Su amor, vino nuevo que transforma el corazón en odre nuevo

lunes, 18 de enero de 2016
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18/01/2016 –  Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?”.

Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”.

 

San Marcos 2, 18-22

Ven Espíritu Santo transforma nuestra tensión interior en un descanso santo,

nuestra confusión interior un calma sagrada,

nuestra ansiedad interior en una confianza tranquila,

nuestra temor interior en una fe firme,

nuestra amargura interior en la dulzura de la gracia,

nuestra tiniebla interior en una luz apacible,

nuestra frialdad interior en un entusiasmo amoroso,

nuestra noche interior en tu luz, nuestro invierno interior en tu primavera .

Santo Espíritu endereza nuestra maldad, llena nuestro vacío interior,

agudiza al máximo nuestra humildad,

enciende la llama de nuestro amor, deja que nos veamos como tu nos ves,

permite que te veamos como nos has prometido y que

tengamos la dicha de que se cumplan  en nosotros todas tus promesas.

Ayer cuando compartíamos la celebración de la eucaristía en le texto del evangelio de San Juan podíamos meditar esta hermosa expresión “Los discípulos creyeron en él” y el milagro que Juan relata es en de las bodas de Caná y ese vino nuevo es en referencia a nuestra vida.

El agua manifiesta esa realidad que permanece en nosotros cuando nos desanimamos, cuando estamos mordidos por la rutina; pero el milagro se obra: el Señor transforma el agua de la rutina de nuestra vida en el vino nuevo del amor que es lo que da sabor y sentido a nuestra existencia.

Es la presencia del esposo, es decir de Cristo, en el evangelio de hoy provoca una transformación. Nadie pone vino nuevo en odres viejos. Por eso la invitación de hoy es a reflexionar sobre el sentido de nuestra vida. Es por esto que la consigna para hoy es la siguiente:

¡Bendecido comienzo de semana! Compartimos la catequesis de hoy junto al padre Daniel Cavallo.La consigna para participar es la siguiente: ¿Qué o quién decide en el sentido de tu vida?

Posted by Radio María Argentina on lunes, 18 de enero de 2016

El espíritu del evangelio requiere corazones nuevos. Así es la novedad que Jesús nos propone, un corazón fiel que se cuestiona cada día sobre las lineas de pensamientos, el sentido verdadero, cuál es su motor. Claramente el peligro de que este corazón se apague son muchos: la desidia, la pereza, el sin sentido.

A veces podemos sentirnos odre viejo, vestido viejo: que nada nos despierta la pasión, el amor por la vida, por Jesús. A veces nuestra vida no esta movida por esta fuerza del vino nuevo,  de vestido nuevo necesario para poder contener la fuerza incontenible del Espíritu Santo. Si es así, entonces quiere decir que estamos mordidos por la rutina.

Él nos da el vino nuevo de la alegría, el amor que da verdadero sentido a nuestra vida.

“¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos”

Los discípulo de Juan ayunaban. El ayuno es expresar el deseo de disponernos a escuchar a Dios para cumplir su voluntad, poniendo a Dios por encima de todo, incluso del alimento. Si los discípulos de Jesús no ayunan es porque esta unión que los hombres desean ya esta realizada en la presencia de Jesús, por ende no es momento de ayunar sino de celebrar la presencia del Mesías salvador que está entre nosotros. La unión de Dios con nuestra pobre humanidad está ya realizada.

Ésta unión con el hijo de Dios es lo que celebramos en la Eucaristía pero también se hace presente en lo cotidiano de nuestra vida, ¿cómo? a través de la santidad que el Espiritu obra en el corazón de cada uno de los creyentes. Pero se necesita un corazón nuevo para recibir ésta novedad. Es por esto que Jesús cuando comienza su predicación nos llama a la conversión que no es otra cosa que el llamado a la transformación, a la renovación del corazón.

La Iglesia es el vestido nuevo, la vasija nueva preparada para recibir el vino nuevo de Cristo. Con la Ascención se cierra una etapa de la revelación y en Pentecostés comienza otra etapa, la edificación de la Iglesia.

En el modo de vivir todas las virtudes se ve la santidad de una persona, en lo cotidiano, no tiene nada de extraordinario.

Hoy podemos agradecer a Dios por todas esas gracias con que Dios nos ha bendecido. ¿Qué sería de nuestra vida si estos medios de santificación? ¿cómo podríamos conocer las enseñanzas de Jesús si ésta verdad revelada no se hubieran guardado en el odre nuevo de la Iglesia? Desde el momento que Cristo funda la primera Iglesia nosotros podemos afirmar que ésta realidad continua a lo largo de la historia: es la santidad que tiene la cabeza de la Iglesia que es Cristo y que se derrama para poder saborear cada gesto, cada obra que nosotros hacemos por más pequeña que nos parezca. Solo el amor da sentido a nuestra existencia.

El documento de Aparecida dice “Ese gris pragmatismo en el que a veces los cristianos nos acostumbramos a vivir” ¿Que quiere decir? Ver todo igual, tener la tentación de bajar los brazos, pensar que ya nada nos mueve, nos interesa, nos cautiva. Si tengo el corazón así hay una luz amarilla que se esta prendiendo porque Cristo necesita un corazón nuevo que acepte la fuerza de Su amor para poder hacer que vivamos en plenitud, dando lo mejor de nosotros.

La santidad, el modo de recibir este vino nuevo

 Es la invitación que Jesús nos hace: recibir este desafío, un odre y corazón nuevo dispuesto a recibir el vino nuevo de Su amor.

El amor que Cristo nos da es ese vino nuevo que da sabor de vida nueva a todo lo que nosotros hacemos, sino caemos en la rutina y el desencanto.

Compartimos desde la Exhortación evangélica Evangelii Gaudium:

III. Desde el corazón del Evangelio

34. Si pretendemos poner todo en clave misionera, esto también vale para el modo de comunicar el mensaje. En el mundo de hoy, con la velocidad de las comunicaciones y la selección interesada de contenidos que realizan los medios, el mensaje que anunciamos corre más que nunca el riesgo de aparecer mutilado y reducido a algunos de sus aspectos secundarios. De ahí que algunas cuestiones que forman parte de la enseñanza moral de la Iglesia queden fuera del contexto que les da sentido. El problema mayor se produce cuando el mensaje que anunciamos aparece entonces identificado con esos aspectos secundarios que, sin dejar de ser importantes, por sí solos no manifiestan el corazón del mensaje de Jesucristo. Entonces conviene ser realistas y no dar por supuesto que nuestros interlocutores conocen el trasfondo completo de lo que decimos o que pueden conectar nuestro discurso con el núcleo esencial del Evangelio que le otorga sentido, hermosura y atractivo.

35. Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante.

Padre Daniel Cavallo