11/01/2016 – Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
Mc 1, 14-20
¡Bienvenidos a la Catequesis! ¿Qué estás dispuesto a dejar para seguir a Jesús ? ¿Y qué estás dispuesto a hacer para construir el Reino? Posted by Radio María Argentina on lunes, 11 de enero de 2016
¡Bienvenidos a la Catequesis! ¿Qué estás dispuesto a dejar para seguir a Jesús ? ¿Y qué estás dispuesto a hacer para construir el Reino?
Posted by Radio María Argentina on lunes, 11 de enero de 2016
Ayer domingo al terminar el tiempo de Navidad y comenzar el tiempo durante el año se nos presentó el Bautismo de Jesús. Allí Jesús, sin necesidad, se asocia a la vida del hombre recibiendo este bautismo de penitencia y dando inicio a su vida pública.
Hoy también se nos presente en el texto el comienzo de la vida pública de Jesús. Es el evangelio de San Marcos, escrito para que las primeras comunidades conocieran a Jesús. Este evangelio comienza directamente con la vida pública de Jesús anunciada por el Bautista e iniciada con su bautismo.
En el texto de hoy se menciona el arresto de Juan y el comienzo de la predicación de Jesús. Anuncia la cercanía del reino de Dios y una invitación al arrepentimiento y apertura a la novedad que Jesús trae. Cada uno de nosotros puede dejar interpelar por esta invitación y hacer el ejercicio de invocar la gracia de Dios para avanzar en el camino de la conversión.
Desde el comienzo Jesús quiere congregar una comunidad en torno a Él. Los primeros llamados son los pescadores de Galilea, llamados a convertirse en pescadores de hombres. Esta aceptación de los primer apóstoles nos permite hacernos la imagen: dejaron las redes, osea, dejaron un tipo de vida al que estaban habituados para entrar en la novedad que Cristo nos propone.
San Marcos nos anuncia los 3 puntos principales de la predicación de Jesús, que pueden serlo de la vida cristiana:
Creer, convertirnos y sentirnos llamados serán 3 ejes que se moverán siempre en nuestra vida cristiana. Lo fue con los discípulos, lo es con nosotros y será siempre en la historia del mundo.
Simón, su hermano Andrés, Santiago y Juan fueron los primeros en ser llamados. Luego alcanzarán doce, y más tarde 72 discípulos. Hombres y mujeres que vivieron este camino de creer, convertirse y ser llamados para ser todos de Dios. Él nos llama a todos pero lo hace a cada uno de una forma personal y con el propio nombre. Eso implica que cada uno pueda responder conforme sus posibilidades.
Se anuncia no sólo la cercanía del reino sino también la necesidad de la participación de cada uno de nosotros. El Reino ya esta presente entre nosotros en nuestra realidad concreta de todos los días, la que vamos construyendo desde nuestra fe y el deseo de convertirnos para ser más de Dios. El Señor nos llama no por nuestros méritos sino por su amor, pero nosotros ofrecemos lo poco que tenemos. Nada se excluye cuando entra en juego la construcción del Reino. Todo suma. Allí nuestra obra y pequeñez, lo que somos y lo que hacemos contribuye a hacer crecer el reino entre los hombres.
El Papa Francisco en el nº 180 de “El gozo del evangelio” nos habla del reino que nos reclama. Nos viene bien traerlo en este día en que el evangelio nos presenta el llamado.
Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura» (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: «¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7). 181. El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo y nos recuerda aquel principio de discernimiento que Pablo VI proponía con relación al verdadero desarrollo: «Todos los hombres y todo el hombre»[145]. Sabemos que «la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre»[146]. Se trata del criterio de universalidad, propio de la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea que todos los hombres se salven y su plan de salvación consiste en «recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo» (Ef 1,10). El mandato es: «Vayan por todo el mundo, anunciad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño»[147]. La verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia.
Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura» (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: «¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7).
181. El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo y nos recuerda aquel principio de discernimiento que Pablo VI proponía con relación al verdadero desarrollo: «Todos los hombres y todo el hombre»[145]. Sabemos que «la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre»[146]. Se trata del criterio de universalidad, propio de la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea que todos los hombres se salven y su plan de salvación consiste en «recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo» (Ef 1,10). El mandato es: «Vayan por todo el mundo, anunciad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño»[147]. La verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia.
Padre Daniel Cavallo
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