Una pedagogía para los vínculos

miércoles, 5 de marzo de 2008
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Los recogeré de todos los países, los reuniré y los conduciré a su tierra. Derramaré sobre ustedes agua purificadora.  Y quedarán purificados.  Los purificaré de toda mancha y de sus ídolos.  Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo.  Les quitaré del cuerpo el corazón endurecido, les pondré un corazón de carne.  Infundiré mi Espíritu en ustedes para que vivan según mis mandatos y respeten mis órdenes.  Habitarán en la tierra que yo di a sus padres.  Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios.  Les limpiaré de sus manchas.  Mandaré trigo y los multiplicaré.  Y no los dejaré pasar más hambre.  Multiplicaré los productos y los frutos del campo y no serán más humillados entre los demás pueblos padeciendo hambre.

Ezequiel 36, 24 – 30

La semana que pasó intentamos dibujar un proyecto de vida detrás de un ideal. Le pusimos nombre a aquello que marca rumbo en nuestra historia, lo que nos muestra horizonte, lo que nos regala un norte. Y fuimos como entretejiendo un sueño, que surgió no de la evasión sino de lo más profundo de nuestro ser. Allí donde habla nuestra historia y aparece el adn que identifica nuestro ser personal, construido en relaciones y vínculos a los cuales pertenecemos; de los cuáles venimos, pero mucho más allá y casi como volviendo hacia atrás y mirando hacia delante al mismo tiempo. Descubriendo la presencia de un Dios eterno, para el que no hay tiempo y se ha hecho tiempo en medio de nosotros, la razón de ser de nuestro existir, en el llamado vocacional que ha puesto en nuestro corazón.

Para poder ir construyendo este ideal de vida, vocacional, hay que descubrir en el camino, los modos y los senderos a través de los cuales hacerlo. Surge justamente esto, de lo que va a ser temática de nuestra reflexión estos días. De una estrategia pedagógica en torno a los vínculos. A las relaciones. Porque en realidad lo nuestro se va construyendo en la medida en que con otros vamos descubriendo el camino. Otro (con mayúscula), otros que forman parte de nuestro existir. El otro que yo mismo soy. Con el que tengo aprender a vincularme. Y todos y cada una de las cosas que Dios ha creado a favor de los que lo amamos. Los que nos sentimos profundamente amados por Él.

Este entretejido vincular, este construir nuestro ideal desde las relaciones, esconde dentro de si un gran secreto. Es el que la Palabra nos ha regalado. En el libro de Ezequiel 36, 24 . Tiene como origen a Dios, y es una gracia es un don. El entretejido vincular personalizante tiende como a relacionarnos con los demás, en clave de alianza, supone una gracia, la gracia de la alianza, de un Dios que ha venido a habitar en medio de nosotros. Con este Dios, con este Señor de la alianza, en esta clave vincular amplia. Multifacética, de rostros distintos, queremos ir aprendiendo a hacer realidad en medio de nosotros el ideal de vida, con el que Dios soñó y al que nosotros vamos aprendiendo a despertar.

Existen vínculos allí donde existe una relación honda, cargada de afectos, libre, permanente, aceptada desde la interioridad de la persona, y que la afecta a toda ella por entero.

El significado etimológico de vínculo es encadenarse. Atarse con un lazo fuerte, estable y seguro.

Nos fijemos a qué estamos atados y vamos a descubrir como son nuestros vínculos. Si son personalizantes o no. Si nos cosificamos en las relaciones o verdaderamente nos personalizamos en clave de liberación interior, y al mismo tiempo de lazo estable y seguro.

¿Qué les da consistencia a nuestros vínculos? ¿En donde los hemos establecido? ¿Sobre qué realidad los hemos puesto?

A qué estamos atados nos va a permitir descubrir, como son nuestros vínculos. Si son vínculos que tienen consistencia o no. Y estamos atados al trabajo, estamos muy atados al tiempo. Estamos muy atados a lo que es la agenda, y lo que es nuestro quehacer. Nos atamos fuertemente a las necesidades que tenemos. Y a las que no alcanzamos a llegar. Estamos atados a un modo de vincularnos a los demás, que está fundado sobre un estilo y un modo que no termina de convencer. Estamos atados bien a los demás. Fuertemente. Nuestra atadura más sólida es Dios. Pero a esto lo planteamos como alternativa de posibilidad que se hace pregunta. No como debería ser las cosas. Sino que es pregunta que nos abre a como son las cosas las cosas. Como de hecho acontecen en medio de nosotros. Para que tomando conciencia, a qué nos hemos atado, revisemos si verdaderamente la atadura vincular que hemos establecido, es la más sana, es la más estable, es la más fuerte, es la más segura, sólo el Señor es mi roca. Y en Él he puesto mi confianza, dice el salmista. Pero esta expresión, no la hagamos tan nuestra rápidamente. Seamos realistas. Y nos animemos a dejarnos ver por Dios. Y contemplar por Él, Como quien mira contemplando la corrección, de amor paterno, para dejarnos guiar realmente de manera consistente, sobre vínculos que necesitan ser renovados desde dentro de nosotros, generando rupturas con modos y estilos de vincularnos, que no nos hacen del todo bien. Al menos, que no son tan sólidos, no son tan estables, fuertes y seguros.

Tal vez el día que pasó, en el fin de semana que pasó, domingo, sábado, ayude para tomar conciencia a qué está vinculado uno. O si los vínculos de uno son estables.

Cuando tenemos el tiempo libre, para reposar y para descansar, ahí nos damos cuenta que grado de consistencia tiene lo vincular en nosotros.

Si tendemos hacia los otros o si nos buscamos a nosotros mismos. Si establecemos vínculos saludables con los otros, en el diálogo en el compartir, o buscamos espacio para cortarnos solos, para esta solos. Eso nos permite como, saber si de verdad estamos en lo vincular bien establecidos, y bien fundados, o nos está haciendo falta un ajuste interior, para volver hacia aquella gracia de alianza con la que Dios, le da verdadera consistencia a nuestras relaciones.

Si en la atención que tiene que ver con tus hijos, vos perdés tu mismidad, tu posibilidad de ser en relación a otro tipo de vínculo, evidentemente no es sano. Creo que el camino de la oración, más que compensar aquello, pone luz y ayuda a resolver aquello. Busca por el camino de la oración mecanismos que te ayuden a liberarte, de este modo de vincularse que no hace bien.

Hemos perdido en el tiempo en que vivimos, la capacidad de vinculación. A lo sumo mantenemos relaciones de tipo funcional. Las necesarias para dar o recibir servicio material. Cultivar actividades culturales, sociales, deportivas, económicas en común. Pero el vínculo hondo, profundo, las relaciones que superan lo meramente superficial, lo funcional, lo de cada uno en su mundo, van como desdibujándose, en torno a las dos grandes ideologías que dominaron por grande tiempo, en el mundo en el que vivimos.

Tanto el individualismo neoliberal capitalista, cuanto el socialismo marxista. Las dos han tenido como un carácter de despersonalización, y si estas don corrientes de pensamiento y cultural, han tenido una fuerte influencia en el siglo que pasó, han dejado sus consecuencias después de la caída del muro, en la descarada manera de mostrarse inhumano, el sistema neoliberal que nos muestra.

Han dejado sus consecuencias, uno por descaro. Y otro por ausencia, vayan perdiendo vigencia.

A pesar de que el tiempo ha pasado, en cuanto al liderazgo de estas dos grandes corrientes culturales, su influencia y su influjo todavía lo sentimos. Y llega a nosotros. Procesos culturales de despersonalización.

El liberalismo capitalista, exaltó la bondad de nosotros, cada uno, y mostró la maldad de lo social. Y en todo caso, esto se resuelve a través de un contrato en donde las partes se ponen de acuerdo. Y nos pudo en una lucha sin cuartel, por nuestra propia libertad; y por todo lo privado. Encerrándolo en sí mismo.

En torno a esta corriente ideológica-cultural estamos nosotros, carentes de un espíritu solidario, y de apertura a los demás, que aparecen como quienes frustran la propia libertad y la posibilidad de llegar a ser. En la medida en que el contrato se resiente, en clave de sistema, en esa misma medida el vínculo se rompe. Y entonces rápidamente, dos que decidieron construir su vida juntos, cuando alguna cláusula de la convivencia se ve afectada, aquella decisión se ve dañada, y la consistencia de la misma se ve destruida. Porque está puesta no sobre un lugar de compartir la existencia y de caminar junto al otro, sino sobre un contrato que en alguna de sus cláusulas no contemplaba al otro sino mis derechos y beneficios y si algo de esto había que sacrificar, poco importaba que el otro fuera, o sea que el otro dejaba de ser. Y así vemos, proyectos de vida común frustrados, porque el contrato, es frágil. No está construido sobre lo vincular sino sobre otros aspectos. Económicos, bienestar. Sentirse bien, placer. Y todo lo que sea necesidad del mundo contemporáneo muestra como ideal de vida, que a veces resulta al menos al 80 % de la humanidad, inalcanzable.

Sólo algunos poquitos pueden alcanzar aquellos “ideales” que plantea el mundo capital.

El marxismo, por el contrario, afirmó la necesidad de la igualdad social. Y para lograrla negó la dignidad de la persona. Impuso por la fuerza la cohesión social, y creó un estado totalitario como instrumento de unificación. Bajo el signo de la liberación en América Latina se escuchan voces que llegan con tono carioca a querer instaurar, este estilo despersonalizante totalitario, masificador, donde el estado tiene la absoluta autoridad, y manipula para según los intereses que supuestamente son de todos, las libertades personales.

El resultado es la violación de la dignidad de la persona. Y una sociedad regida dictatorialmente.

Los dos tienen como un gran proceso de despersonalización.

Se impone una tarea de la recuperación de los vínculos. Nosotros hemos participado desde lo ideológico y desde la convivencia desde lo cultural, a una explosión en lo vincular. Y hay que comenzar a reconstruir.

Es como si hubiera, a través de estas dos grandes ideologías, explotado en el corazón mismo de la humanidad, lo que al hombre le permite verdaderamente ser lo que el hombre está llamado a ser.

El ser con otro, en cualquiera de los sentidos que se lo plantee, y de manera jerárquica. El Otro, el otro, mi par, los otros y otras cosas que Dios ha creado, con las que nos vinculamos como cosas.

En esta no estamos invitados a ser señores y no esclavos. Con los otros, muchos otros, hermanos, hermanos.

Estamos llamados a ser hermanos.

Y con el otro (con mayúscula), hijos, hermanos y señores. En esta clave se definen nuestros vínculos de manera consistente. Cuando estamos atados a las cosas, cuando estamos atados a las cosas, somos esclavos. Cuando la atadura es a algún vínculo, personal, somos dependientes. Cuando estamos atados a una ideología o un ídolo, que no es el Dios en Jesucristo, estamos alienados.

¿A qué estamos atados? ¿Y a qué manera Dios nos invita a vincularnos de una forma más consistente?

El ser personal nuestro de cada uno de nosotros, tiene como un centro dependiente, donde está marcado nuestro adn, nuestro código de identificación. Éste es libre. Le llamamos yo personal.

El yo personal se plenifica, por la apertura al tú. Solamente es plenamente uno cuando es con otro. No existe libre de todo, existe solamente en la medida en que es con otro.

Decía Emmanuel Mounier, filósofo personalista, así como el filósofo que se encierra primero en el pensamiento, jamás hallará una puerta hacia el ser, así tampoco aquel que se recluye primero en el yo, no encontrará jamás, el camino hacia los otros.

Cuando la comunicación se rebaja o se corrompe, yo mismo me pierdo profundamente. Todas las locuras manifiestan un fracaso de relación con el otro. Alter (el otro), se vuelve aliens. Y yo me torno a mi vez extraño, a mí mismo. Alienado. Casi se podría decir-sostenía Mounier-, que sólo existe en la medida que existo para otros, en última instancia, ser es amar.

Estás como en la raíz del corazón humano, del yo personal, esta realidad de ser con los otros, y para los otros.

De allí que reestablecer lo vincular, de una manera ordenada, sana, reconstituir los vínculos, es fundamental para el proceso de personalización. Entre las vinculaciones a las personas, poseen una importancia primaria las ligadas a los afectos más cercanos. Es decir la familia. Educadores, padres, maestros, porque en torno a ellos se tejen múltiples lazos. Y porque son los primeros portadores del los valores. En realidad cuando alguno de estos vínculos se daña, se rompe, se afecta, se deteriora, se desgasta, sentimos que una parte importante de nosotros se pierde se desvanece, carece de consistencia. Empecemos por casa a reconstruir lo que estamos llamados a ser con otros. A superar los vínculos en clave funcional, y a establecerlo en clave de personalización. Mucho más allá de una necesidad puntual. O de un modo de funcionar unos con otros. Sino más hondo. Desde donde estamos llamados a ser con otros, construyendo con otros un proyecto de vida.

Hay momentos donde lo vincular, el trato con otros es profundo y quedan grabados para siempre en nuestro corazón, no los podemos olvidar, casi podemos describir, el lugar donde ocurrió, la hora en que aconteció, los colores que revestí aquel hermoso paisaje que quedó grabado para siempre en nuestro interior, que forma parte de nuestro paisaje más hermoso con el que convivimos todos los días, mucho más allá de lo que por fuera acompañe nuestra mirada. Son los paisajes internos que surgen, brotan, están grabados en el trato con los otros y que nos marcan la vida.

Con los cuales podemos resistir los momentos más duros y los más difíciles.

Cuando me iba el otro día para Bel Ville, veía una película del exterminio nazi al pueblo judío, y un joven alentaba a otro diciéndole, eran los dos húngaros, piensa en la plaza de Budapest. Y será suficiente para que aquellas tardes soleadas de nuestra hermosa ciudad, nos sostengan en medio de tanto dolor, de tanto horror, de todo lo que ocurría allí. Tenían un paisaje grabado. ¿Qué ocurría en la plaza? En el lugar público, los vínculos seguramente. Han sido los que han marcado en el corazón del que lo decía, la historia que ahora se sostenía, en medio del exterminio, con la imagen grabada dentro de sí, de anda saber qué ocurrió en aquella plaza.

¿En tu vida cuál ha sido el momento de vínculo, de relación, donde vos dijiste, “esto lo guardo para siempre”? Y aun cuando no lo hayas dicho, te surgió así, y así lo vivís. Lo guardaste para siempre. Por eso no solamente queremos reconocer a lo que hemos estado atados y que necesitamos desatarnos para vincularnos más sanamente, sino reconocer también, las buenas ataduras, esas que dan vida, que surgieron en algún momento en la relación con un alguien, que es otro, y que a tu propia existencia, le dio otro sentido.

Cuando Jesús se encontró con los discípulos, uno de ellos, Juan, dice, fue aproximadamente a las cuatro de la tarde. ¡Ma’ qué aproximadamente a las cuatro de la tarde, seguro que fue a las cuatro de la tarde!

Porque no se puede olvidar un encuentro de tanta plenitud, tan significativo como aquel que tuvieron con Él, cuando les dijo; “¿qué buscan muchachos? ¿Dónde vives, Señor? Y ellos preguntándole esto recibieron como respuesta, vengan y vean. “Eran aproximadamente, dice Juan, las cuatro de la tarde”. Y si le da un poquito mas de hoja nos describía adónde se reunieron, bajo que árbol. Y qué compartieron.

Nosotros ahora lo hacemos desde los vínculos que nos dieron sentido, consistencia, a nuestra vida.

Es en los otros y con los otros donde nuestro proyecto de vida personal, es posible de que alcance el ideal con el que Dios soñó y con el que nosotros, vamos despertando cuando le ponemos nombre al camino que tenemos por delante.

Que el Señor te de la Gracia de poder renovarte desde adentro en tus vínculos.