Crisis

viernes, 27 de febrero de 2009
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-Se encuentra junto a nosotros el Padre Daniel Nardini, párroco de la “Medalla Milagrosa”, capellán de la penitenciaría.

 

Por todas partes, en nuestro trabajo, en nuestro grupo de amigos, en nuestro ambiente parroquial, en la familia parece que está palpintando una crisis, que cada vez va a ser peor y va a ir en aumento y los pronósticos económicos nos van desalentando y hay hogares que cada vez se ven más afectados. Por otro lado, se ofrecen alternativas, soluciones mágicas. Monseñor Mario Gasperín, obispo de Querétaro, México, reflexionaba a principio de año sobre la Sagrada Familia de Nazareth, que nos podría ayudar ese modelo en estos tiempos difíciles. Pero, antes de compartir esos puntos, es importante preguntarnos dónde está parada nuestra familia, dónde está ubicada ante la tempestad, porque el primer lugar que debemos mirar es dónde estamos nosotros ante el temporal cuando viene. Cuando uno está debajo de la lluvia tiene que ver de dónde se agarra.

 

La Palabra del Señor es siempre esa luz que debemos aprender a recibir en la fe. Porque a veces con la vida perdemos esa mirada de fe sobre nuestra propia vida. La fe quedó para lo puntual solamente. Toda nuestra vida es una vida religiosa. El sentido religioso de nuestra vida, a veces, no está tan claro en nuestro acontecer cotidiano y, quizás, en estos momentos cuando decimos “¿Dónde estamos parados? ¿Cuál es nuestra verdad?” es allí donde, lejos de abatirnos, debemos empezar a descubrir qué somos porque eso es lo que permanece. En esto la Palabra del Señor nos enseña constantemente a mirarnos, a contemplarnos desde esta Buena Nueva, que es el Evangelio. En Mt 7, 24- 27, en este texto que ya muchas veces hemos leído, hemos debatido, escuchado. Siempre la Palabra de Dios es palabra nueva, no nos olvidemos nunca esa. La Palabra de Dios es una Palabra creadora, obra lo que dice. Por tanto es una palabra viva, que en este día, en este momento, obra en mi corazón algo distinto, nuevo, que quizás cuando lo escuché días, meses, años atrás. Hoy mi situación es distinta y, quizás, con esa palabra nueva el Señor me habla a mí:

“Aquél que escucha mi Palabra y la pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa, pero ésta no se derrumbó porque estaba construida sobre rocas. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa, ésta se derrumbó y su ruina fue grande”.

En primera instancia vemos que se repite en el texto las mismas situaciones: hay una construcción y consecuencias que surgen de una lluvia que cayó. Sin embargo, las consecuencias son distintas: una permanece y la otra no. Es una decisión en donde uno quiere construir, la fe es una decisión, Jesucristo es una decisión constante en nuestra vida. Por eso, el Señor dice “no sólo es suficiente escuchar mi Palabra, es ponerla en práctica”. Esto es lo que me hacía pensar que la puesta en práctica es mirar y vivir religiosamente nuestra vida. Construir en la fe es una decisión y esa decisión supone elegir y elegir supone optar y optar es decir a ciertas cosas “esto no es”. Y la arena es lo fácil. Buscando dentro de crisis soluciones mágicas, rápidas. Hemos sabido de familias que se han endeudado más de la cuenta en tiempo de crisis o que no asumieron su verdad. La arena es todo aquello que hace que mi vida se derrumbe, que es muy fácil de edificarla, pero es muy difícil de sostenerla. También en el corazón podemos vivir de esa manera.

 

– Queremos invitarte a rever estas cosas, ¿está nuestro hogar basado en la arena? ¿Hay muchos granitos de arena sobre los cuales estamos asentados? ¿O hay una roca? ¿O hay arena y hay que limpiar?

El primer punto que nos presenta Monseñor Mario Gasperín es algo que puede parecer algo trillado: la unión familiar. Él nos dice que incrementemos la unión en al familia completa, no sólo entre padre, madre e hijo, sino tendamos incluyendo a los tíos, abuelos y evitando  violencia familiar, malos tratos, los gritos, las respuestas groseras. Pensaba como ejemplo la recriminación del marido o los hijos a la mamá que no pudo tener la ropa planchada o la comida a tiempo, los gritos del padre o la madre al niño cuando no hace la tarea. En una discusión entre los hijos los padres toman partido por una postura, en vez de llegar a conciliar. O la típica frase “ya sé lo que va a decirme, por eso, no le cuento nada”. Estas cosas son las que atacan y atentan también contra la unidad familiar, en donde buscamos que reine el respeto, el amor, el diálogo. Y la pregunta es si promovemos y transmitimos los valores familiares como el sacrificio, la solidaridad. Que también los padres puedan aprender de lo que los hijos van enseñando. Y también si valoramos como un don y regalo la familia. Cuando hablo de familia no me refiero solamente a papá, mamá e hijos, sino también en este tiempo hay distintas configuraciones de lo que podríamos, entre comillas y en un sentido muy amplio, llamar “familia”, que es lo que está, por diversas situaciones armado o extendido. Y también si tenemos estos valores espirituales como el valor de participar en la misa, la oración, la confianza en la Divina Providencia.

 

– Es valorar la historia. Uno es su familia también porque es fruto de una experiencia de amor, de una elección. La pregunta de fondo es ¿roca o arena? Hay una mirada positiva de la familia porque el sacrificio de nuestros, el esfuerzo de nuestra madre en la casa, reflejan una actitud muy profunda, pero que muchas veces está empeñada porque no hay un tiempo para alimentar ese corazón oblativo que tienen el padre y la madre. No hay un tiempo para hacer una vida íntima de los esposos para madurar quiénes son. Es decir, nos ponemos el límite de llegar a fin de mes, pagar las cuentas, que es muy importante, pero ¿de qué me sirve construir en la arena si va a venir el vendaval? A veces, lo que es objeto de nuestra opción primera en el amor, uno lo va olvidando con el tiempo y lo vamos tapando con cuestiones económicas, le vamos dando a un colegio nuestra responsabilidad. La vida nos ha agobiado tanto que vamos delegando la educación en un colegio. Entonces, trabajamos para el mejor colegio o para que mi bebé tenga la mejor guardería. Es como que hemos desfasado nuestro centro. ¿Esto es culpa del sistema? En parte sí, pero también es algo de responsabilidad mía que me dejé invadir. Hoy, los chicos si no tienen esta marca de zapatillas, de equipo de gimnasia o no juegan a estos juegos, es como que quedan fuera. Vivir la unión familiar es reconstituirse en la identidad. Y la identidad no viene simplemente porque no me falte plata en el bolsillo, sino que se construye en el amor, en la verdad, en el gozo del encuentro, en la historia compartida y en el sentido de saber que mi familia es un proyecto que Dios tiene, no sólo para mí, sino desde mí, desde mi familia para la sociedad. Somos células sagradas, santas células de Dios que invadimos o construimos un tejido social que se vuelve agradable al Señor, por tanto edifica en el bien y en la justicia al hombre.

 

– Tratamos de descubrir a la luz de la familia de Nazareth elementos que pueden ayudarnos en la crisis a poder dónde estamos parados con nuestras familias y decir “en este lugar, con esto que  tenemos, con nuestros límites y con nuestras potencialidades, podemos ir haciendo frente al vendaval que se nos viene y que tanta vuelta va dando alrededor nuestro.

Compartíamos el tema de la unión familiar. Uno de los temas que aparecen es el de los conflictos de intereses por la tierra que dejaron en herencia, por este lugar porque yo quiero…En el ámbito de la familia aparecen estos conflictos de intereses. Es decir, dos personas están de acuerdo, se quieren, disfrutan cuando se hablan, de pronto, llega la frialdad, el silencio y la desconfianza que terminan en la diferencia, en el litigio, en la separación. ¿Qué pasó? Les propongo que podamos compartir la historia bíblica de Abraham y Lot. Abraham es un hombre que tenía poco y, en el transcurso del tiempo, va disponiendo de rebaños. Va a ser un hombre estimado y respetado. Y está su sobrino Lot, que es huérfano, le siguió cuando emigró hacia el Lejano Oriente, a la Palestina y participó siempre en su trabajo y su suerte. Un día decidió tener rebaños propios y disponer de hombres. Poco a poco, intereses que eran comunes, se iban haciendo cada vez más divergentes, diferentes, hasta opuestos. La Biblia da a entender Gn 13, 2- 18 que la culpa no es fundamentalmente de Abraham, que es hombre recto y pacífico, ni probablemente de Lot, que respeta mucho a su tío, sino de sus pastores, que se pelean mucho entre ellos y suelen ser muy crueles y dramáticos por un lugar de pozo, de pasto, por un sendero o por un robo  de la nada, imaginario o cierto. El caso es que Abraham y Lot, que habían vivido una magnífica armonía y en perfecta sociedad de intereses, ahora comenzaban a distanciarse. ¿Qué va a hacer Abraham? Él se revela como hombre sabio y comprensivo.  Comprende que a un cierto punto no vale la pena defender cierto derecho con minuciosidad. Hay familias que, por haber hecho así, se han envenenado de sangre por años y años y han gastado sumas en litigios y mientras tanto los bienes por los que se van enfrentando no han producido ningún fruto. Antes bien, se quedaron en pleitos por estos intereses que en realidad conviene preguntarse si hubiera valido la pena.

Nos podríamos poner algunos puntos con este ejemplo que nos da Abraham: en la última parte del texto nos deja los mejores pastos a Lot. Y la historia siguiente nos va a mostrar que las llanuras más feroces elegidas por Lot van a sufrir el castigo que va a destruir a Sodoma y Gomorra. Y Abraham aceptó renunciar a algunos derechos suyos, pero sus pastos fueron mucho más duraderos. ¿Qué nos queda entonces? Tratar de no exagerar las causas de estos altercados que aparecen. Aquí Abraham se encontró con esa realidad. No es que no existió porque era Abraham, estaba presente. El tema era cómo lo enfrentaba.

 

Me parece que es un planteo de la libertad, un ejercicio profundo de la libertad porque tenés que elegir el bien. Esto es un problema, pero también un desafío, una gracia. Es decir, ¿qué es el bien? ¿Qué pongo yo por mi bien? Tras eso corre mi libertad. Entonces, mi libertad orientada al bien,  puede transformarse  en una vida santa. Mi libertad orientada a un bien particular puede llevarme a una situación de pecado. ¿Y cómo sé que es una situación de pecado? Por lo que produce: “Por los frutos los conoceréis”. Divisiones, peleas, rencillas, ambiciones. Todo aquello que sale del corazón del hombre. Esto también nos ayuda en este tiempo de crisis, sea como fuera la crisis, grande, pequeña o inexistente, a pensar en libertad, porque nos tiene que ayudar siempre el bien. Y el bien no se mide por una tarjeta de crédito, por una cuenta bancaria, un terreno, ladrillos. El bien se mide por aquello que me va a pertenecer para siempre en la vida eterna, que me ayuda a edificar la vida eterna.

El amor a Dios o  el amor al prójimo es el parámetro o el carril por donde todas mis opciones libres tendrán que ser transitadas para que puedan ser reflejo de la vida eterna, que es la vida de Dios, a la cual vamos, en la cual somos, nos movemos y existimos, como dice Pablo.

 

-Recién te compartíamos qué podemos tomar de este texto de Abraham respecto a Lot, donde Abraham termina cerrando este tema dándole los mejores pastos a Lot: “Sepárate de mí. Tú te irás a la izquierda, yo a la derecha. Y si vas a la derecha, yo iré a la izquierda”. Decíamos que no hay que exagerar estas causas de los altercados por motivos de interés. También hay que saber ser de corazón generoso y buscar de buen grado el arreglo amistoso y no el litigio, tal vez con la ayuda de alguna persona sabia, que pueda interceder o mediar entre nosotros. Por otro lado, hay que evitar que una diferencia de intereses sea motivo de rencor, amargura, hostilidad. Por último, hay que saber también ceder, seguros de que Dios no dejará de recompensar a quien tiene un corazón generoso.

Puedo decir “yo no quiero pelear”, pero el otro está tan tomado por distintas cosas que sí lo quiere hacer. Y la actitud también la ha mostrado Jesús: cuando la otra persona no puede cambiar su corazón, Jesús deja que haga lo que hace Abraham, lo que a él le tocaba, decir “yo cedo” porque no puede manipular a la otra persona ya que está la libertad. Es conocido gente que tiene problemas familiares porque han fallecido sus padres y ahora están en litigio, por lo menos de palabra, y no quieren tocar el tema, quieren evitarlo. Y evitarlo no es lo que plantea Abraham, sino asumirlo y “tomar el toro por las astas”.

 

De alguna manera eso desdibuja el proyecto de familia que cada uno es en Dios. Me acordaba un texto del Evangelio donde un hombre le pregunta a Jesús: “Maestro, mi padre murió y tenemos un litigio con mi hermano por la herencia”. Entonces el Señor le dice “¿Quién me ha constituido juez entre ustedes?”. Y le cuenta una parábola. Le dice que “el hombre había acumulado tanto grano que mando a romper los silos que tenía. Se había peleado con su hermano y se había quedado él con la viña. Hace crecer tanto los silos que, cuando los contempló todos, se dijo: “Alma mía, come, bebe y descansa”. Y el Señor dice que le dijo: “Insensato, esta noche te voy a llamar y ¿para quién va a ser todo lo que acumulas?”. Es como que el sentido de los bienes materiales también tiene que estar en función del proyecto que yo tengo de mi vida. No puede ser que el bien material sea, para nosotros los cristianos y para los hombres de buena voluntad, como una referencia. No puede ser el corazón de mi vida. Porque eso te va matando, te va secando, te va embruteciendo. “Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón”.

Este texto de Mt 6, 25: “Por eso, les digo: no se inquieten por su vida pensado qué van a comer, ni por su cuerpo pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros: ellos no siembran ni cosechan no acumulan en graneros y, sin embrago, en Padre que está en el Cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo: cómo van creciendo sin fatigarse en tejer. Yo les aseguro que ni Salomón en el esplendor de su gloria se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así a la hierba de los campos que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto hará más por ustedes, hombres de poca fe!

No se inquieten entonces diciendo “¿qué comeremos, qué beberemos o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que ven detrás de estas cosas. El Padre que está en el Cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana, que mañana se inquietará por sí mismo, a cada día le basta su aflicción”.

 

Al hablar de fidelidad matrimonial no nos referimos solamente al tema del engaño con otra persona o un tercero, sino, principalmente, a decir “sí” a la vida y al amor y a la fidelidad en torno a la entrega y a la oblatividad con el otro. Yo pensaba que la infidelidad se da cuando yo engaño a mi esposa conmigo mismo. ¿Qué quiero decir? Cuando yo me pongo antes que ella, cuando está unidad que somos ella y yo queda rota porque yo mismo me voy poniendo como “el otro”, en cambio de entregarme a ella. Queríamos compartir algunos elementos para que tengan en cuenta cómo podemos ir transitando un camino que paulatinamente, sin una receta mágica, nos puede ir llevando al encuentro de un matrimonio feliz.

 

Es necesario recuperar en la vida de cada uno de nosotros la vida de la oblatividad. Esto es algo que vamos perdiendo a lo largo de nuestra vida. Nos enamoramos, decidimos hacer un proyecto, pero el amor no está atravesado por la oblatividad. Y la oblatividad es también el amor sufriente, que sufre por el otro, que es capaz de hacer de su propio sufrimiento una entrega para con el otro y así hacer que ese sufrimiento, esa renuncia tenga calidez de vida en el que amamos. Y por eso vivimos en un mundo en el que el amor no es sino una expresión de satisfacción de mi “yo”: amo en tanto y en cuanto me sirve. Qué distinto que es el amor cuando lo vemos en su fuente primera, que es Dios, que es en tanto y en cuanto sale de sí. Y el mundo nos ha ido haciendo creer esta fantasía del amor que se “autoama”. Es un amor que se siente pleno en tanto y en cuanto me sirve a mí, yo me amo y todo lo que amo, en definitiva, es en función de que me amo a mí. El amor oblativo es el amor con el que Dios nos ama, es el amor con que María amó este proyecto de Dios, el amor con que José amó a María y sobrepuso su propio querer al proyecto de Dios y al “sí” que María había dado al Señor. El amor oblativo es el amor de la Sagrada Familia porque es el amor que Jesús pudo experimentar humanamente de aquel amor creador que tenía en el seno de la Trinidad eternamente. Entonces el corazón de María y el de José no pueden sino reflejar la experiencia del amor que había en el corazón de la Trinidad. Y por eso la Sagrada Familia es para nosotros modelo a imitar. Pero no sólo un modelo, sino un modelo que nos hace poseer el amor, este amor. Volvemos a lo mismo: hay que decidirse y, por eso, ser cristiano es ser distinto, amar distinto, pensar distinto, no para ser mejores, sino porque distinta es la mirada que te da la vida de Dios en el corazón. Esto es lo que tenemos que aprender a recuperar de a poquito.

 

Preguntémonos si entre el esposo y la esposa hay una corriente de sinceridad y honestidad. Y si cuando se proponen objetivos creen que los pueden lograr entre los dos juntos y no hay un choque de proyectos.

 

– O aquéllos que, cueste lo que cueste, están decididos a superar para hacer funcionar el matrimonio o están dispuestos y abiertos a compartir todo su ser o enfrentar con valentía. Nos animemos nosotros a buscar la felicidad. Lo bueno de la felicidad en el cristiano no es que tenemos que esperar ganar la lotería para ser felices, la felicidad es intentar ser felices. Porque toda felicidad es, en definitiva, reflejo de aquélla que poseeremos y que ya aparece en nosotros como prenda de la presencia del Espíritu en nosotros, dice Pablo. Pero también nosotros debemos ser conscientes de cuál es la felicidad que tenemos que tener, que merecemos tener y por la cual hemos de luchar.

 

Esto de aceptarnos el uno al otro tal cual somos es ser realistas, ¿quién es el otro? ¿Quién soy yo? La identidad. Que exista también respeto y confianza mutuos. Y otra cosa importante subrayar lo positivo en los diálogos antes que lo negativo.

 

-Destacar más lo que une que lo que separa. El diálogo conyugal es prioridad de cada día.

 

-Esto del diálogo uno lo puede aprender de memoria, como una clavecita, pero realmente es como que hay que estar dispuesto a recibir al otro, de corazón, y a sentarse y por ahí, cuando uno tiene la mínima duda de que le pasa algo al otro, esperar el tiempo del otro para que lo pueda “largar” de adentro y estar abiertos a escucharlo al otro con lo que tiene.

 

– Pablo dice en 1 Cor 13: “El amor todo lo cree, el amor es paciente. El amor es servicial, el amor busca la verdad, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás”.

 

-El amor también permite que haya perdón cuantas veces sea necesario. Esta sensación de que en el matrimonio- y también pasa en la familia- es necesario estar constantemente con el perdón en la mano, no solamente para darlo, sino también para pedir. ¿Por qué? Porque uno trata de ser oblativo, pero, a veces, es como el elástico que vuelva a la situación, o de infidelidad en torno a engañar a la otra persona consigo mismo porque uno se pone como si fuera “el otro” o también actos de egoísmo que están dando vueltas muy fuertemente y también toda la tradición familiar que yo traigo, ya sea del machismo, del feminismo o de modalidades que en mi familia se dejaron así, pero ahora el Señor me invita a una historia nueva con una persona distinta que no es de mi familia.

 

-Es una historia nueva a cual Dios te invita, pero que vos querés. Es importante el compromiso con lo que uno es. En los tiempos que corren cada vez más debemos ir pensando en profundidad estás cosas. ¿Por qué? Porque es tan amplio el río por el cual podemos disolver nuestra vida. Las aguas corren cada vez más rápido, con mucha más fuerza y nosotros estamos como parados y por ahí nos tiramos al agua y que nos lleve el río. Esto es lo importante: defender lo que uno ama es amar lo único que es importante defender.

 

– A veces podemos caer en una “contaminación ambiental de la familia”. Las plantas necesitan un ambiente favorable para su sobrevivencia y desarrollo. Así como las plantas necesitan un ambiente favorable para vivir y desarrollarse, luz, agua, que se las pode cuando sea necesario, el hombre no precisa menos. El ambiente ideal para realización la del hombre y su aporte para la realización de los otros es que podamos vivir una atmósfera de acogida, de respeto, de confianza, de amistad, de alegría, de cordialidad, de veracidad y de reconciliación.  Por eso, es cierto que ninguna persona, ninguna familia ni vos ni yo ni ningún lugar de convivencia puede aguantar las emanaciones tóxicas de la queja permanente, del mal humor, del gesto agresivo, de la crítica insultos, que, lamentablemente,  ocurre más de lo que esperamos.

 

Es así porque, cuando el hogar o la familia dejó de ser para mí el lugar de mi descanso, de mi desvelo amoroso en el cual yo trabajo y me desvelo, termina siendo un espacio contaminado por la agresión. En aquél que amo proyecto toda la frustración que traigo a lo largo del día. Esto, que debería ser el remanso de mi vida,  el tiempo en el que yo constituyo el tejido de mi capacidad humana, de mi vida, a través de la experiencia del amor familiar, se transforma en “durmiendo con el enemigo”.

 

Agrego algo más, no solamente en la familia, sino que la atmósfera irrespirable se puede dar en la oficina, en la escuela, en el taller, en la cancha, en la parroquia, se va descalificando a las personas y empezamos a generalizar indiscriminadamente y entonces resulta que todos los jueces son corruptos, todos lo policías son delincuentes, que todos los políticos son inútiles, todos los empleados públicos son parásitos, todos los ricos son ladrones y todos los pobres son vagos, todos los jóvenes son drogados o borrachos. Entonces nadie se salva. Entramos a salir de una realidad que es parcialmente, pero que estamos viendo hacerla absoluta. Ése es el tema cuando entramos en este tubo sin oxígeno y sin luz que constituye este desahogo que, por un lado, es legítimo y es necesario, pero que nos mete en este túnel del cual no podemos salir porque no hay salidas, porque todo es negativo, porque no tenemos posibilidad de encontrar una ventana abierta, una posibilidad nueva. Entonces, morimos ahí y entiendo que uno puede caer fácilmente en la depresión.

 

-O se termina secando de tal manera que terminan quebrándose las relaciones familiares esponsales, de hijos con los padres, de hermanos. Porque, ¿qué sentido tiene mantener esto desde esta perspectiva, esta contaminación?

Por eso, el desahogo es legítimo y es necesario, pero debe seguir la búsqueda de salidas y de actitudes positivas. También de algún aporte para el cambio. “Esto está bien, esto está mal”, bueno ¿cómo lo vemos desde otra perspectiva distinta?  Hay un cuento como modo de ejemplo:

 

– “Iba Jesús con los discípulos y al costado del camino había un perro muerto. Entonces los discípulos se empezaron a quejar: “¡cómo van a dejar esto acá!”, “mirá el olor a podrido que hay”, “mirá cómo está ese perro todo podrido”. Todo lo malo que tenía el perro podrido lo veían los discípulos. Jesús, cuando todos terminaron de quejarse, los  miró a los discípulos, lo miró al perro, y les dijo: “sí, pero ¡qué lindos dientes tenía!”

Valoró lo positivo, no negó lo otro, pero algo positivo aprendió a ver.

 

-Para rescatar lo bueno, para exaltar lo positivo, para alentar a seguir adelante, para sostener la esperanza. Decir una palabra de aliento es quehacer del profeta dice Is 50, 4. No sé si te habrá pasado cuando alguien te ha alabado por alguien, te has sentido estimulado a ser mejor. Uno se siente con más ganas. Por el contrario, cuando uno siente que hay una crítica muy dura y muy fuerte, duele. Pero cuando uno se siente criticado positivamente, es un estímulo. Yo creo que en la familia debemos apuntar a esta “ecología familiar” en este aspecto.

 

Es el proyecto común, es papá, mamá, los hermanos, la familia, pero un proyecto común que hay que discernirlo, ¿qué es lo que Dios quiere de nuestra vida? Ya sabemos que es lo que quieren los distintos tipos de política. Pensemos cuál es la política de Dios sobre nuestras familias. Involucrémonos en esa política de Dios sobre nuestra vida familiar, nuestro proyecto, nuestra verdad, sobre lo que Dios quiere para nosotros. Este punto es crucial porque no tenemos la inmediatez de la respuesta, sino el silencio del amor paciente que acompaña. Y a nosotros la ansiedad nos mata. Creemos que esto que no funcionó, no funciona y vamos a buscar a otro lado. No tenemos la paciencia de las pequeñas cosas, del amor que es como el jardín que hay que cultivar, pero que es el jardín de todos. Edificar la familia como un jardín, donde hay un jardinero que ocultamente obra en el corazón y es el único que hace crecer la planta interior que hay en cada uno de nosotros.

 

 

 

Nosotros esperamos en Dios, pero Dios también espera en nosotros.

Sólo Dios puede dar la verdadera alegría, pero a vos te corresponde sonreír.

Sólo Dios es el camino, pero a vos te corresponde recorrerlo y mostrarlo.

Sólo Dios es la luz, pero a vos te corresponde hacerla brillar.

Sólo Dios puede hacer lo imposible, pero a vos te corresponde hacer todo lo posible.

Sólo Dios puede hacer el milagro, pero a vos te corresponde traer tus cinco panes y tus dos peces.

Sólo Dios no necesita de los demás, pero Él quiso tener necesidad de vos.

 

– Primera y segunda cartas de Pedro:

“En fin, vivan todos unidos, compartan las preocupaciones de los demás, ámense como hermanos, sean misericordiosos y humildes, no devuelvan mal por mal ni injuria por injuria. Al contrario, retribuyan con bendiciones porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición. El que ama la vida y desea gozar de días felices guarde su lengua del mal y su labios de palabras mentirosas, apártese del mal y practique el bien, busque la paz y siga tras ella porque los ojos del Señor miran al justo y sus oídos están atentos a su plegaria, pero Él rechaza a los que hacen el mal. Descarguen en Él todas sus inquietudes ya que Él se ocupa de ustedes.

Hermanos míos, ustedes están prevenidos, manténganse en guardia, no sea que, arrastrados por el extravío de los que hacen el mal, pierdan su firmeza.  Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Salvador y Señor Jesucristo, a Él sea la gloria ahora y en la eternidad. Amén”.