El Papa: La Humildad de la Resurrección. Rostro discreto del Amor de Dios

miércoles, 8 de octubre de 2025

Fuente: Vatican Media/Vatican News

En su catequesis de hoy, el Papa León XIV nos invita a descubrir que la Resurrección de Cristo no se manifiesta en gestos espectaculares, sino en la sencillez del amor cotidiano. El Señor resucitado camina junto a nosotros en el silencio de lo ordinario, transformando el dolor en esperanza y la vida diaria en lugar de encuentro con Dios.

Patricia Ynestroza – Ciudad del Vaticano

En su reciente catequesis, el Papa León XIV invitó a los fieles a contemplar un aspecto profundamente conmovedor del misterio pascual: la humildad de la Resurrección de Cristo. Lejos de los gestos espectaculares o de las manifestaciones de poder, el Señor resucitado se presenta ante sus discípulos con la sencillez del amor cotidiano.

“El Señor resucitado no hace nada espectacular para imponerse a la fe de sus discípulos. No aparece rodeado de huestes de ángeles, no hace gestos sensacionales, no pronuncia discursos solemnes para revelar los secretos del universo. Al contrario, se acerca discretamente, como un viandante cualquiera, como un hombre hambriento que pide compartir un poco de pan.”

Fuente: Vatican Media

El poder de lo ordinario

Los evangelios muestran a un Cristo que se deja reconocer en los gestos más comunes: María Magdalena lo confunde con un jardinero; los discípulos de Emaús lo toman por un forastero; los pescadores lo ven como un simple transeúnte. En cada escena, el Resucitado elige la normalidad como lenguaje de cercanía.

El Papa León XIV subraya que esta discreción no es un detalle menor, sino una clave de la fe cristiana. “La Resurrección no es un giro teatral”, afirma, “sino una transformación silenciosa que llena de sentido cada gesto humano”. Incluso cuando Jesús come un trozo de pescado ante los suyos, nos recuerda que nuestro cuerpo, nuestra historia y nuestras relaciones están llamados a la plenitud, no a ser descartados.

Fuente: Vatican Media

La gracia escondida en lo cotidiano

El Pontífice invita a descubrir que, en la Pascua de Cristo, todo puede convertirse en gracia: trabajar, cuidar del hogar, esperar, servir, acompañar. Nada de lo que forma parte de nuestra vida escapa a la mirada amorosa de Dios.

“La Resurrección no resta vida al tiempo y al esfuerzo, sino que cambia su sentido y su «sabor». Cada gesto realizado en gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios.”

Sin embargo, León XIV advierte de un obstáculo frecuente: la creencia de que la alegría cristiana debe ser una alegría sin heridas. Como los discípulos de Emaús, a menudo caminamos tristes porque esperamos un Mesías sin cruz. Pero el Papa nos recuerda que el dolor no niega la promesa, sino que revela la medida del amor de Dios.

Un momento del Papa en la Plaza de San Pedro   (@Vatican Media)

Un fuego que arde bajo las cenizas

Cuando los discípulos reconocen al Señor al partir el pan, descubren que su corazón ya ardía sin saberlo. Esa es, para el Papa, “la gran sorpresa de la fe”: encontrar en medio del desencanto un rescoldo vivo, esperando ser reavivado por la esperanza.

La resurrección de Cristo, explica, proclama que ninguna caída es definitiva, ninguna herida está condenada a permanecer abierta para siempre. Incluso en la distancia o el desánimo, el amor de Dios sigue siendo una fuerza invencible que busca al ser humano allí donde esté.

“Ninguna caída es definitiva, ninguna noche es eterna, ninguna herida está destinada a permanecer abierta para siempre. Por distantes, perdidos o indignos que nos sintamos, no hay distancia que pueda apagar la fuerza infalible del amor de Dios.”

Un momento del Papa en su catequesis   (ANSA)

El Señor que camina con nosotros

“Jesús resucitado no se impone con clamores”, recuerda León XIV. “Se acerca a nuestros caminos —los del trabajo, el sufrimiento o la soledad— y con infinita delicadeza calienta nuestro corazón.” Así, la fe se convierte en una experiencia de acompañamiento: Dios no elimina nuestras pruebas, sino que las habita con su presencia.

“El Resucitado se acerca en los lugares más oscuros: en nuestros fracasos, en las relaciones desgastadas, en los trabajos cotidianos que pesan sobre nuestros hombros, en las dudas que nos desaniman. Nada de lo que somos, ningún fragmento de nuestra existencia le es ajeno.”

El Papa concluye su catequesis con una invitación a la confianza: a reconocer la presencia humilde del Resucitado, a aceptar la vida con sus heridas, y a dejar que cada dolor se transforme en lugar de comunión. Solo así —dice— podremos volver a nuestras casas “con un corazón que arde de alegría”: una alegría sencilla, serena, que no borra las cicatrices, sino que las ilumina con la certeza de que Cristo está vivo y camina con nosotros.

“El Resucitado sólo desea manifestar su presencia, hacerse nuestro compañero de camino y encender en nosotros la certeza de que su vida es más fuerte que cualquier muerte. Pidamos, pues, la gracia de reconocer su presencia humilde y discreta, de no esperar una vida sin pruebas, de descubrir que todo dolor, si es habitado por el amor, puede convertirse en lugar de comunión.”

Un cariñoso abrazo   (@Vatican Media)