Jesús llama a los primeros discípulos

martes, 5 de enero de 2016
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05/01/2016 – Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret”. Natanael le preguntó: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”. “Ven y verás”, le dijo Felipe.

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”.  “¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael. Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”.  Natanael le respondió: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Jesús continuó: “Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees . Verás cosas más grandes todavía”. Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.”

Jn 1,43-51

¡Bienvenidos a la Catequesis! Tu vocación, eso que elegiste como estilo de vida… ¿Cómo la vivís? ¿Sentís que Dios te quiere ahí en la construcción del reino?

Posted by Radio María Argentina on martes, 5 de enero de 2016

Este texto del evangelio es la continuación del que la Liturgia proponía ayer. Nos da la pauta del inicio de la vida pública de Jesús. Aunque estamos en tiempos de Navidad, la liturgia nos lleva por estos comienzos de su vida pública. “Resolvió Jesús partir hacia Galilea” dice el texto. Supone todo un programa de vida, allí cumplirá todo lo que tiene que hacer entre nosotros. Esa resolución supone ir hacia esa periferia para anunciar que el Reino de Dios está cerca. El próximo domingo celebraremos el Bautismo del Señor con el que se da comienzo a su misión y vida pública.

La resolución de Jesús a ir a Galilea viene acompañado con la llamada de Jesús a sus primeros discípulos. ¿Qué habrá visto Jesús en éstos hombres? En Felipe, en Natanael, en Andrés, en Pedro, en Juan… ¿qué habrá visto en esa madera humana para invitarlos a formar parte de la vida de los discípulos? Sólo Dios puede ver en el corazón de cada uno. ¿Qué habrá visto en ellos? Y por otro lado, éstos hombres, ¿qué vieron en Jesús que los cautivó para dejar todo lo que estaban haciendo y seguirlo? Evidentemente hay una fuerza de vocación en esos encuentros. Hay un impacto que provoca en quien es llamado para dejarse cautivar y amar de ésta forma, para luego poder ser parte de la edificación del reino. También cada uno de nosotros vivimos esta llamada. El impacto que nos provoca que Cristo mirándonos nos llame. A la vez el impacto que al dejarnos amar, con nuestra vocación, colaboramos en la edificación del reino. Hay un ida y vuelta en este encuentro. ¿Por qué el Señor me llama? Su vida y su llamado me impacta y me cautiva.

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Descubrir la vocación a la cual somos llamados

La llamada del Señor nos hace ver cómo Él mira nuestro corazón. ¡Qué hermosa alabanza la que recibe Natanael! “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez” dice Jesús. Él conoce lo hondo del corazón, por eso Él nos invita a ocupar el lugar que cada uno de nosotros puede ocupar. Dios no nos da una cruz más grande que la que cada uno de nosotros puede llevar. Nos conoce y sabe lo que podemos, pero aquello que podemos debemos darlo todo.

Quien llama es el Señor y conoce de antemano a quien llama y lo invita a formar parte del grupo. Esta pequeña comunidad itinerante y misionera continúa con vos, conmigo y con tantos que a lo largo de la historia y en cada situación podemos dar una respuesta desde el evangelio. Ahí está la calidez y la fuerza de Dios que porque nos conoce detecta lo que nosotros podemos dar. Cada persona es diferente, tiene su ritmo propio y da su respuesta interior. Sólo el amor trae la vida de Dios.

En esta realidad de llamada, Jesús es el centro. Por eso el grupo alcanza su cumbre cuando todos hacemos el acto de fe en Cristo, “Tú eres el hijo de Dios”. Todo grupo de creyentes arranca desde la fe y crece en el encuentro con el Maestro, y se convierte en testigo del amor de Dios y en servicio solidario a los demás. Ahí se nos presenta esta especie de proyecto. Somos llamados por puro amor de Dios, gratuitamente, en nosotros esa llamada crece y crecemos en la formación cuando escuchamos al maestro, vivímos con alegría la participación y nos convertimos en testigos del amor de Dios y en servidores de los demás. 

Esa llamada que Cristo te hace fecunda nuestra vida. Ésta realidad de llamada y servicio atraviesa todos los órdenes de nuestras vidas. A los ojos de Dios hasta lo más insignificante tiene valor. Aunque aparentemente sea infructuoso lo que hagamos, sin embargo, para la obra de Dios en su reino eso edifica. 

La llamada que Jesús nos hace necesita continuamente ser revisada, y con el pedido al Espíritu Santo de que nos siga enamorando. Con el paso del tiempo corremos el riesgo de desencantarnos, de olvidarnos de ese encuentro primero. Lo importante es siempre volver, porque en ese encuentro primero con Jesús está lo que nos ha cautivado y nuestra vocación. 

Este texto del evangelio no sólo nos deja el primer encuentro de Jesús con sus discípulos, sino también esta manera de poder hablar de Jesús y mostrar quién es Él. Jesús así como se acercó con sus primeros discípulos también quiere encontrarse con vos. 

De la boca de los discípulos aparecerán diferentes apelativos para hablar de Jesús, “Maestro”, Pedro como “el Cordero de Dios”, Felipe como “el anunciado por Dios y los profetas” y finalmente Natanael como el “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. ¿Lo reconocemos como Mesías, como el esperado, como el hijo de Dios el Rey soberano de nuestras vidas?. Allí se da todo el proceso de una llamada y de una vocación: Dios llama, nosotros nos sentimos cautivados, y se da este aprendizaje en que lo escuchamos y le damos nuestras vidas, y también lo reconocemos como Señor de nuestra vida. No es cuestión de alta teología sino de la vida práctica. Quienes tenemos fe en lo simple de cada día podemos estar viviendo nuestra vocación en ésta manera de darlo a conocer. Se da de una manera simple, no requiere grandes estructuras. Incluso en el lecho del dolor, o en los silencios de tiempos que nos parecen estériles porque la fe está seca, o en el labor simple de una madre que se esfuerza por su familia, o en cada instancia que nos toca.

Si Jesús te mira hoy de frente, ¿qué aspecto de tu vocación destacaría como lo hizo de Natanael? No es para que nos la creamos, sino porque es don suyo, y eso mismo es lo que quiere que pongamos al servicio de los demás.

Padre Daniel Cavallo