05/02/2015 – Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: “Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Mc 6,7-13
“Dios no sólo nos quiere serenos y tranquilo, sino felices, con la “dulce alegría de anunciar el evangelio” @Pjaviersoteras — Radio María Arg (@RadioMariaArg) febrero 5, 2015
“Dios no sólo nos quiere serenos y tranquilo, sino felices, con la “dulce alegría de anunciar el evangelio” @Pjaviersoteras
— Radio María Arg (@RadioMariaArg) febrero 5, 2015
La imagen de los apóstoles así enviados es una imagen llena de dinamismo evangélico. Estamos en el corazón del anuncio y aquí aparece la mirada puesta de Jesús en el camino, y al mismo tiempo que Él es el camino, invita a los discípulos a abrir caminos. En eso consiste el envío misionero.
¿Y en qué consiste la misión? Hay que leer bien y mirar la escena del envío una y otra vez, en cada evangelista, para darle al evangelio la oportunidad de sorprendernos, de ser “buena nueva”, hoy, para nosotros. El enviado no es puesto a hacer una función o un servicio, como un cadete que envía tal sobre. Es el mensajero quien lleva el mensaje, por eso es muy importante que el que va por los caminos esté profundamente identificado por el mensaje.
Si uno quiere ver bien de qué se trata el envío es, por tratar de decirlo de alguna manera, un freno a toda interpretación funcionalista y un movimiento inverso que tiene una fuerza irresistible: el pasaje del envío en Marcos nos retrotrae a Jesús. Si uno lee bien en Marcos, sorprende un poco que Jesús no les dice “a qué los envía”. Simplemente los envía, como si en el envío estuviera el contenido de la misión. Es un “ir yendo” que en el camino lo confiado irá apareciendo. Es lo que nos viene diciendo el Papa Francisco, que en la misión misma va apareciendo la identidad de nuestra vocación más profunda. Es en un hacer que nace del envío y sobretodo de quién me envía, de Jesús. Voy en su nombre y con Él.
Aquí hay un rasgo del texto que vale la pena destacar. Hay pobreza en lo que el Señor envía. La pobreza vivída evangelicamente hablando es un reaseguro contra toda fuerza del mal. Porque en esto de ir sin nada por el camino, sin atarnos a nada, está la fuerza puesta en Dios mismo que es quien nos envía. “No lleven más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero, no lleven más de dos túnicas”. Es un ir libres, sin nada, porque Él mismo va con ellos acompañando. No implica mandarlos a la muerte y sin nada, sino al contrario, Jesús los manda sin nada porque con Él lo tienen todo.
Solamente cuando nos damos cuenta que el tesoro que tenemos Dios lo ha puesto en vasijas de barro, puede el Señor obrar con poder en medio de nuestra pobreza. Su poder se manifiesta en medio de nuestra fragilidad. Por eso es que hay que ir a la misión como estamos, con sencillez y con pobreza. Sólo así el Señor podrá vencer las fuerzas del mal a través nuestro mientras recorremos los caminos.
“En la misión, a veces, con menos se hace más. La atención tiene que estar en el poder de Jesús no en nuestras ideas” @Pjaviersoteras — Radio María Arg (@RadioMariaArg) febrero 5, 2015
“Jesús envía a los discípulos a la misión. Es un ir libres, sin nada, porque Él mismo va con ellos acompañando” @Pjaviersoteras — Radio María Arg (@RadioMariaArg) febrero 5, 2015
“Jesús envía a los discípulos a la misión. Es un ir libres, sin nada, porque Él mismo va con ellos acompañando” @Pjaviersoteras
Un testigo de este testigo gozoso del evangelio es San pablo, el apóstol de los gentiles. “Hemos recibido este misterio y no nos acobardamos antes bien renunciamos a callar por verguenza. No queremos proceder con astucia sino que declarando la verdad nos encomendamos delante de Dios
Este tesoro, el del anuncio de la buena noticia, lo llevamos en vasijas de barro para que se vea bien que ese poder extraordinario procede de Dios y no de nosotros.
Cuando el Papa Francisco dice “¡cómo quisiera una Iglesia pobre para los pobres1” no está diciendo que bajemos el nivel de lo que hacemos. ´Francisco se refiere a que administremos los biene que tenemos con austeridad pero poniendo en el centro a Dios que brilla en nuestros corazones con la buena noticia de Cristo Jesús que quiere ser proclamada a todos. Solo cuando la Iglesia y el evangelizador elige el camino de la fragilidad y la pobreza, no sufriendolo sino viviendolo y haciéndolo vida, el poder del evangelio llega con toda su fuerza a quien lo necesita. Como dice Pablo a los que “eligieron estar ciegos y rechazar a Dios” a ellos no lelga porque hay una actitud tomada. De igual modo nosotros creemos que Dios puede vencer allí, salvo que la corrupción como modo de vida haya sido una elección de acuerdo con un pacto con el enemigo de la naturaleza humana. Ahí sí terminamos enfrentándonos cara a cara con la fuerza del mal, y en la cruz de Cristo, terminará el Señor por vencer.
Como el testimonio que escuchaba ayer de Mons. Romero, con una consciencia de que enfrentando al poder político de corrupción en su país, su suerte va a ser el martirio. Recibió el testimonio de su amigo el P. Rutilio Grande, también asesinado, que ahora se le entregaba a él la causa que debía terminar. Eso ocurre cuando la ceguera de la fuerza del mal pacta con sectores de la sociedad no encuentra otro modo que generar la muerte de los testigos que plantean algo diferente. Ahí lejos de perderse el evangelio, allí se multiplica. El testimonio que da Romero es que de la muerte del padre Rutilio Grande le viene la fuerza del testamento que él había sembrado. Como diciendo que en el martirio de su hermano estaba la fuerza para afrontar lo que le venía.“Esa noche sentí una inspiración divina para ser valiente y tener una aptitud de fortaleza, mientras que en el país, flagelado por la injusticia social, aumentaba la violencia: violencia de la oligarquía contra los campesinos, violencia de los militares contra la Iglesia que defendía a los pobres, violencia de la guerrilla revolucionaria” cuenta Romero. Mons. Romero es uno de los 3 sacerdotes de la historia que muere durante la misa, durante la misam pascua de Jesús.
Anunciamos la buena noticia llevando el poder de Jesús pero desde el vaso de barro que somos, en condición de sencillez y humildad en la que se manifiesta Cristo Jesús. Lo que importa no somos nosotros sino que aparezca la luz de Cristo en todo su esplendor.
Tanto ha hecho el amor de Dios en nosotros que “como callar lo que hemos visto y oído” dirán los apóstoles. Cuando creemos que nosotros tenemos los instrumentos en nuestras manos y creemos que manipulandolos con criterios llegamos a donde tenemos que llegar, es que no entendemos nada. Dios hace su obra como quiere y desde sus criterios. La fuente del anuncio está en el poder que la Palabra tiene en sí misma y no en los instrumentos. Por ahí pasa que ponemos más la fuerza en los intrumentos que en Quien nos envía, Jesús.
Hacen falta las estrategias y los planes pero evangelicamente hablando, poniendo siempre al Señor y su poder primero. A veces, valiéndonos “sanamente” de algunos instrumentos que nos ofrece la sociedad terminamos poniendo más el acentro allí que en el poder de Dios. Por eso en la misión, a veces, con menos se hace más.
La misión a la que el Señor envía supone la presencia de dos o más. Es hermoso el testimonio de Henry Nowen un sacerdote psiquiatra que ha vivído en Harvard con una carrera brillante y tras una crisis sacerdotal muy grande, va a la comunidad del Arca. Es una comunidad de personas con discapacidad. Allí se da un proceso de recuperación interior hermoso, y estando en la comunidad del Arca le toca dar una conferencia en Harvard. Cuando uno vive en comunidad, las tareas se hacen en comunidad, y por ende uno de sus hermanos discapacitados lo acompaña. Estando allá, su compañero le decía una y otra vez “Henry lo hacemos juntos”.
Y lo hicieron juntos. Henry Nowen dio su conferencia sobre la fuerza del evangelio y la capacidad de transformar a las personas desde lo más profundo y estuvo muy bien. Pero luego su acompañante tomó la palabra, y tras su testimonio, el anfiteatro se elevó en aplausos.
No hace falta mucho para llegar al corazón, simplemente hay que tener consciencia de que lo hacemos juntos, con Dios. Sólo en la medida en que permanecemos en comunión la misión es eficaz. “Padre te pido que sean uno para que el mundo crea” rezará Jesús.
Lo importante es sabernos enviados, contando con nuestras pobrezas pero revestidas de la riqueza enorme con la que Dios nos bendice invitándonos a compartir la Buena Nueva.
Padre Javier Soteras
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