“Una persona, un pueblo sin raíces está enfermo”

viernes, 6 de octubre de 2017
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Misa

06/10/2017 – Durante su homilía de hoy en la misa de Santa Marta, el Papa Francisco dijo que quien reencuentra sus propias raíces es un hombre de alegría, mientras “el autoexilio psicológico”, hace muy mal. El Santo Padre exhortó a reencontrar la propia pertenencia, a partir de la Primera Lectura tomada de Libro de Nehemías. En el texto se describe “una gran asamblea litúrgica” que representa al pueblo reunido ante la Puerta de las Aguas en Jerusalén.

También se trata – dijo Francisco – del final de una historia que duraba desde hacía más de 70 años; la historia de la deportación a Babilonia y, por tanto, una historia de llanto para el pueblo de Dios. Además, tras la caída del imperio babilónico, por obra de los persas, el rey Artajerjes al ver a Nehemías – que era su copero – triste mientras le servía el vino, comenzó a dialogar con él. Y Nehemías le manifestó, llorando, su deseo de regresar a Jerusalén porque sentía nostalgia.

El pensamiento del Papa también se dirigió al Salmo que dice: “A lo largo de los ríos de Babilonia se sentaban y lloraban”. No podían cantar, sus cítaras estaban colgadas en los sauces, pero no querían olvidar. Y Francisco recordó al respecto la “nostalgia de los emigrantes”, de aquellos que “están lejos de su patria y quieren regresar”.

De manera que Nehemías se prepara para regresar y llevar al pueblo a Jerusalén. Se trataba de “un viaje difícil” – señaló el Pontífice –  porque “debía convencer a tanta gente” y trasladar las cosas para reconstruir la ciudad, las murallas, el Templo, “pero sobre todo era un viaje para reconstruir las raíces del pueblo”. Después de tantos años, las raíces “se habían debilitado”, pero no se habían perdido. Reapropiarse de las raíces – explicó el Papa –  “significa retomar la pertenencia de un pueblo”. “Sin las raíces – prosiguió –  no se puede vivir: un pueblo sin raíces o que abandona sus raíces, es un pueblo enfermo”:

“Una persona sin raíces, que ha olvidado sus propias raíces, está enferma. Recuperar, redescubrir sus propias raíces y recobrar fuerza para ir adelante, la fuerza para dar fruto y, como dice el poeta, ‘la fuerza para florecer del árbol florido, viene de lo que está enterrado. Precisamente esa relación entre la raíz y el bien que nosotros podemos hacer”.

Pero en este camino hay “tantas resistencias”: “no se puede”, “hay dificultades”: “Las resistencias pertenecen a los que prefieren el exilio, y cuando no hay exilio físico, el exilio es psicológico: el autoexilio de la comunidad, de la sociedad, aquellos que prefieren ser un pueblo desarraigado, sin raíces. Debemos pensar en esta enfermedad del autoexilio psicológico: hace tanto mal. Nos quita las raíces. Nos quita la pertenencia”.

Pero el pueblo va adelante – dijo también el Papa – y llega el día en que la reconstrucción queda hecha. Entonces el pueblo se reúne para “restaurar las raíces”, es decir, para escuchar la Palabra de Dios, que leía el escriba Esdras. Y el pueblo lloraba, si bien en esta ocasión no se trataba del llanto de Babilonia: “Era el llanto de la alegría, del encuentro con las propias raíces, el encuentro con la propia pertenencia”. Una vez terminada la lectura, Nehemías los invita a festejar. Es la alegría de quien ha encontrado sus propias raíces:

El hombre y la mujer que reencuentran sus propias raíces, que son fieles a su propia pertenencia, son un hombre y una mujer con alegría, con alegría, y esta alegría es su fuerza. Del llanto de tristeza al llanto de alegría; del llanto de debilidad por estar lejos de sus raíces, lejos de su pueblo, al llanto de pertenencia: ‘Estoy en casa’. Estoy en casa”.

Por último el Papa  afirmó que si se tiene “miedo de llorar”, entonces también se tendrá “miedo de reír” puesto que, en cambio, cuando se llora de tristeza, después se llorará de alegría. Por eso hay que pedir la gracia del “llanto arrepentido”, “triste por nuestros pecados”, y también del llanto de la alegría porque el Señor “nos ha perdonado y ha hecho en nuestra vida lo que ha hecho con su pueblo”. Y, en fin – dijo – la gracia de ponerse en camino para encontrarse con las propias raíces.