Familia y escuela: límites, bordes y desbordes

miércoles, 9 de octubre de 2013
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25/09/2013 – La principal consulta y preocupación que tienen los padres y los docentes, el tema pasa por los limites.

Tengo aquí una historieta donde aparece un niño con los dientes apretados sentado en la cama, diciendo “¿por qué no se encierran ellos a pensar hasta que se les pase la mala onda?”. Un hijo que, ante una sanción –en este caso ‘andá a tu pieza’– lo que ocurre es que se llena de bronca , no razona sobre las causas de la sanción, sino que le atribuye el castigo a la mala onda que tienen ellos.

Eva Rotemberg acota debajo: “cuando los hijos sienten que sus padres son injustos, no aprenden a respetar. Solo se llenan de bronca y resentimiento, lo cual es más grave. Pocas veces los adultos relacionan y se involucran en los efectos que generan en otros. Como dice el Principito, ‘lo esencial es invisible a los ojos’.”

            Una escena que se repite a diario: padres que sancionan porque no se cumple lo acordado, hijos que se llenan de bronca y resentimientos. Padres impotentes que no saben cómo hacer para, al mismo tiempo, poner un límite, sancionar conductas inaceptables, y por otro lado evitar que el corazón de su hijo se llene de bronca.

GL: ¿qué pensás de esto Eva?

ER: Se puede poner un límite cuando hay un vínculo. Fuera de un vínculo nadie acepta un límite. Ya es un castigo. Ya es una sanción. En la sociedad tenemos muchos ejemplos de eso: la cárcel, etc.

En una familia los hijos respetan los límites cuando se sienten entendidos, tenidos en cuenta, cuando sienten que hay un vínculo. Cuando los padres están en sus cosas, no tienen tiempo, aunque los amen están muy preocupados con otras cosas (que tienen que mantener el hogar, que la mamá está sola, y otras cosas que sabemos que pasan en el mundo adulto), el hijo no entiende que quizá son importantes. El experimenta que está solo, que no tienen tiempo de escucharlo. Ese chico es muy difícil que acepte los límites. Y si los padres piensan que sancionándolo, castigándolo, va a aprender, ese niño, o se va a hacer más rebelde y en la adolescencia va a ser peor, o se va a autoagredir de distintas maneras (consumiendo drogas, alcohol, etc) La autoagresión es una forma de agredir a los padres también. Estoy hablando de extremos. Pero los extremos comienzan en la infancia. El tema entonces es cómo ayudar a los padres a poder escuchar a los hijos. Lo que expresan los niños son sentimientos y vivencias muy importantes y a veces los padres no saben cómo escuchar.

GL: Yo estoy en contacto con mucha gente que está en la docencia, y me da la sensación de que estamos enfocando mal el tema. Porque la escuela presiona mucho: los chicos necesitan límites, límites y límites es el reclamo de las maestras. Los padres no educan, los padres no ponen límites. El reclamo, entonces debería ser afecto, afecto, afecto; porque como vos decís, para poner un límite hace falta un vínculo. Si no hay un vínculo, el límite no funciona. Presionamos sobre la normativa, cuando en realidad hay un gran hueco: ausencia.

ER: si pensamos en los docentes, lo que sí pueden hacer es devolverle a ese niño una mirada, que es la manera de comenzar un vínculo con él. Un alumno rebelde que es castigado, puesto en penitencia, se hace más rebelde. Pero si a ese alumno se le  rescata alguna virtud sana, positiva: que sea solidario, que dibuje bien, que sepa escribir… y se la mostramos; y él ve que nosotros descubrimos algo en él, ese alumno cambia totalmente, porque lo hacemos parte de una red de vínculos que lo sostiene. Quizá así le estamos salvando la vida, porque le estamos dando una oportunidad, y la vida son oportunidades que no hay que perder.

GL: los invito entonces a reflexionar. ¿Hay vínculos con aquellos niños, adolescentes y jóvenes con quienes tenemos dificultades y queremos introducir en la normativa a toda costa? O creemos que los hay porque lo queremos, pero en realidad ese vínculo no tiene tiempo ni espacio? ¿qué calidad de diálogos, qué calidad de encuentros tenemos con ellos? ¿cuánto realmente hay de mensaje concreto para que realmente el otro tenga motivos para creer que yo lo quiero?

ER: tal como lo decís, no basta con querer a alguien. El otro lo tiene que sentir, si no, no sirve para nada. Es un afecto que cae en el vacío. Y el otro lo va a sentir no con regalos. Son importantes los besos, los abrazos, pero lo que más hace sentirse querido es una mirada. Nosotros tenemos que ‘verlo’ y devolverle esa mirada que manifiesta que lo vemos. Si no, es como mandar una carta a una dirección equivocada: uno manda el afecto pero el otro nunca lo recibe.

-Papá, ¿cuanto ganas por hora? – con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño
recibía así a su padre al termino de su trabajo.

El padre dirigió un gesto severo al niño y repuso:
– Mira hijo, esos informes ni tu madre los conoce. No molestes que estoy cansado.
– Pero papá- insistia – dime por favor, ¿cuanto ganas por hora? – La reacción del
padre fue menos severa. Solo contestó: 200 pesos la hora.
– Papá, ¿me podrías prestar 100 pesos? – preguntó el pequeño.

El padre, lleno de cólera y tratando con brusquedad al niño, dijo:
– Así que esa era la razón de saber lo que gano. Vete a dormir y no me molestes,
muchacho aprovechado.

Había caído la noche. El padre meditó sobre lo sucedido y se sintió culpable. Tal
vez su hijo quería comprar algo. Para descargar su conciencia dolida, se asomó al
cuarto de su hijo. Con voz baja preguntó al pequeño:
– ¿Duermes, hijo?
– Dime papá- respondió entre sueños.
– Aquí tienes el dinero que me pediste – respondió el padre.
– Gracias, papá- contesto el pequeño. Y metiendo su mano bajo la almohada,
sacó unos billetes.
– ¡Ahora ya completé, papá! ¡Ya complete! Tengo 200 pesos. ¿Podrías venderme una hora de tu

tiempo?

Participan los oyentes

–          Hay un aforismo precolombino de los indios mexicanos que dice: ‘la madre abraza a su hijo con amor incondicional y le dice: ven hijo, yo soy tu mundo. Luego el padre, por el camino de la ley, lo lleva a la cima de una montaña, extiende el brazo abarcando el horizonte y le dice: ve, hijo, éste es tu mundo’

Creo que esa complementariedad es indispensable: el amor de apoyo y no de cuestionamiento que da la construcción de identidad sólida, y el límite con firmeza –que no es violencia- para que el chico comprenda que hay normas para la convivencia.

 

–          Soy docente a nivel secundario. Tengo dos niños que vienen siempre protestando y quejándose de los profesores porque no los escuchan, porque las respuestas que les dan no los satisfacen. En seguida los directivos laman a la madre, y la madre tiene que escuchar la perorata del director que hay que educarlos, etc.

 

GL: hay aquí una especie de ‘tirarse la pelota’ de los padres a la escuela y de la escuela a los padres.  Cometeríamos un error ahora si a partir de este mensaje los padres pretendieran que las maestras amen, y acusen a los padres de no amar y no tener vínculos

 

ER: El tema es que con el amor no alcanza. Hay que ser claros. Los límites son necesarios, pero si uno no descubre al otro ser humano, el otro se siente que no es nadie, se siente vacío. Va creciendo con sensación de vacío, de falta de recursos internos, y no se siente apto para estudiar. Un niño que ‘es mirado’, incluso desde chiquito ya comienza a adquirir esos recursos internos. Es importante, por ejemplo, cuando se le cuenta un cuento, cuál cree que es la parte más importante del cuento, cuál de los personajes quisiera ser el… y escuchar la opinión. Porque si los alumnos no aprenden a decir qué escucharon y qué les parece a ellos, la subjetividad se borra y más adelante no saben qué es lo más importante de una lección. Para saber hacer una síntesis de lo importante tiene que haber un yo que elija y decida qué es lo importante para él. Tiene que haber un sujeto, una subjetividad, y eso se va construyendo desde el nacimiento. Los docentes, lo que pueden hacer es eso: a cualquier edad ir preguntándoles qué entendieron, qué opinan, cómo lo cambiarían, es decir, darles lugar al sujeto, a la persona, a que empiece a participar en clase. No es un alumno pasivo al que hay que darle todo, llenarlo de información. Mas hoy en día que la información la buscan en internet. Lo que no van a encontrar en internet es cómo ser sujeto.

 

GL: sería como si ese yo, esa subjetividad que tiene que tener cualquier ser humano para poder funcionar socialmente de manera normal, es como una siembra permanente que se hace con la mirada del otro, con la palabra que le otorga el otro. ¿qué más es mirada, vínculo, tener en cuenta al otro?

 

ER: doy un ejemplo concreto de una consulta que recibí: ‘mi bebé está acostumbrado a tirar los autitos, la pelota, etc. ¿cómo hago para que se de cuenta que la comida no se tira?’ Esa diferencia la tiene que marcar el adulto. El niño no tiene por qué adivinar cuáles son las diferencias. Los valores los tiene que poner el adulto. Eso es mirar al hijo: saber que no tiene por qué saberlo, pero sí tenemos la obligación de enseñárselo. Si el adulto piensa ‘está en edad de tirar’ y deja que también la comida sea tirada, ese adulto tiene la actitud de ausente, de no registrar al hijo. El niño necesita aprender, necesita alguien que le enseñe, porque el mundo es todo nuevo para él. Las diferencias y los valores los tiene que transmitir el adulto. Esa es su función.

 

GL: Cuando un niño llega ya con algunas carencias educativas como no poder quedarse quieto en una silla, no poder escuchar durante un período mas o menos normal de tiempo, habla continuamente con los compañeros o está sumergido en un mundo de sueños, en fin, se borra del contexto de aprendizaje ¿cómo podemos ayudarlo? ¿qué es lo primero que el docente debe hacer antes de llamarle la atención o sancionarlo?

 

ER: En principio, entender que a este niño le sucede algo. Y esto es también  trabajo de la familia. La familia debe saber que si el docente llama a la familia para conversar, no es para acusar a los padres: es para trabajar en equipo. Los padres tienen que entender que los niños necesitan sentir que el vínculo que tienen con ellos es seguro, y eso les da seguridad como individuos. Cuando los padres entienden lo que sucede y ayudan en vez de sentirse perseguidos o atacados, los chicos cambian en seguida. Suele suceder a menudo que debajo de un chico hiperkinético hay un niño inseguro.

 

GL: en caso que sea necesaria una interconsulta profesional que ayude a leer la realidad por debajo de lo que aparece en la superficie  y no haya presupuesto, ¿qué herramienta pueden tener los padres? ¿qué preguntas se pueden hacer ellos y qué pueden preguntarles a sus hijos? porque a veces ni los chicos saben lo que les está pasando. También es importante que los padres puedan leer la realidad de su hijo antes de una consulta profesional.

 

–          Realmente creo que al docente se le carga demasiado. Demasiada presión administrativa, pedagógica. Muchos docentes dejan niños al cuidado de otra persona y vamos con el alma a tratar de dar clases, y no tenemos el respaldo. porque todo el mundo me pedía empatía para los alumnos, para los padres, pero nadie tuvo empatía para mi, para mi situación personal y familiar.

 

GL: Eva habla de una subjetividad que no se termina de formar, de un yo, de una identidad que no se termina de formar por falta de atención, de mirada, de palabra, de abrazo, de afecto, por falta de vínculo. La psicología ya ha demostrado y descripto cómo nos constituimos como lo que somos a partir de otros seres que nos brindan lo necesario para eso. A veces los chicos llegan a la escuela vacíos de todo ese afecto, ese vínculo, y los docentes quieren llenarlo con matemática, ciencias y toda clase de conocimientos. Pero lo que ellos demandan no es eso: quieren mirada, palabra, atención, reconocimiento. Están con hambre de otro alimento, y ahí empiezan los problemas. Se le pide demasiado al docente.

 

ER: la complejidad de la sociedad actual hace que los alumnos lleguen al colegio con demandas que exceden las herramientas de los docentes. Además también la familia se ha transformado. Hay muchas familias mono parentales, muchos casos de divorcio, de familias re-constituidas, donde la nueva pareja del papá o de la mamá no se desempeñan como autoridad, como ejemplo, tampoco miran al hijo: madres que tienen que trabajar muchas horas y vuelven a casa cansadas. Entonces: los padres esperan que la escuela como institución eduque a sus hijos, los críen. Los docentes no pueden hacer eso: les faltan las herramientas. Y tampoco es su función. Pero creo que al menos tener una pista nos salva de la confusión y del caos. Es decir: el maestro no tiene como función armar el aparato psíquico del chico, pero es bueno saber que el chico no es malo, que no está atacándola, que no es un inservible, que no es un perverso y sobre todo que no es un paciente que necesite fármacos en la mayoría de los casos al menos. Y si tanto padres como docentes no se sienten atacados es mucho mas fácil poder descubrir lo que le sucede al otro. Cuando uno se siente atacado toda la atención está puesta sobre sí mismo, en lo que le sucede, y el otro –el chico- se torna invisible y hace síntomas: no se queda quieto en la escuela, no puede aprender, se enferman, se hacen daño a sí mismos, roban (un niño que roba, no es un ladrón, sino un niño que está demandando otra cosa: tiempo, afecto. Estoy atendiendo el caso de una familia donde los padres por un lado están preocupados porque sus hijos les roban dinero, pero a su vez ellos están en un permanente ver quién roba mas de su tiempo personal para dedicarlo a los hijos. Si uno se casa y tiene familia es para compartir un vínculo, hay un tiempo que hay que dedicarlo al otro, y más a los hijos, que necesitan ese tiempo. No se trata de renunciar a todas las cosas, pero tampoco a nada. Y menos se trata de pensar que el síntoma que el niño manifiesta se debe a algo que sucede netamente dentro de su mente. Los síntomas se generan en interdependencias patógenas, vínculos que enferman.)

            No obstante, yo formé la socialización de la psicología: yo formé la escuela para padres multi familiar, totalmente distinta a cualquier otra escuela para padres porque se trabaja con los hijos presentes. Porque los hijos vuelven a casa y los padres le preguntan ¿hiciste la tarea? ¿te dio tarea la maestra? ¿qué nota te puso?¿tenés examen mañana?. Pero no saben dialogar. No le preguntan ¿jugaste en el recreo? ¿te incluyen en el juego? Un niño que vuelve a casa sin los útiles no sabemos si los regala para que lo quieran, si se los quitan, si los pierde porque es distraído. Todo eso requiere tiempo, presencia y vínculo. Si la mamá está cansada, apurada, y quiere que se termine el día, no tiene tiempo para estas cosas. Aunque esté con él haciendo cosas, está en función de resolver lo cotidiano: bañarlo , darle de comer, etc etc

 

–          Estoy realmente angustiado. Es lo que me pasa. Trato pero no llego, no alcanzo. Siempre mi tiempo se va en trabajar y no puedo establecer esa calidad de vínculo que ustedes están sugiriendo.

ER: A veces los papás se sienten tan exigidos y culpógenos que no se dan cuenta que al estar tan tensionados  sus hijos les tienen miedo. Es cuestión de que el poco tiempo que estén, estén relajados, jueguen con ellos. Darse cuenta de la importancia de estas cosas genera cambios importantes

 

GL: también es interesante encontrarse con personas que expresan que quieren encontrarse con sus hijos pero que sienten que son sus hijos los que no quieren dedicar su tiempo a los padres, especialmente en la adolescencia. ¿cómo podemos interpretar eso? ¿es que ya tienen su ‘ollita llena y ya están queriendo irse para otro lado porque están satisfechos?¿o hay códigos que se han roto? O ¿qué otra interpretación se puede hacer?

 

ER: la diferencia para captar si esto se da porque está en la etapa de la adolescencia y es normal o si es un hijo que tiene la ‘ollita vacía’ es fácil: un hijo que está pasando por una adolescencia normal tiene deseos, está en actividad, tiene amigos, sale, está proyectando lo que va a estudiar o en qué va a trabajar. En cambio un adolescente que se siente sin recursos internos (porque a medida que se va creciendo se va complejizando la exigencia del mundo externo) se empieza a alejar del mundo, se encierra.

 

GL: entonces, al que está lleno de vida, no preguntarle tanto, dejarlo un poco en paz y no proyectar las ansiedades nuestras como padres. Sí prestarle atención al que está muy encerrado en sí mismo. Algo puede estar pasándole. Pero ¿y cuando ya es tarde? ¿Cuándo son adolescentes ya entrando en la juventud (18-19 años) y uno descubre esta realidad: un hijo que ha construido su personalidad, su carácter, con la ‘ollita medio vacía’?

 

ER: nunca es tarde. Esto no solo lo dice el psicoanálisis sino que está comprobado por la neurociencia. Las neuronas se siguen desarrollando y hacen contactos. Lo que es importante es lo emocional, porque un hijo, y en realidad todos, necesitamos afecto y contención. Entonces no hay límite de edad. A través de los vínculos se puede sanar, porque la mente se sigue desarrollando. Los recursos yoicos se pueden desarrollar. Todos nacemos con la potencialidad de desarrollar nuestra virtualidad sana, y eso es lo que trabajamos en la escuela para padres multi familiar.

 

GL: ojalá entonces que si hemos aprendido algo mal, veamos la posibilidad de volver atrás y trazar otro surco