“Dios vence siempre con su ternura”

martes, 22 de octubre de 2013
image_pdfimage_print

22/10/2013 – Contemplación, cercanía, abundancia: son las tres palabras en torno a las cuales el Papa Francisco ha centrado su homilía en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha afirmado que no se puede entender a Dios solo con la inteligencia y ha destacado que el desafío de Dios” es “mezclarse” en nuestras vidas para curar nuestras llagas, igual que hizo Jesús.


Para entrar en el misterio de Dios no basta la inteligencia, sino que se necesitan la “contemplación, la cercanía y la abundancia”. Es lo que ha destacado el Papa partiendo de la Primera Lectura de hoy, una cita de la Carta de San Pablo a los Romanos. La Iglesia, ha dicho el Papa, “cuando quiere decirnos algo sobre el misterio de Dios”, solo usa una palabra: “maravillosamente”. Este misterio, prosiguió, es “un misterio maravilloso”.


“Contemplar el misterio, este que Pablo nos dice aquí, sobre nuestra salvación, sobre nuestra redención, solo se entiende de rodillas, en la contemplación. No solo con la inteligencia. Cuando la inteligencia quiere explicar un misterio siempre, ¡siempre se vuelve loca!. Así sucedió en la historia de la Iglesia. La contemplación: inteligencia, corazón, rodillas, oración todo junto, entrar en el misterio. Esta es la primera palabra que quizás nos ayude”.


Contemplación, cercanía, abundancia: son las tres palabras en torno a las cuales el Papa Francisco ha centrado su homilía en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha afirmado que no se puede entender a Dios solo con la inteligencia y ha destacado que el desafío de Dios” es “mezclarse” en nuestras vidas para curar nuestras llagas, igual que hizo Jesús.


La segunda palabra que nos ayudará a entrar en el misterio, dijo, es “cercanía”. “Un hombre que hizo el pecado, reflexión, un hombre nos ha salvado”. “¡Es el Dios cercano!” Y, prosiguió “cuando eligió a nuestro padre Abraham, caminó con su pueblo”. Esto se ve en Jesús que también hace “un trabajo de artesano, de obrero”.


“A mí, la imagen que me viene a la mente es la de enfermero, enfermera, en un hospital: cura las heridas una a una, pero con sus manos. Dios se implica, entra en nuestras miserias, se acerca a nuestras llagas y las cura con sus manos, y para tener manos se hizo hombre. Es el trabajo de Jesús, personal. Un hombre hizo el pecado, un hombre viene a curarlo. Cercanía, Dios no nos salva solo por un decreto, una ley, nos salva con ternura, nos salva con caricias, nos salva con su vida, por nosotros”.


La tercer palabra, retomó el Papa, es “abundancia”. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. “Cada uno de nosotros, observó, conoce sus miserias, las conoce bien ¡y abundan!”. Pero, evidenció, “el desafío de Dios es vencer esto, curar las llagas”, como hizo Jesús. Es más “nos hace el regalo sobreabundante de su amor, de su gracia”. Y así, advirtió el Papa Francisco, “se entiende esa preferencia de Jesús por los pecadores”.


“En el corazón de esta gente abundaba el pecado. Pero Él iba hacia ellos con la sobreabundancia de la gracia y del amor. La gracia de Dios siempre vence porque es Él mismo el que se da, se acerca, nos acaricia, nos cura. Y por esto, quizás a algunos de nosotros no nos gusta decir esto, pero los más cercanos al corazón de Jesús son los más pecadores, porque Él va a buscarlos, los llama a todos: ‘¡Venid, venid!’. Y cuando le piden explicaciones dice: ‘Los que tiene buena salud no necesitan al médico; yo he venido para curar, para salvar!’.


“Algunos santos, afirmó después, dicen que uno de los peores pecados es la desconfianza, desconfiar de Dios”. Pero, se pregunta el Papa, “¿cómo podemos desconfiar de un Dios tan cercano, tan bueno, que prefiere nuestro corazón pecador?” Este misterio, afirmó de nuevo, “no es fácil entenderlo, no se entiende bien, con la inteligencia”. Solo, “quizás nos ayuden estas tres palabras”: contemplación, cercanía y abundancia. Es un Dios, concluyó el Papa, “que siempre vence con la sobreabundancia de su gracia, con su ternura”, “con la riqueza de su misericordia”.

Fuente: Aleteia