El Papa afirma que la oración une a la Iglesia con más fuerza que cualquier amenaza

lunes, 29 de junio de 2020
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29/06/2020 – La unidad de la Iglesia se sustenta en la oración: “De la oración vino una unidad más fuerte que cualquier amenaza”, afirmó el Papa Francisco en la homilía pronunciada durante la Misa celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano este lunes 29 de junio con motivo de la solemnidad de San Pedro y San Pablo.

En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre dos conceptos, dos “palabras clave: unidad y profecía”.

Unidad

Francisco llamó la atención sobre el hecho de que se celebren juntos dos figuras tan diferentes como Pedro y Pablo: “Pedro era un pescador que pasaba sus días entre remos y redes, Pablo un fariseo culto que enseñaba en las sinagogas. Cuando emprendieron la misión, Pedro se dirigió a los judíos, Pablo a los paganos. Y cuando sus caminos se cruzaron, discutieron animadamente”.

“Eran, en fin, dos personas muy diferentes entre sí, pero se sentían hermanos, como en una familia unida, donde a menudo se discute, aunque realmente se aman. Pero la familiaridad que los unía no provenía de inclinaciones naturales, sino del Señor. Él no nos ordenó que nos lleváramos bien, sino que nos amáramos. Es Él quien nos une, sin uniformarnos”, subrayó.

El Papa explicó que esa unidad surge de la fuente de la oración. “De la oración vino una unidad más fuerte que cualquier amenaza”.


Profecía

El Papa Francisco explicó que “la profecía nace cuando nos dejamos provocar por Dios; no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control. Cuando el Evangelio anula las certezas, surge la profecía. Sólo quien se abre a las sorpresas de Dios se convierte en profeta”.

Así les sucedió a Pedro y Pablo: A Pedro le pregunta, “¿quién dices que soy yo?”, y a Pablo, “¿por qué me persigues?”.

“Después de estas provocaciones”, continuó el Papa, “de estos reveses de la vida, vienen las profecías: ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’; y a Pablo: ‘Es un instrumento elegido por mí, para llevar mi nombre a pueblos’”.

Por lo tanto, “la profecía nace cuando nos dejamos provocar por Dios; no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control. Cuando el Evangelio anula las certezas, surge la profecía. Sólo quien se abre a las sorpresas de Dios se convierte en profeta”.