Ejercicios Espirituales de Francisco: Dejate sorprender por Dios

jueves, 26 de febrero de 2015
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26/02/2015 – ¿Qué haces aquí? ¿Qué buscas? ¿Te dejas sorprender por Dios? ¿Quieres entender a dónde quieres ir? Entonces: “regresa sobre tus pasos”. Con estas preguntas se dio inicio a la cuarta jornada de los ejercicios espirituales de cuaresma para el Papa y la Curia Romana. El carmelita Bruno Secondin continuó dirigiendo las meditaciones con el fin de acoger la propuesta de Dios, luego de haber meditado sobre la propia verdad interior y la libertad personal.

 

Examina tu conciencia: la verdad interior

El predicador carmelita se inspiró en la figura del profeta Elías que combate con celo y tenacidad, pero con un egocentrismo exagerado por defender la alianza entre el Señor y su pueblo. Después de haber analizado la trágica situación de Elías, que viene descrita en el capítulo 19 del 1 Libro de los Reyes, donde vemos al profeta en un estado de “depresión mortal”, temeroso, huyendo, solo, agotado, desilusionado de su fracaso, el padre Secondin, invitó a “examinar la propia conciencia”.

Este estado de depresión del profeta, dijo el carmelita, “no es raro también en la vida sacerdotal”. Muchos caen en esta situación, por ello es necesario estar atentos a ciertas señales que podrían generar enormes dificultades interiores. Sobre todo cuando surge el “miedo”. Esto emerge cuando tenemos temor del futuro, temor de asumir responsabilidades. Algunas veces es acompañado por la “soledad”, el sentirnos excluidos, diversos, con sentimientos de vacío, de desilusión. Todo esto nos puede llevar a una fuga – física o imaginaria – o a la repetición obsesiva de ciertos gestos (como el consumo de alcohol y alimentos, la evasión en el mundo virtual) y a veces el deseo de la muerte.

Para evitar todo esto dijo el Padre Secondin, es importante conducir una vida en la cual “la relación entre el trabajo, el descanso, la oración y las relaciones sociales” sean bien equilibradas. Es importante reconocer ciertas dinámicas interiores, señaló el predicador carmelita. Siguiendo con la historia del profeta Elías, invitó a transformar la “fuga en peregrinación”, alimentándonos de la Eucaristía y sabiendo regresar a las raíces de nuestra fe.

Escucha la voz del Señor

Después de haber encontrado la verdad interior, estamos dispuestos a la escucha de la Palabra de Dios. Podemos realizar la experiencia de la “manifestación misteriosa” que vivió el profeta Elías en el Monte Horeb, la experiencia del “susurro del viento, de un brisa ligera” donde el Señor se manifiesta.

El diálogo entre el profeta y Dios, caracterizado por el fracaso de Elías y por sus acusas al Señor, han sido fuente de inspiración para las sucesivas meditaciones del carmelita. La pregunta que Dios hace al profeta: ¿Qué haces aquí? Nos muestra como Dios se presenta en este coloquio con una pregunta y obliga al hombre a mirar dentro de sí, a dar espacio a las inquietudes interiores.

A veces, dijo el padre Secondin, también para nosotros Dios se convierte en una especie de títere, y corremos el riesgo de “manipularlo” con la misma furia que envuelve al profeta. Pero Dios es libre, el fracaso de Elías no afecta a Dios, que ya tiene un designio para su pueblo que ha permanecido fiel.

El profeta es interpelado interiormente. El viento impetuoso, el terremoto, el fuego en el cual Elías no encuentra a Dios podría ser, dijo el predicador carmelita, “las proyecciones de estados interiores” de la persona.

De esta lectio, explicó el padre Secondin, deben surgir preguntas personales: ¿Estamos obsesionados por los problemas, por la carrera? ¿Cómo es nuestra relación con Dios? ¿Sabemos estar en adoración temerosa de Dios? O tenemos voces ensordecedoras como: el suceso, la vanidad, el dinero, la culpa de los demás.

Finalmente, recordando los 7 mil israelitas que permanecieron fieles al Señor, el predicador carmelita dijo, que ellos pueden representar la “fidelidad silenciosa del pueblo”. Por ello, es importante comprender esta fidelidad, ser capaces de escuchar las voces de los pobres, de los sencillos, de los pequeños que son dones preciosos y no fragmentos perdidos de la sociedad.