Anunciar y liberar
13/01/2016 – Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando». El les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Mc 1, 29-39
¡Bienvenidos a la Catequesis! Para compartir en la mañana ¿Con qué acción concreta manifestás tu compromiso con la sociedad?
Posted by Radio María Argentina on miércoles, 13 de enero de 2016
Señor de quien procede todo Don Perfecto,
tu dispusiste que José Gabriel del Rosario,
fuese pastor y guia de una porción de tu Iglesia;
y lo esclareciste por su celo misionero, su predicación evangelica y una vida pobre y entregada.
Te rogamos completes tu obra glorificando a tu Siervo con la corona de los Santos.
Por Jesucristo Nuestro Señor Amen.
Querido Cura Brochero,
quienes te queremos y a vos nos encomendamos,
te pedimos que cargues en las alforjas de tu corazón
nuestros anhelos y deseos más profundos…
que los entregues a tu Madre, la Purísima,
y Ella los ponga a los pies de esa cruz por vos tan amada.
Por Jesucristo al Padre Dios con el Espiritu Santo.
Amén.
(Oración P. Ángel Rossi)
Jesús en la oración obtiene una libertad interior para no atarse a nada ni a ningún lugar. El anuncio de la buena noticia incluía la liberación de los males más profundos del corazón humano. Es la liberación que Cristo nos trae a veces a la pereza, a la desidia, a la indiferencia o a las excusas «no sirvo», «no me sale», «no tengo tiempo».
«Nos has creado Señor para tí y nuestro corazón no haya sosiego hasta que descanse en tí» dice San Agustín. Estamos hechos para Dios, y por eso Él nos sale al encuentro. Dios nos cuida con delicadeza, nos busca y nos llama, tiene gracias para cada uno. Hay millones de hombres y mujeres en el mundo, y ninguno deja de ser llamados por Cristo. ¿A qué nos llama? a un vida de santidad. A todos nos busca, y nuestra misión es facilitar éstos encuentros de gracia.
Todos te buscan
San Agustín, comentando este pasaje del evangelio, escribe:
“El género humano yace enfermo; no de enfermedad corporal, sino por sus pecados. Yace como un gran enfermo en todo el orbe de la tierra, de Oriente a Occidente. Para sanar a este moribundo descendió el médico omnipotente. Se humilló hasta tomar carne mortal, es decir, hasta acercarse al lecho del enfermo”.
Han pasado pocas semanas desde que hemos contemplado a Jesús en la gruta de Belén, pobre e indefenso, habiendo tomado nuestra naturaleza humana para estar muy cerca de los hombres y salvarnos.
Hemos meditado después su vida oculta en Nazaret, trabajando como uno más, para enseñarnos a buscarle en la vida corriente, para hacerse asequible a todos y, mediante su Santa Humanidad, poder llegar a la Trinidad Beatísima. Nosotros, como Pedro, también vamos a su encuentro en la oración –en nuestro diálogo personal con Él–, y le decimos: Todo el mundo te busca, ayúdanos, Señor, a facilitar el encuentro contigo de nuestros parientes, de nuestros amigos, de los colegas y de toda alma que se cruce en nuestro camino.
Tú, Señor, eres lo que necesitan; enséñanos a darte a conocer con el ejemplo de una vida alegre, a través del trabajo bien realizado, con una palabra que mueva los corazones.
El Papa Francisco dijo en una homilía: “La obra salvadora de Cristo no se agota con su persona durante su vida terrena; esta prosigue mediante la Iglesia, sacramento del amor y de la ternura de Dios hacia los hombres.
Al enviar en misión a sus discípulos, Jesús les confiere una doble misión: anunciar el Evangelio de la salvación y sanar a los enfermos. Fiel a esta enseñanza, la Iglesia siempre ha considerado la asistencia a los enfermos como parte integrante de su misión. Curar a un enfermo, acogerlo y servirlo es servir a Cristo, el enfermo es la carne de Cristo.
Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz del evangelio y la fuerza de la gracia a quienes sufren y a todos aquellos que los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que el servicio al enfermo sea realizado cada vez con más humanidad, con dedicación generosa, con amor evangélico y con ternura”.
Padre Daniel Cavallo
Fuente: Material elaborado en base al libro «Hablar con Dios» de Francisco Fernández Carvaja
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