los años debe ser considerado como “una riqueza que debe permanecer abierta a las sugerencias del Espíritu Santo, a la perenne novedad del Evangelio, a los signos que el Señor nos da por medio de la vida y de los desafíos humanos”, porque “así se conserva un carisma. No cambia, escucha y se abre a lo que el Señor quiere en cada momento”. En efecto, elegir la vida monástica no significa refugiarse “en una consolación espiritual intimista o en una oración alejada de la realidad”.

El suyo es un camino en el que es necesario dejarse afectar por el amor de Cristo hasta unirse a Él, a fin de que este amor impregne toda la existencia y se exprese en cada gesto y en cada acción cotidiana. El dinamismo de la contemplación es siempre un dinamismo de amor, es siempre una escalera que nos eleva hacia Dios, no para separarnos de la tierra, sino para hacérnosla vivir en profundidad, como testigos del amor recibido.

Discernir el futuro con los signos que Dios da
Francisco recuerda la enseñanza de Santa Teresa de Ávila, que considera “la unión mística e interior con la que Dios une el alma a Sí, como ‘sellándola’ con su amor” como algo que “impregna y transforma toda nuestra vida, sin separarnos de las ocupaciones cotidianas o sugerirnos una fuga en las cosas del espíritu” y considera necesario dedicar tiempo al silencio y a la oración, considerándola, sin embargo, como “fuente del apostolado y de todos aquellos menesteres cotidianos que el Señor nos pide para servir a la Iglesia”. Así planteada, “la vida contemplativa no corre el riesgo de reducirse a una forma de inercia espiritual”, explica el Papa, y no “distrae de las responsabilidades de la vida cotidiana”, sino que “continúa proporcionando la luz interior para el discernimiento”. Y se necesita luz para revisar las Constituciones, “afrontando los numerosos problemas concretos de los monasterios y de la vida comunitaria”, esta luz es “la esperanza en el Evangelio”, permaneciendo arraigados en los fundadores.

La esperanza del Evangelio es distinta de las ilusiones fundadas sobre cálculos humanos. Significa abandonarse en Dios, aprender a leer los signos que nos da para discernir el futuro, saber tomar alguna decisión audaz y arriesgada aun cuando en ese momento permanece oculta la meta hacia la que nos va a conducir. Es no confiar solamente en las estrategias humanas, las estrategias defensivas cuando se trata de reflexionar sobre un monasterio que hay que salvar o abandonar, sobre las formas de vida comunitaria, o sobre las vocaciones.

La nostalgia no funciona
Las estrategias defensivas son fruto de “una vuelta nostálgica al pasado”, advierte Francisco, y “eso no funciona, la nostalgia no funciona”, en cambio la esperanza evangélica “da la alegría de la historia vivida hasta hoy” y “nos hace capaces de mirar al futuro, con esas raíces que hemos recibido. Y eso se llama conservar el carisma, la ilusión de andar adelante, y eso sí que funciona”. Por último, el Papa exhorta a los carmelitas a mirar al futuro “con esperanza evangélica, con los pies descalzos, es decir, con la libertad del abandono en Dios”, a mirar al futuro “con las raíces en el pasado”.