15/08/2014 -En el día de la Asunción de la Virgen María, el Papa Francisco viajó en tren desde Seúl hasta la ciudad de Daejon, y allí el un repleto estadio World Cup Stadium, donde celebró la misa en presencia de 50.000 fieles. El Santo Padre entró en una camioneta abierta con un austero dosel blanco, en medio de los aplausos y vivas de miles de jóvenes y personas que agitaban banderas de Corea y del Vaticano y no faltaron algunas breves paradas en las que besó y bendijo a niños pequeños.
La misa ha sido presidida por el Santo Padre y concelebrada por unos 90 obispos. El Papa y todos los obispos estaban con paramentos blancos. La mitra del papa Francisco y el palio eran de color crema y dorado. La eucaristía fue, como lo es el idioma universal de la Iglesia, en latín. Un coro en el cual varios vestían indumentos autóctonos cantó música sacra en coreano y las lecturas también fueron en ese idioma. En cambio el Santo Padre hizo la homilía en italiano y cada parte fue traducida en coreano.
El Papa recordó que “de María, llena de gracia, aprendemos que la libertad cristiana es algo más que la simple liberación del pecado. Es la libertad que nos permite ver las realidades terrenas con una nueva luz espiritual, la libertad para amar a Dios y a los hermanos con un corazón puro y vivir en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Cristo”.
Y añadió: “Nos dirigimos a ella como Madre de la Iglesia en Corea” y “que guíe nuestros esfuerzos para transformar el mundo según el plan de Dios, y que haga que la Iglesia de este país sea más plenamente levadura de su Reino en medio de la sociedad coreana”.
Les invitó a ser “fuerza generosa de renovación espiritual en todos los ámbitos de la sociedad” y a combatir “la fascinación de un materialismo que ahoga los auténticos valores espirituales y culturales y el espíritu de competición desenfrenada que genera egoísmo y hostilidad”. Y a rechazar “modelos económicos inhumanos, que crean nuevas formas de pobreza y marginan a los trabajadores, así como la cultura de la muerte, que devalúa la imagen de Dios, el Dios de la vida, y atenta contra la dignidad de todo hombre, mujer y niño”.
Y concluyó que “como católicos coreanos, herederos de una noble tradición, ustedes están llamados a valorar este legado y a transmitirlo a las generaciones futuras”. Y por ello invitó a “una renovada conversión a la Palabra de Dios y una intensa solicitud por los pobres, los necesitados y los débiles de nuestra sociedad”.
Esta es la homilía del Papa:
“Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En unión con toda la Iglesia celebramos la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma a la gloria del cielo. La Asunción de María nos muestra nuestro destino como hijos adoptivos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo. Como María, nuestra Madre, estamos llamados a participar plenamente en la victoria del Señor sobre el pecado y sobre la muerte y a reinar con él en su Reino eterno.
La “gran señal” que nos presenta la primera lectura –una mujer vestida de sol coronada de estrellas nos invita a contemplar a María, entronizada en la gloria junto a su divino Hijo. Nos invita a tomar conciencia del futuro que también hoy el Señor resucitado nos ofrece. Los coreanos tradicionalmente celebran esta fiesta a la luz de su experiencia histórica, reconociendo la amorosa intercesión de María en la historia de la nación y en la vida del pueblo.
En la segunda lectura hemos escuchado a san Pablo diciéndonos que Cristo es el nuevo Adán, cuya obediencia a la voluntad del Padre ha destruido el reino del pecado y de la esclavitud y ha inaugurado el reino de la vida y de la libertad. La verdadera libertad se encuentra en la acogida amorosa de la voluntad del Padre. De María, llena de gracia, aprendemos que la libertad cristiana es algo más que la simple liberación del pecado. Es la libertad que nos permite ver las realidades terrenas con una nueva luz espiritual, la libertad para amar a Dios y a los hermanos con un corazón puro y vivir en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Cristo.
Hoy, venerando a María, Reina del Cielo, nos dirigimos a ella como Madre de la Iglesia en Corea. Le pedimos que nos ayude a ser fieles a la libertad real que hemos recibido el día de nuestro bautismo, que guíe nuestros esfuerzos para transformar el mundo según el plan de Dios, y que haga que la Iglesia de este país sea más plenamente levadura de su Reino en medio de la sociedad coreana.
Que los cristianos de esta nación sean una fuerza generosa de renovación espiritual en todos los ámbitos de la sociedad. Que combatan la fascinación de un materialismo que ahoga los auténticos valores espirituales y culturales y el espíritu de competición desenfrenada que genera egoísmo y hostilidad. Que rechacen modelos económicos inhumanos, que crean nuevas formas de pobreza y marginan a los trabajadores, así como la cultura de la muerte, que devalúa la imagen de Dios, el Dios de la vida, y atenta contra la dignidad de todo hombre, mujer y niño. Como católicos coreanos, herederos de una noble tradición, ustedes están llamados a valorar este legado y a transmitirlo a las generaciones futuras. Lo cual requiere de todos una renovada conversión a la Palabra de Dios y una intensa solicitud por los pobres, los necesitados y los débiles de nuestra sociedad. Con esta celebración, nos unimos a toda la Iglesia extendida por el mundo que ve en María la Madre de nuestra esperanza. Su cántico de alabanza nos recuerda que Dios no se olvida nunca de sus promesas de misericordia . María es la llena de gracia porque «ha creído» que lo que le ha dicho el Señor se cumpliría. En ella, todas las promesas divinas se han revelado verdaderas. Entronizada en la gloria, nos muestra que nuestra esperanza es real; y también hoy esa esperanza, «como ancla del alma, segura y firme», nos aferra allí donde Cristo está sentado en su gloria. Esta esperanza, queridos hermanos y hermanas, la esperanza que nos ofrece el Evangelio, es el antídoto contra el espíritu de desesperación que parece extenderse como un cáncer en una sociedad exteriormente rica, pero que a menudo experimenta amargura interior y vacío. Esta desesperación ha dejado secuelas en muchos de nuestros jóvenes. Que los jóvenes que nos acompañan estos días con su alegría y su confianza no se dejen nunca robar la esperanza. Dirijámonos a María, Madre de Dios, e imploremos la gracia de gozar de la libertad de los hijos de Dios, de usar esta libertad con sabiduría para servir a nuestros hermanos y de vivir y actuar de modo que seamos signo de esperanza, esa esperanza que encontrará su cumplimiento en el Reino eterno, allí donde reinar es servir. Amén”.
Francisco ha compartido la tarde de este viernes, en su segundo día en Corea, con los jóvenes de Asia reunidos en el Santuario de Solmoe, en ocasión de la VI Jornada de la Juventud Asiática. Este Santuario, es lugar nativo del mártir san Andrew Kim Taegon, primer sacerdote coreano. En un ambiente festivo, los jóvenes han recibido a Francisco con aplausos y gran estusiamo y han compartido con él algo más de dos horas de celebración. En este entorno relajado, el Santo Padre ha dejado los papeles de lado en un momento del discurso, para poder hablar espontáneamente y desde el corazón a los jóvenes.
El Papa ha sido acogido a su llegada por el rector del Santuario, y se ha detenido a rezar frente a la pequeña casa del mártir. En torno a las 17.00 hora local, Francisco ha llegado al Santuario y después se ha dirigido a la carpa donde están reunidos los jóvenes procedentes de 23 países asiáticos.
El encuentro se ha abierto con cantos y una exhibición artística indonesia. Monseñor Lazzaro You Heung-sik, obispo de Daejeon, ha dado la bienvenida a todos los jóvenes venidos desde distintas partes de Asia así como al papa Francisco. Haciendo referencia del lugar donde estaban, donde muchos han sido martirizados, el prelado ha señalado que el martirio que se nos pide a los fieles hoy es el de “elegir la verdad, siguiéndola y poniéndola en práctica venciendo así las tentaciones que me rodean”.
A continuación, ha sido el turno de los testimonios y las preguntas de tres jóvenes procedentes de Camboya, Hong Kong y Corea. La joven camboyana le ha preguntado al Pontífice cómo responder a la llamada de Dios a la vocación. Por su parte, el joven de Hong Kong ha preguntado qué deben hacer junto con sus hermanos y hermanas que están en la China continental para hacer ver continua y pacíficamente el amor de Dios a todos los chinos. Finalmente, la joven coreana ha mostrado su preocupación sobre cómo deben vivir los jóvenes que experimentan la oposición entre su fe y el ideal causado por el materialismo difundido en la sociedad del capitalismo. También le ha preguntado sobre la actitud con la que deben vivir los jóvenes de la única nación divida en el mundo. Al finalizar las intervenciones de los jóvenes, se ha realizado un moderno musical coreano sobre la parábola del hijo pródigo.
Para concluir el encuentro, el Pontífice se ha dirigido a los jóvenes. Durante su discurso, el Papa ha reflexionado sobre el lema de este encuentro de la juventud asiática: “La gloria de los mártires brilla sobre ti”. El Papa ha recordado a los jóvenes que Cristo llama a la puerta de sus corazones. “Él les llama a despertar, a estar bien despejados y atentos, a ver las cosas que realmente importan en la vida”, ha afirmado. Añadiendo que también Dios les pide “que vayan por los caminos y senderos de este mundo, llamando a las puertas de los corazones de los otros, invitándolos a acogerlo en sus vidas”.
Asimismo, el Papa ha indicado que este encuentro permite ver algo de lo que la Iglesia misma está destinada a ser en el eterno designio de Dios. La Iglesia pretende ser semilla de unidad para toda la familia humana. En Cristo, ha subrayado el Santo Padre “todos los pueblos y naciones están llamados a una unidad que no destruye la diversidad, sino que la reconoce, la reconcilia y la enriquece”.
Por otro lado, el Papa ha reconocido que nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres. Cerca de nosotros, -ha proseguido- “muchos de nuestros amigos y coetáneos, aun en medio de una gran prosperidad material, sufren pobreza espiritual, soledad y callada desesperación”. Francisco ha observado que parece que un desierto espiritual se estuviera propagando por todas partes. Y este desierto, “afecta también a los jóvenes, robándoles la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma”.
Pero, en este mundo estamos llamados a dar testimonio del Evangelio y por eso el Papa ha recordado a los jóvenes que deben hacerlo con sus coetáneos “en la escuela, en el mundo del trabajo, en su familia, en la universidad y en sus comunidades”.
Francisco le ha dicho a los jóvenes que el Señor cuenta con ellos y les ha preguntado “¿Están dispuestos a decirle ‘sí’? ¿Están listos? E improvisando en inglés, Francisco les ha contado que un amigo suyo ayer le dijo que no podía hablar a los jóvenes leyendo un papel pero ha reconocido que tiene “un inglés muy pobre” y que no podía hacerlo. En este momento, el Papa ha dejado de lado los folios y ha comenzado a improvisar en italiano, pidiendo traducción a un sacerdote coreano.
Haciendo referencia a la intervención de la joven camboyana, el Santo Padre ha hablado sobre el reto de los jóvenes de afrontar la vocación a la que Dios les llama. Así, Francisco ha invitado a todos los presentes a rezar en voz alta, “Señor, ¿qué quieres de mí?” El Papa ha recordado que con la oración, y con los consejos de los amigos -laicos, sacerdotes, religiosas, obispos, el Papa “que también puede dar un buen consejo”- se puede encontrar el camino que el Señor quiere para cada uno.
Por otro lado, el papa Francisco también ha retomado la observación de la joven sobre los mártires y que Camboya aún no tiene santos. El Papa ha asegurado que se ocupará de hablar de esto con el encargado, “que es un bueno hombre”, el cardenal Angelo Amato.
A continuación, el Obispo de Roma ha recordado a los jóvenes que “la felicidad no se compra, y cuando compras una felicidad después te das cuenta que esa felicidad se ha ido, no dura la felicidad que se compra, solamente la felicidad del amor, esa es la que dura”.
Otro temas abordado por el Santo Padre ha sido la división de los hermanos de Corea. “¿Hay dos Coreas? No, hay una”, ha observado. Pero, está dividida, la familia está dividida. Al respecto Francisco les ha dado un consejo y una esperanza. El consejo: rezar, rezar por los hermanos de Corea del Norte. “Para que no haya vencedores ni vencidos, solamente una familia, que solamente haya hermanos”, ha pedido. Y así, durante unos instantes, todos en silencio han orado por la unidad de Corea. La esperanza que les ha dado el Papa ha sido recordarles que todos hablan una misma lengua, la lengua de familia: “sois hermanos que habláis la misma lengua”.
Finalmente, el Papa ha hecho referencia a la representación del hijo pródigo para animar a los jóvenes a volver siempre al Padre, aunque hayan pecado, aunque se hayan alejado, “Él no se cansa nunca de perdonar, no se cansa nunca de esperar”. Y por eso, Francisco ha pedido a los sacerdotes, “abrazad a los pecadores y sed misericordiosos”.
El intenso programa del santo padre Francisco en Corea aún deja huecos para la improvisación. De forma inesperada, el Papa visitó la Sogang University, ateneo fundado por la Compañía de Jesús en Seúl en 1960. Lo ha hecho esta tarde, al volver del encuentro con los jóvenes asiáticos en Daejeon, antes de regresar a la nunciatura para concluir la segunda jornada del viaje.
Zenit / Rome Reports
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