Jesús y su madre

lunes, 19 de mayo de 2008
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Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:  “Mujer, aquí tienes a tu hijo”.  Luego dijo al discípulo:  “Aquí tienes a tu madre”.  Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.”

Juan 19, 26 – 27

Después de la fiesta de Pentecostés, que hemos celebrado este fin de semana que pasó, la iglesia descubre, redescubre el lugar de María en el concierto de la comunidad discipular y la pone en el lugar que le toca, es madre de Jesús, pero ahora también aparece como madre de la iglesia, ha engendrado a Cristo para nosotros, con su sí ante el anuncio del Ángel y la acción del Espíritu Santo y ahora por el lugar que Dios la pone , de intersección junto a los discípulos, engendra también por obra del Espíritu Santo a todos los hijos de la iglesia.

María es madre de la iglesia, y esto quiere decir, madre de cada uno de nosotros, que somos iglesia, es Jesús desde la cruz que nos la dio como madre, es una indicación de Cristo, dice Juan Pablo II, es un mandato de Jesús para con María, y para con nosotros en la relación filial, mujer ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre. Juan representa a todos loa que como él desean ser discípulos amados de Jesús.

Como él llevamos a Marías a nuestra casa, María es verdaderamente nuestra madre y el cariño y el amor, la cercanía, la ofrenda de la vida a ella como madre nuestra es un don que tiene características sobrenaturales, es decir no nos nace ser hijos de María por sangre como tampoco lo somos de Dios por sangre, sino por el Espíritu. Ella como madre, además de engendrarnos en el Espíritu como un día lo engendró también a Jesús, por obra del Espíritu, intercede continuamente por nosotros delante de su hijo y nos muestra el camino, nos muestra el por donde, y nos concede la gracia necesaria para ir por ese camino.

El camino que María nos indica, nos lo indica con la suavidad, con la ternura, con su mirada, con su llamada de atención, y por sobre todas las cosas nos lo muestra por el camino de la oración. Es ese el lugar que María revela como nuevo para los discípulos, el camino de la oración, es el camino donde se ve con claridad, donde a pesar de que a veces es un lugar de lucha, es un lugar de combate, es un lugar donde para permanecer, hay que verdaderamente disciplinarse, es decir saber darse el lugar y el tiempo, respetarlos y guardarlos, defenderlos, este lugar donde a veces parece que sentimos ante tanta actividad a la que somos reclamados, perdemos el tiempo, es el lugar donde Dios se nos muestra, se nos revela, se nos hace presente con claridad.

María nos muestra ese camino, María nos muestra el camino de la oración y también nos muestra el camino de la obediencia. En las bodas de Canaá, María aparece indicando justamente este sendero, el de la obediencia, hagan lo que él les diga, el camino de la obediencia y el camino de la caridad en el servicio, María junto a Isabel en el servicio caritativo porque ella estaba pasando por aquel momento duro, difícil de estar engendrando a un hijo en el tiempo de la vejez.

Obediencia, caridad y servicio, oración son los caminos que María muestra para que nosotros podamos desarrollar el don de la afiliación con su hijo y también del encuentro amoroso y de filiación con ella. Qué título, madre de la iglesia, lo hemos como rescatado del concilio vaticano II, y desde aquí es donde comienza como a redescubrirse esta dimensión mariana, más precisamente el 21 de noviembre del año 1964, la iglesia la proclama a María como madre de la iglesia, y desde allí celebramos su festividad.

Ha sido en el concilio, cuando se cerraban los decretos sobre la iglesia oriental católica, el decreto sobre el ecumenismo y sobre todo, la constitución dogmática, donde Pablo VI, siguiendo lo que le sugerían los padres conciliares, reconoció en el capítulo octavo de la constitución dogmática, a María como madre de Dios en el misterio de Cristo y de la iglesia, y fue llamada como vértice, corona de este rico documento del concilio. Nosotros hoy queremos ponerla también en su lugar de vínculo maternal con cada uno de nosotros y con nosotros en nuestras comunidades, en lo nuevo que ella da a luz, que ella viene a gestar, en lo nuevo que ella viene a hacer crecer en medio de nosotros. Los vínculos nuevos, las nuevas relaciones, los nuevos caminos que se abren para nosotros en el seguimiento de Jesús, la sorpresa con la que Dios nos conduce por la vida, la queremos confiar a su maternal protección.

En estos tiempos donde también descubrimos que nuestra sociedad Argentina está como muchos reconocen ante la gestación de algo nuevo y que produce mucho dolor, la gestación de esta novedad, la queremos poner a ella en su lugar, bajo la advocación de la virgen de Luján, la que nos acompaño en estos días providencialmente de gestión ante el estado nacional, no es que elegimos el día de la virgen de Luján para tener nuestra reunión allí en la casa de gobierno, fue realmente una providencia de Dios y yo descubría también como el Señor cuida su obra a través de María, como nos va guiando y como es ella la que fue a defender el lugar nuestro de encuentro en la oración, en la palabra, en la familiaridad, en la frescura del anuncio del evangelio, en la formación que nos ofrece su radio. Y no fue cualquier advocación, fue la advocación de la virgen de Luján, la patrona de la República Argentina la que fue a defender este lugar.

Creemos que realmente en ella en su patrocinio hay una parte importante de la gestación de lo nuevo. Para los que creemos en Jesús y en su maternidad, creemos también que los caminos nuevos que tienen que abrirse para nuestra nación, la tienen a ella como particular patrocinadora, gestora y quien acompaña la vida nueva que esta naciendo.

Como buena madre, María no solo se limita a dar vida, sino también a alimentar, a educar, a acompañar, a cooperar con la obra en este caso de la redención de su hijo. Ella evidentemente esta de cara al misterio de la trinidad, esta metida en él, sin embargo esto lejos de ponerla a la distancia de nosotros, la pone aún más en lo hondo de nuestro ser, donde también nos inhabita en misterio trinitario, desde el momento en que Jesús murió en la cruz, venció el pecado, la muerte, y habiendo vencido esto, resucitó a todos, asumiendo toda la humanidad nos a puesto de cara al misterio de la trinidad y entonces María metida también en él está muy cerca de todos los hombres, de todo momento de los hombres, por eso hay tenemos a nuestra madre, hay tenemos el lugar donde verdaderamente recibido de parte de Dios, consuelo, la alegría, el gozo, la ternura, la compañía, para la vida, para que no se pierda en el fragor de lo de todos los días, en la lucha cotidiana ese costado necesario del vínculo humano que brota de la relación madre e hijo, ahí hay una madre que nos acompaña siempre, y qué madre, es abogada, es auxiliadora, intercesora, es mediadora.

Ella además nos acerca a lo que nos hace falta de Jesús, la fuerza que necesitamos, la luz que nos hace falta, la paz que podemos haber perdido, la falta de entusiasmo, de esperanza, el espíritu de lucha en el que a veces no sabemos como sostenerlo. María además de ser intercesora, madre, cercana, amiga, auxiliadora, mediadora, María es modelo, y es ejemplo, testimonio de fuerza, de virtud. Además María es un faro, un lugar desde donde poder ver, desde donde poder observar, contemplar.

Ella nos enseña el camino de el cómo ver, el cómo contemplar, el cómo guardar todo lo que ocurre en el corazón, no como quien conserva para sí mismo sino como quién goza de ese lugar que viene de la mano de la oración y del encuentro con la palabra de Dios para rumiarla interiormente y de allí con nueva luminosidad poder asumir las cosas de todos los días como ella las vivía, guardando todo en el corazón, con paz, con alegría, con gozo, sin dejarse llevar por lo que de la lucha de todos los días viene la carga del límite, de la impotencia, del fracaso, del dolor, todas experiencias directamente vinculadas a la muerte que el pecado ha dejado gravado en el corazón de la humanidad y que ella nos invita, no a negar que eso está allí, sino a descubrir que eso ha sido vencido por aquel que ella misma dio a luz, en ese sentido ella nos invita a creer, esta es la actitud de obediencia que propone María en las bodas de Canaá, hagan lo que les diga, es decir sigan el camino que Jesús les muestra, y ustedes van a encontrar lo que están buscando.

Es justamente desde ese lugar desde obediencia a la palabra y a lo que Ella nos ofrece, su hijo, donde nosotros podemos permanecer confiados sabiendo que allí donde nos parece que las cosas no van más, empieza a acontecer el milagro de la multiplicación, empieza a ocurrir en el límite mismo de nuestra existencia la obra de Dios. Necesaria experiencia esta de llegar hasta el límite, de llegar hasta el lugar donde parece que todo termina para dejar que Dios comience a hacer todas las cosas de nuevo y María nos regala esto ya, no sólo con hagan lo que Él les diga, sino con el testimonio de ejemplo de saber permanecer en la oscuridad de la fe ante el misterio de Dios que le dice, serás la Madre del Salvador, y el misterio de Dios que la invita a permanecer atravesada con la espada en su corazón, fiel, allí al pie de la cruz, y orando con los discípulos en Pentecostés porque allí mismo Dios hará grande la obra en su obediencia, en su entrega, en su saber permanecer filial ante el misterio de Dios que invita a creer en medio de las circunstancias más difíciles, más duras.

María si nos sostenemos en fidelidad y en obediencia a las promesas de Dios, ella es la gestora que las lleva a término, que las lleva hasta el final. Cómo se hace ese camino?, por la oración y el vínculo con ella, particularmente por la oración del rosario, es el lugar elegido por María para vincularse con nosotros. Un texto muy bonito realmente nos ha dejado el venerable Juan Pablo II, en torno a este don de su maternidad en el rosario, ahí el Papa, nos muestra cómo la virgen, a través de la oración del rosario ejerce esta maternidad, nos llama a vivir en esta actitud de confianza, de obediencia, por el camino de la oración, la caridad del servicio y es un testimonio y un ejemplo para nosotros.

El rosario decía Juan Pablo II, hablando de él en el Rosario Virgine Marie, el rosario se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en Cristo sin embargo, decía el Papa, es con María que rezamos pero es en Cristo en quién oramos, es una oración sobria, que está centrada en la profundidad de todo el mensaje de la buena noticia de Jesús, de la cual es como una síntesis.

El rosario sería como una síntesis de todo el evangelio. Si uno quiere decir en pocas palabras qué es el evangelio, si recita los misterios del rosario encuentra allí todas las verdades que en el evangelio vienen a revelarse, por eso orar los misterios del rosario con el evangelio en la mano, es como ir dejando que la síntesis evangélica vaya ganando nuestro corazón y a partir de ella, podamos orientar nuestra vida con un sentido evangélico. En la oración del rosario, aparecen el magnífica de siempre de María, que es un canto profético mariano, que es un cántico de gozo de María y en este canto, de alegría, de gozo, de profecía, nosotros aprendemos de María a contemplar la belleza del rostro de Jesús y a guardarlo en el corazón y a experimentar la profundidad del amor de Dios. Cuando el rosario es meditado, cuando es orado, no rápidamente sino serenamente, tranquilamente, tiene la capacidad de enamorarnos, que no es otra cosa que dejarnos llenar del amor de Dios.

Y en esa presencia del amor de Dios que se nos comunica, recibimos muchas gracias departe de Dios, que nos vienen como dada de la misma mano de María. En la oración del rosario, las gracias que necesitamos para nuestra fidelidad, para nuestra constancia, para nuestro seguimiento, para nuestra profundización en el amor de Dios, para seguir los caminos de la obediencia, del servicio, de la oración en el rosario nos viene dado a borbotones de la mano de María. Es un camino el del rosario que decía Juan Pablo II, nos pone en el camino espiritual de un cristianismo que después de 2000 años no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente por otro lado, este tiempo de la vida del mundo, el cristianismo empujado por el Espíritu Santo, a meternos en lo profundo, mar adentro, desafiando las olas que allí parecen como meterse dentro nuestro y ahogarnos por momento y sin embargo, reconocer que aunque el Señor parece dormido, Él descansa confiado sabiendo que ningún mal tenemos que temer. El rosario nos pone en esa sintonía, de descansar con Jesús también en la tempestad, frente a las olas que parecen termina con nosotros. Es una oración que pacifica, que enamora, que nos permite profundizar en Jesús, meternos en Él, y de Él recibir todos los dones que el padre nos quiere regalar en este tiempo para vivir a la altura de los acontecimientos que nos toca vivir. Sencilla oración, sintética, oración de María pero centrada en la verdad de Jesús.

Decía Juan Pablo II, en el rosario, en Virgine Marie, el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica de la oración del rosario, es porque es un medio válido para favorecer a los fieles la llamada a la contemplación del misterio cristiano, este que yo le proponía, decía el Papa, en la carta apostólica, Nomine Innaunte, como una verdadera y propia pedagogía de la santidad, es necesario un cristianismo que se distinga ante todo, decía el Papa por el arte de la oración, y decía Carl Ranner, que el tiempo nuevo del cristianismo será de contemplación, ¿y serán contemplativos los cristianos del nuevo tiempo o no serán?.

Mientras en las culturas que vivimos, entre muchas contradicciones que llevan a una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por el influjo de otras religiones, es como más urgente que nunca que en comunidad haya una conversión a la auténtica escuela de oración.

La verdad sea dicha que el rosario es esto justamente, es una escuela donde somos invitados a orar y a orar con Jesús y con María, contemplando el misterio y con ella, como ella, aprender a guardar en los secretos del corazón lo que la oración del rosario nos invita a contemplar, el rostro de Jesús. Es una oración que trae paz, decía el Papa, y que la da particularmente a esa paz cuando la oración del rosario se la reza en familia. Es una invitación grande esta, a orar, y orar con fuerza, con devoción, contemplativa, amante, llena de gozo, de paz, de fortaleza, que trae la oración del rosario y de la cual además Juan Pablo II, ha sido un fiel testigo, un hijo de María y un hijo de María de Fátima, porque ha sido en aquel 13 de mayo de el año 82, donde él sufriendo el atentado en la plaza San Pedro, fue la madre de Dios la que protegió su vida, y de hecho después Benedicto XVI, cuando era cardenal, ha dicho que el tercer secreto de Fátima lo pinta al sucesor de Pedro, ensangrentado, y a nosotros peregrinando hacia el monte santo entregando a la vida nueva en el derramamiento de la propia existencia, en el testimonio, en la entrega martirial. Toda una invitación, con este llamado de Dios a orar y a orar particularmente el rosario. En el rosario, decía el Papa, brilla el rostro de Jesús como el sol y María aparece allí como modelo de contemplación insuperable.