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Debemos ir en búsqueda de la sanación de vínculos. La sanación completa no llega, al menos en este mundo de valores encontrados. No es este un mundo de valores absolutos sino relativos. Quizá en el momento en que nos encontremos frente al Amor de los Amores, nuestro corazón quede definitivamente reparado de las heridas o de los “enredos” familiares.
En la Biblia aparecen respuestas, señales, indicios de esta labor terapéutica, sanante, sanadora, reparadora del Señor en su paso entre nosotros. Evidentemente las sanaciones de Jesús –el curar cegueras, manos secas, epilepsias y toda suerte de enfermedades- ha sido un signo, una señal, un símbolo de una labor que muchas veces las comunidades cristianas postergamos en nuestro afán por reforzar tal vez aspectos más de formación, que también son sonantes, olvidamos la labor terapéutica de Jesús de Nazaret. Debemos procurar en nuestras comunidades que haya ámbitos donde las personas puedan sanar sus almas, y por lo tanto también sus cuerpos.
¡Cuántas de las heridas de nuestra alma terminan generando problemas físicos! Dolores, penas, enredos cargados durante muchos años van entumeciendo nuestros cuerpos, van llenando de tensiones nuestro cuerpo, nos dejan una sensación de frío, de abandono, de no ser amado, de falta de ternura, y ese frío va cristalizándose en algunos lugares de nuestro cuerpo produciendo a veces enfermedades