“La eucaristía si no le cargamos la vida, va careciendo de sentido y queda como un rito exterior o extraño de nuestra fe” comenzó diciendo el P. Mario Sánchez, Asesor de la Comisión Arquidiocesana de Liturgia del Arzobispado de Córdoba, para hablar sobre “La Eucaristía”. Hoy tomamos a la Eucaristía como ofrenda de lo que somos, lo que tenemos y lo que necesitamos. ¿Cómo ofrecés tu vida, tu historia, tus dolores?
Hay una estrecha unión entre la eucaristía y la liturgia de la Palabra, y ambas mesas son de gran alimento para nuestra vida. Tras la liturgia de la Palabra viene una gran parte de la celebración eucaristía que es la ofrenda: “es una invitación a reflexionar, en primer lugar, sobre la necesidad de ser nosotros mismos una ofrenda para el Señor. Dios se vale de nuestra colaboración libre de nosotros los hombres para realizar sus designos” indicó el sacerdote cordobés.
Además, el P. Mario Sánchez comentó que el ofertorio no es el ofrecimiento de Cristo sino el nuestro. Tomamos los elementos que hemos recibidos de Él y los llevamos al altar para que, a partir de ellos, Dios obre el milagro de la Eucaristía. Nuestra ofrenda es indispensable.
Este momento nos invita a reflexionar “sobre la desproporción que existe entre nuestra ofrenda chiquita y los beneficios inmensos que recibimos de parte de Dios. Con la ínfima materia del pan, Dios obra el gran milagro de hacerse presente, bajar del cielo y hacerse realidad en este mundo, y logra el gran milagro de venir como Dios a nuestra alma. Le damos nada y nos entrega todo su ser” aclaró.
Frente a esta ofrenda, necesitamos convertir nuestra vida todo el tiempo a Dios y sobre todo como una ofrenda a Él. Por eso sobre el altar no sólo ofrecemos el pan y el vino, sino ofrecer en ese momento nuestros pequeños sacrificios, las obligaciones, lo que nos cuesta, las ilusiones, nuestros sueños, el esfuerzo por vivir en la caridad, la humilda… entregar en ese momento nuestras oraciones, sabiendo que el Señor lo va a retribuir de forma enorme. El ofertorio no es sólo una procesión de dones, sino sobretodo, la actitud de poner mis cosas de todos los días en Dios. Lo hacemos con la certeza de que Dios lo multiplica. Sería un hacer de mi vida una misa y convertir todo de mi vida en una ofrenda y ponerlo sobre el altar.
“Sólo amamos al Cristo de la eucaristía si también amamos a nuestro prójimo” P. Mario Sanchez — Radio María Arg (@RadioMariaArg) julio 30, 2014
“Sólo amamos al Cristo de la eucaristía si también amamos a nuestro prójimo” P. Mario Sanchez
— Radio María Arg (@RadioMariaArg) julio 30, 2014
Jesús cumple a través de la eucaristía su promesa: Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo. Por ende no hay que esperar a la muerte para encontrarnos con Él sino que ya vamos compartiendo su misión. En la eucaristía, que es la cumbre y fuente de la vida cristiana, Cristo comparte con nosotros su su misión redentora desde el sacerdocio bautismal que todos los bautizamos tenemos. Desde ese sacerdocio de los fieles ofrecemos todo lo que somos. Por eso la eucaristía es el misterio en que se va a actualizar e irradiar para toda la humanidad la fuerza santificiadora de la encarnación y redención de Jesucristo.
“El Papa Francisco decía que la eucaristía no es un premio para algunos sino el remedio para todos. Por eso la eucaristía es la obra máxima de la fuerza renovadora de Jesús” indicó el P. Mario Sánchez.
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