El Dios de Cristo se muestra generoso

lunes, 24 de agosto de 2009
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Evangelio según San Mateo 20,1-16.

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’.

Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’.

Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’.

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.

Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’.

El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?

Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.

¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’.

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".

 

  1. Un Dios desconcertante en su generosa bondad

 
La parábola concluye con la misma sentencia de Jesús, presente en el v. 19,30, aunque con una inversión en el orden: "los últimos serán primeros y los primeros, últimos".

 
De este modo se forma una inclusión. Una inclusión es un recurso literario que sirve para determinar una unidad literaria. El texto, en su unidad, comienza y termina con la misma frase o palabra, con el mismo mensaje. Fijémonos, por ejemplo, en cómo empiezan y terminan las bienaventuranzas de Mateo: 5,3-10. En el caso de nuestra parábola, la afirmación de que los últimos son los primeros está al principio, al final y en el centro del pasaje (Mt 19,30; 20,8.16). Esta insistencia quiere decir que es lo más importante de la enseñanza que Jesús quiere transmitir, con esta parábola, respecto a cómo es Dios y su Reino.

 

 v.1: "El Reino de los cielos es semejante a…".

El evangelio de hoy es una parábola del Reino. Las palabras con que comienza son una fórmula típica de este tipo de parábolas y es emp