Por el bautismo nos revestimos de un Hombre Nuevo

lunes, 24 de agosto de 2009
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Catequesis del Jueves de la XX Semana Durante el Año

Evangelio según San Mateo 22,1-14.

 

Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo:

"El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.

Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.

De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: ‘Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas’.

Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;

y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.

Luego dijo a sus servidores: ‘El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.

Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren’.

Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.

‘Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?’. El otro permaneció en silencio.

Entonces el rey dijo a los guardias: ‘Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes’.

Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".

  1. Por el bautismo nos revestimos de un hombre nuevo[1]

 
El escritor ruso León Tolstoi, en un breve relato, narra que había un rey severo que pidió a sus sacerdotes y sabios que le mostraran a Dios para poder verlo. Los sabios no fueron capaces de cumplir ese deseo. Entonces un pastor, que volvía del campo, se ofreció para realizar la tarea de los sacerdotes y los sabios. El pastor dijo al rey que sus ojos no bastaban para ver a Dios. Entonces el rey quiso saber al menos qué es lo que hacía Dios. "Para responder a esta pregunta -dijo el pastor al rey- debemos intercambiarnos nuestros vestidos". Con cierto recelo, pero impulsado por la curiosidad para conocer la información esperada, el rey accedió y entregó sus vestiduras reales al pastor y él se vistió con la ropa sencilla de ese pobre hombre. En ese momento recibió como respuesta: "Esto es lo que hace Dios".

 
En efecto, el Hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero, renunció a su esplendor divino: "Se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte" (Flp 2, 6 ss). Como dicen los santos Padres, Dios realizó el sac