El Padre sale a buscarte

jueves, 6 de noviembre de 2014
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06/11/2014 – Desde Arroyito, Córdoba, compartimos la catequesis junto al Padre Gabriel Camusso.

 

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola:”Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”.

Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.

Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?

Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”.Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

Lucas 15, 1 -10

 

Hoy día es difícil ver rebaños y pastores pero eso no quita la actualidad que Jesús aborda con ésta parábola. El Buen Pastor es aquel que defiende, cuida y se sacrifica por sus ovejas. Todos podemos ponernos en la piel de quien no se queda indiferente ante la desgracia ajena.

Jesús muestra y prueba la misericordia de Dios para con los para con los pecadores; algo que los escribas de aquel tiempo no habían comprendido. No es que el Buen pastor ama más a la oveja extraviada que a las otras noventa y nueva, sino que en el momento de recuperarla experimenta una particular alegría y gozo. El gozo de las otras noventa y nueve es habitual, en cambio la del encuentro con la que se perdió, es nuevo. Al perderla el dolor fue grande, pero mayor fue la alegría al recuperarla.

La misericordia, el corazón grande de nuestro Padre Dios nos da la esperanza que no se basa en un hombre sino en un Dios que llega lleno de poder. El corazón grande de nuestro padre Dios es el que da esperanza y acomapaña el premio de su victoria. Este es es el Dios en el cual nosotros esperamos. Un Dios que no defrauda, que apoya y sostiene al hombre en todo momento. Un Dios que está siempre dispuesto a encontrarnos y en quien se puede esperar.

En la experiencia del corazón de aquel que busca a Dios, queda bien claro que no se puede cimentar
la vida, ni poner la esperanza en otra cosa que no sea Dios. Si te afianzas en el Señor jamás te marchitaras ni te secaras, nunca serás una oveja perdida, ni tu experiencia estará lejos de la alegría.

¿Quién es el Pastor quien te espera? ¿Podés decir con sinceridad que quien te carga es solo Dios? Porque, cuántas veces somos cargados por la opinión de los demás, por el tiempo que no nos alcanza, por las preocupaciones, etc; sin embrago, ninguno de ellos permanece para siempre.

Que hermoso tener la certeza en el corazón que hay alguien que no defrauda, que siempre está. El único que está ahí siempre dispuesto a cargarnos es Su amor.

El evangelio hoy nos presenta a un Jesús, hablando de un Pastor que busca, carga y sostiene a la oveja perdida. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que el Pastor la encuentre? ¿Para que la oveja se sepa buscada por el Pastor y quiera ser encontrada por Él?

Te invito a compartir hoy, el recuerdo, la memoria de ¿Quién te buscó a vos? ¿Quién te encontró? ¿Llegaste solo? ¿Quién te trajo? hace memoria de cómo llegaste, y como te descubrió y encontró el Buen Pastor, ¿te acordás del primer momento en el que te encontraste con Jesús?

 

 

El Buen Pastor nos busca a través de los hermanos

El Pastor siempre busca. A veces te busca a través de otros hermanos, otras en tu mismo corazón, a veces através de las circunstancias, de las asechanzas de una enfermedad. Porque lo último que quiere el Pastor es que pierdas la esperanza de que estás siendo buscado. La peor de las angustias es sentirse y creerse solo frente a la propia miseria, abandonado con su propia pequeñez. ¿Cuanto vale una oveja frente a las 99? Muy poco, pero sin embargo ese poco se multiplica por el valor de el amor de un Dios que te busca y que te ama. Te busca a través de los hermanos, de los caminos de santidad.

La invitación hoy es encontrar en el Buen Pastor un camino de esperanza sabiendo que Él no deja de velar por nosotros.

En la experiencia cotidiana, cuando un pequeño en casa se pierde se moviliza toda la familia, suscita en nosotros una ternura especial. También Dios tiene esa ternura por vos, por mí, por todos y cada uno de nosotros.

Cuando se pierden las esperanzas, cuando vivimos la angustia del sin sentido, se enciende mucho más el amor de Dios. El Pastor al que Jesús se refiere es el Padre del cielo que no quiere que se pierda ni uno solo de esos pequeños, y allí estamos nosotros. Que grande la palabra de Dios siempre viva, siempre actual.

Hace la experiencia de un Dios que nunca te suelta la mano, al contrario, en el lugar de mayor lejanía Él se acerca a buscarte, no permitirá que te pierdas. El amor hacia los pequeño es es una característica de nuestro buen Dios.

Cuando vamos escuchando este sentimiento profundo de Dios tenemos que descubrir que nosotros somos creados a Su imagen, por lo tanto, estamos llamados a hacer lo mismo con los más pequeños, con los desprotegidos y extraviados. Compadecernos, comprometernos e ir a buscarlos, ser instrumentos del Buen Pastor.

Podriamos pedir algo al Padre con la certeza de que nos será concedido. Pidamos al Señor que nunca nos escondamos cuando nos busca. Por los extravíados, para que se dejen encontrar por Jesús. Que podamos vernos como Vos nos ves y nunca alejarnos de la vista de Dios.

Si miramos a nuestro alrededor, encontraremos a muchos que se han perdido; que se encuentran lejos de la Buena Noticia, engañados por el brillo del mundo. Allí Jesús está buscando y cuenta con nosotros para poder llegar a cada uno.

Abrazo4 (2)

El Señor nos regala su don

El Señor nos llama constantemente, nos ha dado su mismo Espíritu y no pide nada a cambio, solo nos pregunta, como a Pedro “Me amas”. Él no desea otra cosa que nuestro amor.

Tan pronto como el hombre se arrepiente de su pecado y se inclina ante Él, le da la gracia del perdón, la gracia de Su amor. Dios perdona al hombre siempre, no rechaza a nadie y no conforme con eso, nos regala su mismo Espíritu.

Señor te pedimos que nos concedas llorar por nosotros mismos, pero más aún por la alegría de sabernos amados, de encontrarnos cada día llenos del Espíritu Santo, de sabernos buscados.

La auténtica transformación del alma no se produce por nuestra decisión, porque desde nuestra libertad no siempre podemos decir sí a Dios cuando nos damos cuenta de lo que nos está pidiendo. El primer actor del regreso es Dios. Nuestro Señor no lo hace dándonos cosas diferentes de las que hemos tenido. Dios viene a renovar el mundo con su persona, con su amor. No es que cambian las situaciones de vida sino que lo dejamos a Él ser el centro, Él comienza a estar dentro de los corazones de quienes construyen el mundo.

Si anhelamos ser diferentes, que nuestra vida, familia, pueblo, ciudad , país sean distintos tenemos que dejar que Cristo entre en nuestros corazones.

Nada de lo que hacemos sirve si no lo tenemos a Dios en los corazón. Debemos renovarnos de la única manera que el tiempo no agota, que las distancias no separan; renovarnos con la presencia de Dios que ha hablado en Jesucristo, que nos ha dado el Espíritu Santo. Que es el único que puede cargarnos en sus hombros para hacernos regresar a Él.

Solo instrumentos del Buen Pastor

Jesús no recuerda que el es el Padre del cielo que como buen pastor no quiere que ninguna oveja se pierda.

Cuantas veces en el afán de traer a otras ovejas se nos olvida que solo somos instrumentos de esa búsqueda. Debemos tener cuidado porque podemos llegar a entorpecer este camino que Jesús quiere ir haciendo en el hermano.

Dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gauidum:

Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de
acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de
comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las
ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos
ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no
existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la
palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a
partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un
genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder
plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado
en la propia vida

Tal vez con estas expresiones de Francisco podemos ir descubriéndonos como instrumentos de Dios para llegar hasta aquel que, por las experiencias de la vida, se encuentra extraviado, solo y desamparado. En los procesos en donde se hace presente la prudencia, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu , ejercitándonos en el arte, también de escuchar, de tener en nuestro corazón la capacidad de ser próximos, prójimos de los hermanos. Que este sea el deseo en esta mañana, el deseo que con paciencia sepamos acompañar al hermano, salgamos al encuentro del que está lejos.