El Papa: Mejor el cansancio de quien camina que el hastío de quien está detenido

martes, 17 de septiembre de 2024
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17/09/2024 – (Fuente: Vatican News) En su mensaje para la XXXIX JMJ, el Papa habla de las nuevas generaciones, que a menudo pagan el precio más alto por las guerras, la injusticia social, la desigualdad, la pobreza y la explotación del ser humano y de la creación. La invitación, también con vistas al Jubileo, es a superar la apatía y el refugio en las transgresiones: a ponerse en camino, no como meros turistas, sino como peregrinos.

Es el versículo del profeta Isaías «Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse» el que ha inspirado el tema de la XXXIX Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en las Iglesias particulares. Hoy, 17 de septiembre, se da a conocer el mensaje del Papa Francisco en vistas de esta cita, que ve en el Jubileo un contexto especial. La llamada del Obispo de Roma es a vivirlo no como turistas persiguiendo selfies, sino como verdaderos peregrinos.

Los jóvenes pagan el precio más alto de guerras e injusticias
La mirada del Papa hacia los jóvenes se confirma como una mirada de afectuosa aprehensión, de enérgico aliento, sobre todo en un tiempo, el actual, lleno de incertidumbres y dolores que se están haciendo planetarios.

Vivimos tiempos marcados por situaciones dramáticas que generan desesperación e impiden mirar el futuro con serenidad: la tragedia de la guerra, las injusticias sociales, las desigualdades, el hambre, la explotación del ser humano y de la creación. Frecuentemente los que pagan el precio más alto son ustedes los jóvenes, que perciben la incertidumbre del futuro y no vislumbran posibilidades claras a sus sueños, corriendo así el riesgo de vivir sin esperanza, prisioneros del hastío y de la tristeza, a veces arrastrados por la ilusión de la delincuencia y las conductas destructivas.

No mirar la vida “desde el balcón”
Numerosas veces el Papa ha dicho a los jóvenes que venzan la pereza, que no se queden mirando la vida «desde el balcón». Lo hace también en este mensaje, recordándoles que la vida es una peregrinación hacia la felicidad, es caminar.

Las metas, las conquistas y los éxitos a lo largo del camino, si se quedan sólo en el ámbito material, después de un primer momento de satisfacción nos dejan aún sedientos, deseosos de un sentido más profundo. En efecto, no sacian plenamente nuestra alma porque fuimos creados por Aquel que es infinito y, por esa razón, habita en nosotros el deseo de la trascendencia, la constante inquietud hacia el cumplimiento de las aspiraciones más grandes, hacia “algo mayor”.

En camino, más allá de los cansancios y de la apatía
Las presiones sociales sobre el estudio, el trabajo, la vida personal pueden llevar, es consciente el Papa, a un estado crónico de cansancio y depresión que se intenta llenar con «un activismo vacío» con la consecuencia de un «estado de apatía e insatisfacción de quien no se involucra en nada, no se decide, no elige, nunca arriesga». Es la condición de quienes ven y juzgan el mundo «desde detrás de una pantalla, sin jamás “ensuciarse nunca las manos” con los problemas, con los demás, con la vida».

Este tipo de cansancio es como un cemento en el cual están sumergidos nuestros pies, que termina por endurecerse, se vuelve pesado, nos paraliza y nos impide caminar. ¡Prefiero el cansancio de quien está en camino que el hastío de quien permanece detenido y sin deseo de caminar!

La esperanza hace tener una “mirada amplia”
Con una metáfora deportiva, importada también del Apóstol Pablo, el Sucesor de Pedro exhorta a los jóvenes a caminar en la esperanza, que «vence todo cansancio, toda crisis y toda ansiedad, dándonos una fuerte motivación para seguir adelante». Vivir, en definitiva, como protagonistas y no como espectadores.

La esperanza es precisamente una fuerza nueva, que Dios infunde en nosotros, que nos permite perseverar en el camino, que nos hace tener una “mirada amplia” que va más allá de las dificultades del momento y nos dirige hacia una meta concreta: la comunión con Dios y la plenitud de la vida eterna. Si hay un objetivo grandioso, si la vida no está dirigida hacia la nada, si nada de cuanto sueño, proyecto y realizo se perderá, entonces vale la pena seguir caminando y sudando, soportando los obstáculos y afrontando los cansancios, porque la recompensa final es maravillosa.

Las crisis no son tiempos inútiles
Francisco da la carga, por tanto, pero sabiendo que incluso la fragilidad tiene su sentido y puede ser mirada con ojos de misericordia y comprensión, siempre con la convicción de que Dios acompaña, no abandona, da alivio. En el cansancio, subraya el mensaje, debemos aprender «a descansar como Jesús y en Jesús». Así, el Papa invita a redescubrir el don de la Eucaristía, como lo fue para el beato Carlo Acutis, pronto canonizado, «un joven que hizo de la Eucaristía su cita cotidiana más importante».

Estos tiempos de crisis, sin embargo, no son perdidos o inútiles, sino que pueden transformarse en ocasiones importantes para crecer. Son periodos de purificación de la esperanza. De hecho, en estas crisis muchas falsas “esperanzas”, que resultan demasiado pequeñas para nuestro corazón, se desvanecen; quedan desenmascaradas y, así, quedamos al desnudo frente a nosotros mismos y ante las cuestiones fundamentales de la vida, lejos de todo espejismo.

Incansables misioneros de alegría
Esperando que muchos jóvenes vengan a Roma durante el Jubileo para cruzar las Puertas Santas, el Pontífice indica las tres actitudes necesarias para vivir esta cita como «incansables misioneros de la alegría»: acción de gracias, búsqueda y arrepentimiento. E invita, una vez llegados a la columnata de Bernini en la Plaza de San Pedro, a sentir en lo más profundo, la belleza del abrazo del Señor. Con una advertencia:

No se pongan en camino como simples turistas, sino como peregrinos. Que vuestro caminar no sea simplemente un pasar por los lugares de la vida de forma superficial: sin captar la belleza de lo que van encontrando, sin descubrir el sentido de los caminos recorridos, capturando breves momentos, experiencias fugaces para conservarlas en un selfie. El turista hace esto. El peregrino, en cambio, se sumerge de lleno en los lugares que encuentra, los hace hablar, los convierte en parte de su búsqueda de la felicidad.