Oyen Pero No Escuchan

jueves, 6 de noviembre de 2008
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    El verbo comunicar viene de “comunis” que significa “común”. Común, en castellano, quiere decir “lo que se extiende a varios”. Entonces, comunicar, es poner algo nuestro en común.
    Dios es comunicación. El ha querido ser Palabra. Así nos lo revela la Sagrada Escritura: Dios es Palabra.
    La comunicación no es en una acción que nosotros ejecutamos, sino de alguna manera va modelando nuestra forma de ser. Por eso la comunicación es vital para la vida del alma.
La comunicación es una exigencia de nuestra naturaleza: cuando no nos comunicamos nos enfermamos, y no hay vuelta de hoja. La comunicación es como la respiración para la vida. La vida es comunicación. Todo en la vida es comunicación: desde lo microbiológico hasta lo macro-universal todo es una red, un sistema donde las cosas se intercomunican, y es justamente podríamos decir en el plano de los humano, y tal vez más allá de lo humano –en lo cósmico también- donde el pecado, ese desorden básico primario, ha metido su ruido.
Sería bueno imaginar el pecado como ruido que interfiere en la comunicación: nuestros gestos comunicativos se ponen en juego y no podemos poner en común lo nuestro, no podemos tejer lo nuestro, no nos entendemos.
La incomunicación pasa a ser así como una suerte de cáncer, una desarmonía en la humanidad y en la naturaleza. Una desarmonía que nos hunde en el aislamiento y la soledad, y que acaba con una expresión durísima de fracaso. La comunicación es una entrega por amor al otro, y una recepción del otro por amor a uno mismo, y lleva consigo no solo la manifestación de ideas o la expresión de los sentimientos, sino que también es una forma de trascenderse, de salir de uno mismo, de abrirse a la relación con otros. Lo propio de toda comunicación es abrir la intimidad, revelarla, comunicarla, ponerla en común, recrearla, enriquecerla, reforestarla, y así sucesivamente seguir creciendo. Cuando la comunicación es fluida, nos entendemos,  el corazón respira y se siente feliz.
En la comunicación nos entregamos, nos acogemos, nos abrimos a nuevos conocimientos, a nuevas experiencias que enriquecen nuestra personalidad, y por eso, cuando la comunicación falla, como suele ocurrir en estos tiempos de fracaso en la comunicación, (en la era de las comunicaciones, estamos paradójicamente más incomunicados y solos que nunca), entramos en desarmonía.
Nunca hemos tenido tantos recursos para la comunicación, y sin embargo no sé si antes la comunicación interpersonal no era mejor. A menos por lo que la literatura, las artes, el cine vienen describiendo, hay una suerte de condena al aislamiento, al individualismo, al egoísmo, donde realmente nos sentimos muy tristes, donde la temperatura cordial, donde la atmósfera afectiva desciende a veces a grados de un frío espantoso ¿qué es lo que ocurre? ¿Por qué se enferma nuestra capacidad de comunicación?
Creo que el pecado es una forma simple y universal de poder englobar todas estas interferencias y todas estas características negativas que tiene nuestra comunicación.

Vamos a repasar distintas situaciones de la vida cotidiana en la que no nos entendemos, en la que uno o los dos quedamos frustrados en nuestro intento de comunicarnos, en la que nuestros diálogos se quedan truncos, se estrellan contra una pared, todos sufrimos y el ser humano decrece en lugar de crecer.

Estos ejemplos que veremos a continuación fueron tomados del libro “Aprender a escuchar escuchando” de Inés Ordoñez de Lanús

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