Año nuevo, vida nueva

miércoles, 30 de diciembre de 2015
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30/12/2015 – Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.  Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Lc  2,36-40

 

¡Buena mañana de verano! En la Catequesis de hoy, mientras vamos terminando el año nos abrimos a lo que viene. ¿Qué de lo viejo en tu vida querés dejar que se vaya y a qué nuevo le das la bienvenida?

Posted by Radio María Argentina on miércoles, 30 de diciembre de 2015

Profecía de un mundo nuevo por Cristo hombre nuevo

El mundo viejo va pasando, el año viejo va pasando y en el corazón de cada uno de nosotros hay un deseo de novedad. Ana, la anciana profetiza, con 84 años a sus espaldas sentía esto mismo. Sin duda se ha acabado el tiempo de los deseos. A Ana la sostiene un gran deseo: servir a Dios y ver por fin amanecer el día de Dios y ahora lo está contemplando. Hija del Dios de la luz no podía dejar que se apagara en ella la lámpara del corazón que ardía como deseo de expectativa de ver llegar la Luz.

En cada uno de nosotros mientras el año va terminando, las expectativas sobre el año que viene, nos mantiene esperanzados. Que nos mantenga encendidos y que no se demore. Ana quería como Simeón, tras mucha espera, poder descansar en Dios. Quería dejar lo viejo para abrirse a lo nuevo, como nosotros en este día.

En el texto, se dice que Ana hablaba del niño a todos los que encontraba. Había empezado a vivir una nueva vida ya vieja y así es porque si el mundo viejo y el año viejo para nosotros pasa ha nacido ya un mundo y un tiempo nuevo ahora. Ve como Nicodemo, que es posible nacer de nuevo. Ha nacido aquí abajo en medio de nosotros con la claridad de lo alto.

Para nosotros también ante la novedad de Dios que nos visita, todo se hace nuevo. ¿Cómo soltar lo viejo? Es soltar las seguridades, lo ya sabido, lo aprendido. Queremos soltar porque lo nuevo supone un odre nuevo, por lo tanto lo ya sabido y transitado, de algún modo, ya no nos sirve. El año nuevo es nuevo y supone de parte nuestra, nuevos aprendizajes y nuevas perspectivas. 

No es que todo sea tan distinto que no se pueda planificar nada. Es una actitud interior a la sorpresa en medio de lo proyectado. Es como dice el Papa Francisco, dejarnos primerear y sorprender por Dios.

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En Navidad nacer de nuevo revistiéndonos del hombre nuevo: Cristo

Esta invitación a la vida nueva supone un renacer y la Navidad es toda una invitación a esta perspectiva. Nos suena cercana esta búsqueda de renovación, casi como una lógica humana. A veces lo traducimos en un sentido estético, otras veces en algo externo, o en el cambio de ritmo, cuando es una transformación que viene desde adentro y que lo cambia todo. Cuando la transformación viene de esta presencia transformadora de Dios, el Espíritu Santo nos renueva y nos transforma en un hombre nuevo. Nacer en el Espíritu es dejar que actúe como María en nosotros, y engendre la presencia de Cristo que se traduce en tener sus mismos afectos. En este año el Señor viene con novedad de misericordia y queremos darle la bienvenida. 

El corazón misericordioso de Cristo nos trae un escenario de vida nueva. Dejándonos tomar por esa presencia del Señor, podemos decir con Pablo “ya no soy yo el que vive sino que es Cristo quien vive en mí”. Cuando nos encontramos con cada hombre o mujer en el camino, debiéramos pensar “en este vive Cristo. ¿Lo sabrá?”, y sino cómo ser instrumentos para que a muchos se les despierte en el fondo del corazón lo más intimo de su propia interioridad, la presencia escondida de un Dios que late por manifestarse. Es una presencia escondida de Dios que vive en lo profundo de nuestra existencia. Si andamos frecuentemente con Jesús, vamos a reconocer esa presencia dentro nuestro. Si estamos con Él seremos testigos de ese Cristo vivo que está escondido en el corazón de cada hombre y de cada mujer.

Si nacer de nuevo supone nacer del Espíritu en términos paulinos esa gracia es a partir del despojo del hombre viejo. Dice el apóstol Pablo en Colosenses 3, 1-17 “despojémonos del hombre viejo con sus malas pasiones y revistámonos del hombre nuevo, fortifiquen las pasiones del hombre terrenal”. Para nacer de nuevo desde Cristo debemos aprender a morir con Cristo en todo lo que nos aparta del proyecto de Dios en nuestra vida para darle lugar a Dios obrando en nosotros. La misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, dice Pablo, son los que hablan de esa presencia de novedad de Jesús en nuestra propia vida.

Si uno quiere como testear como va éste proceso de transformación en nosotros es bueno identificar qué corresponde en nosotros a lo más carnal, terrenal según aquellas descripciones sintéticas que Pablo hace de la condición del hombre que vive en ésta corriente de “vejez” y compararlo con ésta otra dimensión de misericordia de bondad, de humildad, de dulzura, de comprensión que hace más a la vida del Espíritu en nosotros. Para esto dice Pablo hay que aprender el camino fraterno de saber sobrellevarnos mutuamente y de perdonarnos del modo como Dios nos ha perdonado en Cristo. Este proceso de transformación de la vida si no está hecho en la clave de la vida fraterna es imposible que se desarrolle. Dios ha preparado lo nuevo en un terreno nuevo que es el espacio comunitario y fraterno. Eso es más que un equipo de trabajo, y técnicas de trabajo en equipo. Es presencia de fraternidad y es un don de la gracia. El fondo y lo que es nuevo para nosotros no está tanto en el acordar y pactar formas para abordar problemáticas, cuánto dejarnos habitar por el espíritu.

Es decir nosotros podemos morir a lo viejo y nacer a lo nuevo cuando aprendemos a compartir la vida del Espíritu en el vínculo fraterno y sabemos sobrellevarnos mutuamente. En éste sentido el nacimiento a lo nuevo a lo que nos invita el año nuevo en el nacimiento es la nueva humanidad, en navidad es una llamada a la vida fraterna en el Espíritu y aquí es verdad lo que la Palabra nos revela dice Juan 1,18, “Estos han nacido del Espíritu”.

 

Padre Javier Soteras