“¿Para qué le sirven a la Iglesia los conventos cerrados?”, se preguntó el Papa, al visitar un centro de refugiados en Roma

miércoles, 11 de septiembre de 2013
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El Papa Francisco visitó a un grupo de refugiados del Centro Astalli de Roma, a quienes agradeció porque "defienden su dignidad, pero también nuestra dignidad humana". "No alcanza con darles un sandwich, sino que es preciso acompañar a estas personas", agregó el Papa en su discurso. "¿Para qué le sirven a la Iglesia los conventos cerrados? Los conventos deberían servir a la carne de Cristo, y los refugiados son carne de Cristo", dijo también Francisco.

Asimismo, indicó: "Queridos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no le sirven a la Iglesia para tranformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados". También llamó a "servir, acompañar y defender. El Señor llama a vivir con generosidad y coraje la acogida en los conventos vacíos. Claro, no es algo simple, hacen falta criterio, responsabilidad, pero también hace falta coraje. Hacemos mucho, pero quizás estamos llamados a hacer más, recibiendo y compartiendo con decisión lo que la Providencia nos ha donado para servir". El Papa llamó a "superar la tentación de la mundanidad espiritual para estar cerca de las personas simples y sobre todo de los últimos, porque necesitamos de comunidades solidarias que vivan el amor en modo concreto".

Al entrar en el Centro Astalli, donde los jesuitas reciben refugiados que llegan a Italia (en su mayoría africanos), el Papa se acercó y bendijo a una mujer embarazada, además de hacer lo mismo con otras personas alojadas en el lugar. El Santo Padre llegó al centro para refugiados ubicado en el corazón de Roma, sin escolta y utilizando el habitual vehículo utilitario de color azul que usa en sus traslados. El Centro Astalli es la sede italiana del Servicio Jesuita a los Refugiados, que acoge a unos 700 refugiados de diferentes partes del mundo, entre ellos, familias sirias que han escapado de sus casas a causa del actual conflicto. En este lugar se encuentra la tumba del Padre Pedro Arrupe, fundador del Servicio Jesuita para los Refugiados y quien también fuera superior general de la Compañía.

"Muchos de ustedes -sostuvo el Papa- son musulmanes o de otras religiones; provienen de diferentes países, de diferentes situaciones. Somos diferentes: no debemos tener miedos de las diferencias. La hermandad nos hace descubrir una riqueza, un regalo para todo el mundo. Vivamos la fraternidad".

Su Santidad indicó que "es un deber cristiano tratar al hermano que llega con atención, atraerlos de la mano, sin cálculos, sin miedo, con ternura y comprensión, como Jesús se inclina para lavar los pies de los apóstoles". El Pontífice insistió en que "cada refugiado aporta una riqueza humana y religiosa, una riqueza que no hay que temer". "Gracias por la fuerza de vuestro testimonio sufriente. Cada uno de ustedes, queridos amigos, trae consigo una historia de vida que nos habla de los dramas de guerras, conflictos, a menudo vinculados a la política internacional", dijo.