Llamados a la misión

viernes, 7 de febrero de 2014
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Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.


Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.»Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

                                                                                                  Marcos 6, 7-13

 

 

06/02/2014 – Compartimos una vez más la catequesis en torno al Evangelio del día junto al padre Alejandro Puiggari, sacerdote de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario.

El padre Alejando nos invitó a compartir cómo resuena la invitación que el Papa Francisco nos hace a renovar el fervor misionero en nuestras vidas y en nuestras comunidades sobre todo hoy que celebramos San Pablo Miki y compañeros mártires (23 compañeros), predicadores del evangelio en medio de la persecursión en Japón.

La propuesta para hoy es que al celebrar en el altar el martirio de San Pablo Miki y compañeros mártires, pongamos también en el altar a esas 210.000 japoneses victimas de la locura de la segunda bomba atómica, a todos , a todas las victimas de la violencia de la guerra que siempre tiene el signo de la muerte, del mal, del maligno.

Y que hoy la muerte presente en Siria, republica centroafricana, Sudan… no nos sea indiferente y que sea objeto de nuestra oración de intersección permanente.

 

De la Liturgia de las horas del Común de Mártir para un mártir (Himno de vísperas)

 

Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir ofrecida
como una prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.

Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.

Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
de servir al Señor, es consumado.

Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos ha dado. Amén.