Tomar distancia de la depresión

martes, 2 de septiembre de 2014
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Doña Jovita en Catequesis

02/09/2014 – En la Catequesis de hoy, junto a la Doña Jovita, el Padre Javier reflexionó sobre la depresión y cómo hacerle frente desde el discernimiento de San Ignacio de Loyola.

Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza; “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: “¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!”. Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.

Lc 4,31-37

 

 

Consolación y desolación

Existen dos grandes estados interiores de quienes somos discípulos de Jesús. Se trata de la consolación y la desolación, segun San Ignacio de Loyola. Son los estados interiores del alma que necesitamos discernir, a la primera para seguirla porque hay un buen consejo, y a las segundas para dejarlas de lado porque conducen a malos caminos. San Ignacio da una larga definición de dosolados: Llamo desolación a todo lo contrario de la consolación, así como oscuridad del alma, turbación, moción a cosas bajas o terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidelidad, sin esperanza, sin amor, hallándose el alma toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación son contrarios a los que salen de la desolación.  Un alma desolada es un alma deprimida, como cuando ponemos una hoja de lechuga en el freezer y queda chamuscada, como “toda floja” y “tibia”. Se siente como separado de Dios.

A una monja que experimentaba esta desolación interior, San Ignacio le escribía: el enemigo nos hace desviar de lo que hemos comenzado, trata de tirarnos abajo en el ánimo. En nosotros hay tibieza sin saber por qué estamos de este modo, no podemos rezar, ni hablar, ni escuchar hablar cosas de Dios con gusto interior. Nos sentimos lejos de la felicidad en Dios. Lo hecho y lo que quisiéramos hacer nada tiene sentido, todo es como si cayera en saco roto. Esta descripción del Santo de Loyola es casi como una depresión segun la psicología moderna. ¿Qué hacer en éstos casos? Hacer diametralmente lo opuesto a que este espíritu recomienda: si te dice “tirate a la cama”, levantate… si te dice “no vayas a visitar a tal”, andá. Hay que despegarse de esos malos consejos, lo que supone un combate. Es necesario pedir ayuda, porque el mal espíritu busca amordazarnos y aislarnos.

También aparece, en algunas oportunidades, como el “amigo”, el “compinche” y de golpe, utilizando un instrumento, nos damos cuenta de que hay algo que no anda. En realidad uno se da cuenta de que el mal espíritu obró en su vida una vez que ya pasó. Como dicen los sabios de la vida espiritual, viene de frente y parece Dios, pero en cuanto pasó, se le vió la cola. Nunca la tentación se muestra como mala, sino que se disfraza de bien. Hay que tomar distancia de las propuestas del mal espíritu.

Doña Jovita y cuando el amor salva

 

El mal espíritu tiende a sacarnos del camino, y lo hace cuando nos ve que venimos bien. De ahí la importancia, cuando vamos en camino, de ir despacio, de no desbocarse.

Como dice José Luis Martín Descalzo, “pero la gran pregunta es, me parece, cómo se consigue una sonrisa. ¿Es un puro don del cielo? ¿O se construye como una casa? Yo supongo que una mezcla de las dos cosas, pero con un predominio de la segunda. Una persona hermosa, un rostro limpio y puro tiene ya andado un buen camino para lograr una sonrisa fulgidora”.

♪♫ Comprendí que no hay que aislarse que somos un candil de voluntades alumbrándose de amor. En una mesa bendita se curan del mal de amores los que comparten el vino y el pan de resurrección ♪♫

 

La bendición de la abuela

 

“Salud y provecho que en tu cuerpo sea, que no pierda el juicio ni cultive penas

Que Dios lo bendiga, que le llame el viento y que acuse recibo

que tenga sociego si el trajín enferma, que controle la efínteres si el amor le merma,

que trajine los años lo más campantes, que tantas peripecias no le corte el semblante,

que el último día si le dan el pase, lo encuentre completo y entregue el envase”

 

Padre Javier Soteras